Lo conocí personalmente una fría noche limeña del año pasado. Se encontraba en su habitación, sentado en su silla de ruedas frente al televisor encendido en un canal informativo. Siempre él tan lúcido, observando y analizando nuestra triste realidad política.
Me miró y me aseguró, totalmente convencido, de que éramos los jóvenes quienes teníamos que sacar al país de la debacle. No recuerdo sus palabras exactas pero sí la suavidad de su voz y el brillo de sus ojos.
Me preguntó cómo veía la situación de la Argentina. Coincidimos en el repudio al gobierno neoliberal de Mauricio Macri y la necesidad de una oposición fortalecida para devolverle los derechos conquistados a los vecinos del sur. Hablamos de Página 12, de Clarín, de La Nación y de la literatura de Borges.
Me comentó que no se sentía protegido por el medio de comunicación que anteriormente dirigía y que veía en PERFIL una esperanza para ofrecer un periodismo de calidad, "sin trampas ni vivezas criollas"; frase que posteriormente decidimos convertirla en nuestro slogan.
A sus 91 años, que parecían 50, don César aceptó el desafío de hacer de PERFIL suyo, secundado por un grupo de jóvenes periodistas y comunicadores que hoy nos decidimos inmortalizar su legado.
Bajo su dirección nos propusimos ser la voz de los desplazados, de las minorías, de la amazonía, de los campesinos. Y sabemos que a su lado lo hemos logrado.
El maestro César nos deja un vacío irrecuperable y hoy no puedo más que agradecerle que nos haya regalado el tremendo honor de dirigirnos, aún cuando ya no necesitaba trabajar.
Agradecerle por habernos ofrecido voluntariamente el tercer piso de su domicilio para instalar nuestra primera redacción.
Pero sobre todo, agradecerle por formar parte de la historia de la política, la literatura, el arte y el periodismo peruano. Su huella jamás podrá ser borrada. Y cuando muere César Lévano, nunca muere.
Salud allá arriba.
Gracias por todo, estimado César.