El Estado parece haber abdicado en la lucha contra el narcotráfico. Esto ha ocurrido, sin que estas sean una justificación para ello, en medio de varias crisis políticas (la renuncia de PPK y ascenso de Martín Vizcarra, las reformas políticas y de justicia y el referéndum, etc.) que el país ha tenido en el último año.
Lo que se ha configurado en el país es una lucha contra la corrupción sin lucha efectiva contra el narcotráfico, uno de los factores estructurales de la corrupción y otros delitos conexos (lavado de activos, sicariato, enriquecimiento ilícito, etc.). Ello ha provocado una contradicción: no es posible luchar contra la corrupción sin luchar contra el narcotráfico.
Los datos de la realidad indican eso. La interdicción antidrogas (decomiso de drogas, control de insumos químicos, destrucción de pozas o laboratorios de procesamiento y refinamiento de PBC y cocaína y la interdicción aérea) ha pasado de ser mínimo a casi inexistente. Veamos algunas variables.
En lo que respecta al decomiso de drogas hay que destacar lo siguiente: tuvo su pico más alto en 2017, principalmente en el puerto del Callao y Paita (Piura), en sur andino (Andahuaylas hasta Puno) y el Vraem, cuando fue ministro del Interior Carlos Basombrío, La cifra oficial fue de algo más de 50 toneladas. Una cifra récord.
El año siguiente, en 2018 descendió drásticamente: Oficialmente se informo el decomiso de 40 toneladas, sin embargo, si se contrasta con los datos de fuentes abiertas (los reportes de los medios y páginas oficiales) es difícil corroborar esa cifra. Eso sí, hubo decomisos importantes de cocaína pero descendió en el Puerto del Callao, la principal ruta de salida de cocaína a Europa y Asia.
En el primer mes de este año, hubo pocos decomiso. En la primera quincena de enero, como acordándose que en el país existe narcotráfico, hubo el único golpe significativo: en Trujilo, La Libertad se decomiso 1300 kilos de cocaína de -según la estimación oficial- 400 toneladas anual que produce el Perú. La estimación no oficial indica una producción de más de 550 TM. Este es el decomiso más importante de -según la cifra oficial- 33 toneladas mensuales que sale del país.
Y, según las fuentes abiertas, en las zonas donde se ubica el «volcán» que secreta las más grandes lenguas de «lava» de cocaína, el Vraem, no hubo decomiso de drogas. Ni en Ayacucho ni Andahuaylas. Los huaicos que hubo en el Vraem pueden haber afectado la transitabilidad a esta zona pero no del tráfico de cocaína. Este negocio no se detiene. La mayor parte de la droga sale por caminos de herradura.
En Puno, al borde de finalizar el mes, hubo un decomiso: el viernes 25, en la carretera Puno-Desaguadero, la policía incauto 114 kilos de cocaína de alta pureza. Y tres días después, el 28, en la comunidad de Santa Rosa, en Requena, Loreto la policía decomiso 257 kilos. Este es el segundo decomiso significativo en una zona donde para Naciones Unidas y Devida no hay coca. Eso es, kilos más kilos menos, todo.
En cuanto a los insumos químicos el control es -como lo ha sido antes- mínimo, insignificante. Al igual que con el control de drogas y siguiendo una «costumbre», en el primer mes de este año la Sunat realizó un «gran» decomiso de insumos químicos: el 29 de enero pasado, «intervinieron un camión que transportaba 11 toneladas de cemento».
¿Que «costumbre» es esa? Anualmente para «alcanzar» la meta (la que se fijan internamente) la Sunat ejecuta una «gran» incautación de insumos, normalmente, a fin de año o en los primeros meses del año. Esa «gran» incautación sería esta. Ahora habrá que esperar hasta fin de año. Pocas veces ocurren decomisos en el resto de meses, salvo lo que encuentran en las pozas de maceración.
En la entrada al Alto Huallaga casi no cae insumos; igual en la del Vraem. Ni mencionar otras zonas de producción de coca y cocaína donde la policía no controla los insumos. El control de insumos químicos es prácticamente inexistente en la mayoría de zonas de producción de coca. De hecho, el control de insumos nunca paso del 3% de lo que el narcotráfico requiere para extraer el alcaloide de la coca.
El control de insumos en manos de la Sunat ha resultado un estrepitoso fracaso. Hay que evaluar si fue conveniente que el control de los insumos pase de la policía a este organismo tributario. Por una razón fáctica a saber: la policía sigue realizando la labor de control. Son, como es comprobable, los ejecutores de esa labor. También hay que investigar porque no ha cumplido esa función.
En lo que respecta a la erradicación es importante señalar lo siguiente: en el lapso 2014 al 2016, el gobierno de Ollanta Humala adultero y sobredimensiono la erradicación «reduciendo» la superficie de la coca en el papel y la estadística y, por ende, la producción de cocaína. Sobre ese falso piso, es decir, de una superficie de coca achicada virtualmente, en el Perú el narcotráfico estaría controlado. Según ONU, entre 2011 al 2015, bajo de 62,500 hectáreas a 40,300 hectáreas.
Sin embargo, esa falsa reducción que no resiste el menor análisis critico ni el contraste con la realidad ha sido convalidado por el establisment. Dos datos demuestran la adulteración: según el Corah, organismo encargado de la erradicación, en 2014 en Aguaytia/Ucayali se habría erradicado 14, 140 hectáreas donde, según UNODC, había 1796 hectáreas en toda la región.
Para que esa cifra sea real, la coca tendría que haber crecido en un 687% entre 2013 al 2014. O, en el caso de la provincia de Ramón Castilla, Loreto, según este mismo organismo se erradico 13,805 hectáreas donde, según UNODC, en toda la región había 3,547 hectáreas en 2013. Igual, para esa cifra de erradicación sea real la coca tendría que haber crecido en toda la región en 289%.
En realidad, los cultivos de coca no solo no se redujo sino que creció más. Zonas donde se erradico, como San Gabán/Puno, Ramón Castilla/Loreto y Pichis-Palcazu, etc., se han vuelto a llenar de coca. Y los cultivos siguen en expansión. Un caso ilustrativo de ese proceso es Loreto: los cultivos han crecido notablemente en el Putumayo, Ucayali, Requena, Alto Amazonas y Daten del Marañón, convirtiéndolo en un nuevo Vraem.
Una muestra de lo que está pasando con la coca es que ahora la erradicación forzosa ya no «reduce» el insumo básico de esta droga «dura», la coca ilegal. En efecto, en diciembre pasado la ONU señaló que la «superficie cultivada con coca en producción en el Perú alcanzó 49,900 hectáreas en el 2017, lo que representa un incremento del 14% o 6,000 hectáreas más que el año anterior».
Y en las zonas donde nunca se ha erradicado (Amazonas, Cajamarca y Ancash) o se ingreso fugazmente (como Ongón en La Libertad), ha crecido sin que tengamos la menor idea de su dimensión. Las cifras de Naciones Unidas no están reflejando la realidad. Estas son zonas «liberadas» para el narcotráfico y donde no tiene presencia Devida. Los poderosos narcos del norte están felices.
Más aun, las grandes corporaciones del narcotráfico nacional están felices porque en el Vraem, la principal zona de producción de coca y cocaína, no solo no se ha erradicado ni se va a erradicar la coca. Los insumos entran libres y la droga sale sin problemas. El combate a la narco-organización armada de los hermanos Quispe Palomino ha sido el gran pretexto para no combatir al narcotráfico en su principal santuario.
Y lo más grave, luego de cerca de once años de presencia de las Fuerzas Armadas con una estrategia antiterrorista, ha cuajado un narcomilitarismo. ¿En que consiste este narcomilitarismo? Que muchos militares, no sus instituciones, cobran cupos de la droga. Encima el fujialanismo les dio facultades para participar en la lucha contra el narcotráfico para la cual no están preparados.
Finalmente, ya no se destruyen pistas de aterrizaje «clandestinas» (todos sabían dónde estaban) y la interdicción terrestre de narcoavionetas bolivianas que se desplazaron del Vraem a Ucayali, Loreto, Cusco, a la sierra de Ayacucho e, incluso, a La Libertad. El puente aéreo Perú-Bolivia-Brasil continúa. Y, como cereza que corona la torta, el satélite que compro Humala no sirve.
¿Se hace algo o, mejor dicho, alguito en este aspecto? Sí. Cuando los vuelos ya es un espectáculo bochornoso la policía destruye las pistas de aterrizaje. Eso paso en la provincia de Acobamba, Huancavelica y en el parque nacional Baguaja Sonene, en Madre de Dios. Para eso, por lo vistoso de los vuelos, no fue necesario de satélites. Las demás pistas de aterrizaje siguen funcionando.
El programa de desarrollo alternativo prosigue en las zonas post erradicación fortaleciendo los esfuerzos relativamente exitosos en el Alto Huallaga (San Martín y Huánuco) y Padre Abad/Ucayali pero sin frenar la resiembra de la coca. A ello se sumo una mala noticia: la Unión Europea ya no compra el cacao peruano por contener cadmio.
Eso provocó el descenso del precio del cacao, uno de los principales productos alternativos. Mención aparte merece el Provraem, programa de reducción voluntaria de la coca a cambio de cacao, café o piña y un pago de dinero, que no solo fue un fracaso sino que financio el incremento de la coca en la principal meca de la cocaína del país. Humala lo creo para no erradicar la coca ilegal.
Eso contó con el beneplácito y apoyo de los militares quienes han hecho creer al país que el problema del Vraem es terrorismo y no el narcotráfico. Y, por esa razón, se opusieron a la erradicación. Ese programa, que nació muerto (pues ningún producto alternativo puede competir con el precio de la coca), fue cancelado sin realizar un balance de su perniciosa creación e implementación que beneficio al narcotráfico.
En conclusión, el narcotráfico se ha fortalecido sin que haya una política efectiva de lucha contra el narcotráfico. Una muestra patética de ello es que a Devida se le ha encargado ejecutar un programa de desarrollo en el Vraem sin combatir al narcotráfico. Otro dato no tan patético,ocurrido poco antes de acabar el mes, es la destrucción de dos laboratorios de cocaína en el Putumayo, Loreto, dominado por el narcotráfico. Pura pirotecnia aislada.
Todo esto sin considerar dos dinámicas de notable envergadura: el crecimiento explosivo de la marihuana o cannabis y el auge de la producción de amapola y opio. El primero involucra 22 regiones y el segundo 16 regiones. En ambos casos cubren un número de regiones superior a la coca: 14 regiones. En el caso de la producción de marihuana o cannabis no se cultiva en Madre de Dios y Puno.
El narcotráfico es, pues, muy poderoso en el país. Más poderoso si lo vemos más allá de la coca y la cocaína. Por esa razón, no se puede luchar contra la corrupción sin enfrentar al narcotráfico. La lucha contra la corrupción per se, siendo positivo y habiendo permitido golpear al narcotráfico en la política (vg: la crisis del narcopartido Fuerza Popular), no conduce a buen puerto. No conduce a nada.
Al quedar casi libre este factor causal de corrupción, el tráfico ilícito de de drogas (cocaína, marihuana y opio), el Perú se seguirá pudriendo por dentro. La corrupción se continuará reproduciendo. Ni hablar del lavado de activos de las drogas. Eso no se toca. Las bases del narcoestado están incólumes. Este no es un riesgo nacional. Es un riesgo regional (http://repositorio.flacsoandes.edu.ec/…/TFLACSO-01-2009ERL.…). El gobierno del presidente Martín Vizcarra tiene la decisión.