Hace un año, el 20 de setiembre de 2017, publiqué esta columna en la que demostré que Alan García fue un modelo para los gobernantes corruptos de América. Los medios han mostrado ayer una galería de corruptos, todos ellos relacionados con el Apra y el segundo gobierno de Alan García. Por coincidencia, el semanario londinense The Economist publicó en edición reciente dos textos sobre la corrupción en América Latina. El primero presenta el caso del presidente de Guatemala Jimmy Morales, quien en 2015 ganó la elección gracias a su lema: “Ni corrupto, ni ladrón”.
Morales está ahora criticado por ladrón y por corrupto. El mandatario guatemalteco era un actor ajeno a la política, y cuando incursionó en esta ganó prestigio atacando al presidente en ejercicio Otto Pérez Molina, quien se había adueñado de ingresos aduaneros. Por eso, uno de los titulares de The Economist es: “Si usted elige un payaso, tiene que esperar un circo”.
Otto Pérez está en la cárcel, pero Jimmy Morales puede ir a hacerle compañía. Una Comisión de las Naciones Unidas contra la impunidad ha encontrado que el partido de Morales recibió aportes ilegales, incluso de narcotraficantes. Enormes manifestaciones han mostrado la ira del pueblo guatemalteco.
Morales recurrió a declarar persona non grata a Iván Velázquez, presidente de la Comisión de la ONU e intentó expulsarlo del país, pero la Corte Constitucional bloqueó esa medida.
“Los extranjeros se preocupan, también”, por lo que ocurre en Guatemala, expresa la revista británica. “Guatemala es uno de los países donde los luchadores contra la corrupción están obteniendo éxitos conspicuos. El otro es Brasil, donde los fiscales han presentado cargos contra decenas de políticos, incluyendo al presidente Michel Temer, en las vastas investigaciones sobre el caso Lava Jato.
“A través de la región, los sistemas judiciales son sometidos a prueba por revelaciones de que Odebrecht, compañía brasileña de construcción en el centro del Lava Jato, ha coimeado a funcionarios en una docena de países”.
En el caso peruano, el flamante muestrario de corruptos demuestra lo que ha sostenido a lo largo de años: Alan García no aparece como receptor directo de millones de dólares porque para ese trabajo sucio emplea a testaferros. Todavía faltan otros compinches. “No pregunto cuántos son, digo que vayan saliendo”, reta un viejo tango arrabalero.