El voto de confianza otorgado por el Congreso el miércoles al Poder Ejecutivo contiene, del lado del fujimorismo dos elementos; el miedo a quedarse sin empleo y el preparativo de una trampa que puede anular en octubre el voto de confianza. Si al final se desfiguran los proyectos, eso equivaldrá a anular el voto de confianza. Los seguidores de Alberto Fujimori creen que en octubre sí hay milagros.
La noche misma del miércoles, el constitucionalista César Landa señaló esa posibilidad.
Ayer, Julio Arbizu, ex Procurador de la República, publicó en PERFIL un agudo análisis que alertaba sobre dos trampas posibles:
1.- Que antes del 4 de octubre la mayoría fujimorista del Congreso apruebe las propuestas del Ejecutivo, pero desnaturalizándolas. El Ejecutivo presentaría entonces ante el Tribunal Constitucional una demanda de inconstitucionalidad. Si la rechaza, no se podrá disolver el Congreso.
2.- También puede haber un intento de componenda “frente a un ofrecimiento desesperado del fujimorismo”, “organización acostumbrada a hacer de la política una plaza de favores y extorsiones”.
Ayer, con el cinismo que caracteriza a la casta gobernante, Keiko Fujimori afirmó que sus congresistas emitieron un voto de conciencia. No lo dijeron, pero es evidente que actuaron por consigna, acatando una orden de la señora K.
Diversos analistas indican, además, que el texto aprobado por mayoría en el Congreso no señala fechas para el voto definitivo del Congreso ni alude a la realización del referendo.
No es casual sin duda ese refugio en el vacío. Ese silencio convierte el voto de confianza en un objeto de desconfianza. El presidente Martín Vizcarra y sus partidarios harían mal en creer que todo está resuelto.
Todo indica que la trampa está tendida, y por eso Keiko aparece tan sonriente. Cree que el engaño y las leguleyadas la van a salvar de la cárcel.
La calle, la movilización de masas debe ser la respuesta. La lucha contra la corrupción tiene que ser lucha contra los corruptos. Crimen y castigo.