La encuesta urbano rural de GfK publicada ayer en “La República” indica que todos los actores políticos del país –con excepción del presidente Martín Vizcarra– están en cuidados intensivos sin respiración artificial a la mano.
Mientras Vizcarra gana nueve puntos en un mes, pasando de 43 puntos de aprobación a 52, el poder fujimorista, el Congreso, llega apenas a seis por ciento.
Síntoma adicional de esa agonía colectiva es la intención de voto por la alcaldía de Lima. El que encabeza la lista de los favoritos, Renzo Reggiardo, en el mejor de los casos llega a 17 por ciento. El candidato de Fuerza Popular, Diethell Columbus, a lo más alcanza 4.8.
Me apena que las fuerzas izquierdistas y progresistas obtengan poco más del uno por ciento. Gustavo Guerra García, de Juntos por el Perú, obtiene 1.2 por ciento. El dirigente sindical Enrique Fernández, del Frente Amplio, 1.1.
También me apena que el desengaño haya conducido a que el escepticismo electoral sea una gran fuerza. El sondeo de GfK indica que el voto en blanco puede llegar en Lima al 11.5 por ciento, y el nulo y viciado al 11.9 por ciento. Un 13 por ciento.
Sospecho que esa cifra puede crecer.
Ho Amat y León ha escrito esto en su muro del Facebook:
“ESTO ES UN DESMADRE. La postura pública de la izquierda y la que se gritaba en las calles era que se aprobaba todo el paquete o se cerraba el Congreso. Pues bien, NO SE APROBÓ TODO EL PAQUETE. Quedaron pendientes las propuestas sobre la bicameralidad, la reelección congresal y el financiamiento de partidos. Para peor, lo que se aprobó no fija plazos para dar inicio a las reformas ni mucho menos habla sobre el referéndum. En suma, el fujimorismo nuevamente se salió con la suya. Y lo que más llega, es que las bancadas de izquierda votaron divididas. El Frente Amplio se mostró consecuente y votó por el cierre, pero Nuevo Perú se volvió a poner, por enésima vez, de costadito. Recuerdan cuando en diciembre del 2017 se votó por la vacancia de PPK, el MNP se abstuvo, pues ahora volvió a abstenerse. ¿Realmente, qué les pasa? Qué cagada es todo esto…”
Una vez más, la división de la izquierda arroja su carga negativa sobre las posibilidades de progreso político y social. Apenas se produzca el desastre anunciado, se debería organizar un debate autocrítico, no para olvidar el mal rato, sino para preparar el futuro.