Este lunes 14, a las 7 p. m. se presentará en la casa museo José Carlos Mariátegui mi libro que narra la épica de ese movimiento y arremete, con pruebas y testimonios, contra la mentira de un partido cada vez más reaccionario y proimperialista. En el momento en que Vizcarra prepara su paquete antilaboral, la verdad del pasado cobra fuerza de previsión. Aquí presento las páginas iniciales de mi libro.
El primer periodo de la lucha por las ocho horas y por la organización sindical masiva en el Perú es el que va de 1905 a 1911. Comienza con el acto de la Federación de Panaderos, en que por vez primera se conmemora el 1.° de Mayo y se llama a la lucha por las ocho horas. Culmina con un histórico llamamiento lanzado por el Comité de Propaganda Sindical, el 16 de junio de 1911.
A partir de 1905, los trabajadores desfilan cada Primero de Mayo por las calles de Lima y Callao con las banderas rojas desplegadas al viento, a los sones de la Internacional o de la Marsellesa obrera (“A la revuelta, proletarios, glorioso día luce ya…”). Las luchas no son blandas. Hay combates con la fuerza pública. Los adoquines de las calles son ágiles armas de defensa. En algunos casos, balas disparadas por agentes de la burguesía intentan asesinar a un dirigente capaz y querido. El ala dura de la “sarita” (el sombrero) proletaria ostentará la marca de fuego.
Surge por esos años una serie de órganos de prensa influidos por Manuel González Prada, quien con frecuencia era visitado por los líderes de las clases en ascenso. A veces, don Manuel mismo irá a la casa obrera. Al cuarto de callejón en que nací, en el jirón Mapiri (ahora Aljovín), más de una vez se encaminaron los pasos del gran viejo a charlar con mi padre, Delfín Lévano.
De la prensa radical o anarcosindicalista que entonces aflora, ha dicho Raúl Porras Barnechea: “A principios de siglo un exaltado periodismo surge alrededor de González Prada, publicándose: La idea libre (1900-1906), El libre pensamiento (1896-1903) y Germinal (1904-1906), tan ineficaces como las anteriores hojas sectarias”.
Porras omitió a Los Parias (1904- 1910), importantísimo semanario que González Prada condujo personalmente.
En 1906 comienza a editarse el periódico Humanidad, que trae en sus páginas el mensaje de Bakunin o de Kropotkin, mensaje de radicalismo pequeño-burgués ya críticamente destruido por el socialismo científico en las vanguardias obreras europeas; pero que encuentra terreno fecundo en un proletariado incipiente, que aún conserva un cordón umbilical artesano y campesino.
Nacen también por ese tiempo las primeras organizaciones no sindicales. Pero cuyo papel es el de ir dotando de conciencia y de espíritu de lucha a un proletariado fuertemente influido todavía por los hábitos artesanales de organización primaria o el espíritu de disgregación de un campesinado todavía inerme. Uno de esos grupos que crean conciencia y organizan es El Oprimido.
Este grupo encabezado inicialmente por los dirigentes panaderos Manuel y Delfín Lévano y por el portuario chileno Romilio Quesada, colabora en la organización de la primera huelga de Vitarte que reclama, en 1906, la reducción de la jornada de trabajo de doce horas. De Vitarte provendrán otros cuadros destacados del movimiento por las ocho horas, en particular Luis Felipe Grillo, quizá el más tenaz y omnipresente de los organizadores del movimiento textil en el periodo que estamos estudiando.
En abril de 1907, aparece el primer número de El Oprimido, órgano del “Centro Socialista Primero de Mayo”. Este Centro se fusiona en 1908 con el Grupo Humanidad, dando origen al “Centro de Estudios Sociales Primero de Mayo”. De este hecho se da cuenta en el número seis de El Oprimido, de febrero de 1908. En el número cinco, por primera y única vez, el periódico había aparecido con este título: “Editado por el Centro Primero de Mayo para la Propaganda del Socialismo Antiautoritario.
El primer editorial de esa publicación decía lo siguiente:
“Hemos abierto el corazón a los grandes amores, a las fecundas pasiones viriles; hemos visto innumerables dolores; ha caído sobre nosotros la lluvia de sangre y de lágrimas que derraman los hombres; hemos visto en el harapo un robo; en el trabajo, una explotación; en las víctimas sociales, un crimen, y en nombre de los grandes y viriles amores, de la congoja de la muchedumbre, de las lágrimas y de la sangre de nuestros hermanos venimos a hablar”.
Recogeremos todas las notas dolorosas, y con ellas acusaremos todas las maldiciones, y con ellas protestaremos; todas las rebeldías, y las lanzaremos a las luchas.
Una declaración y hemos concluido: somos socialistas antiparlamentarios, no queremos se nos confunda con los que hacen la miseria del pueblo un escabel de sus ambiciones, que lo engañan con falsas promesas, retardando su redención, amortiguando su espíritu revolucionario.
Fresco está aún la sangre del obrero Florencio Aliaga, asesinado en 1904 en el Callao durante una lucha no sindicalmente organizada, pero que incluía el reclamo de las ocho horas.
En ese mismo número inicial, se da cuenta de una huelga de 30 días que habían sostenido los textiles de la fábrica “La Victoria”, desgraciadamente sin éxito, en pro de mejoras económicas y de condiciones de trabajo.