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Verona: entre la eternidad de la piedra y la fragilidad del mito

Verona, declarada Patrimonio de la Humanidad, combina historia, cultura y leyendas en sus monumentos y rincones únicos. Su riqueza arquitectónica atrae a turistas de todo el mundo.
David Sánchez
Verona (Italia)
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En el norte de Italia, donde el río Adigio serpentea con calma antes de perderse en el Adriático, se levanta una ciudad que desde hace siglos combina lo tangible de la piedra y lo etéreo de la imaginación literaria: Verona. Su nombre evoca inmediatamente balcones románticos y óperas bajo las estrellas, pero detenerse solo en ese cliché sería injusto con una urbe que, a lo largo de más de dos mil años, ha tejido un relato tan complejo como fascinante. Gracias a la ayuda de Destination Verona & Garda Foundation y de la periodista Noelia Vela, hemos podido estudiar que es lo más interesante de ver en la ciudad y región. La realidad es que la zona puede llevar varias semanas para visitarla detenidamente con lagos, historia y los Alpes.

La ciudad fue fundada en tiempos prerromanos y, bajo dominio del Imperio, alcanzó un lugar privilegiado en las rutas comerciales que conectaban el norte con el Mediterráneo. Después vinieron los lombardos, la poderosa familia Scaligeri, la República de Venecia y, más tarde, los austríacos y los franceses. Cada época dejó una huella visible: un arco, un palacio, un puente, una iglesia. Verona es, en ese sentido, una especie de palimpsesto urbano donde se pueden leer capas de historia superpuestas.

En el año 2000, la UNESCO declaró su centro histórico Patrimonio de la Humanidad, reconociendo precisamente esa convivencia de estilos arquitectónicos que van del romano al renacimiento. Pero el verdadero encanto de Verona no está solo en los manuales de historia, sino en cómo la ciudad ha logrado vivir en el presente: dinámica, turística, llena de vida nocturna y, al mismo tiempo, guardiana de un patrimonio que se mira y se toca.

En este recorrido periodístico, proponemos un viaje por algunos de los rincones más visitados de Verona. Cada uno guarda un relato particular, ya sea en forma de leyenda, de hecho histórico o de curiosidad que se transmite entre generaciones.

La Casa de Julieta: un mito convertido en industria cultural

Pocos lugares en el mundo concentran tanto turismo gracias a una obra literaria como la Casa de Julieta. Shakespeare nunca pisó Verona, y sin embargo aquí encontró el escenario perfecto para una de las tragedias más célebres de todos los tiempos: “Romeo y Julieta”. La pregunta es inevitable: ¿existieron realmente los Capuleto?

Casa de Julieta
Casa de Julieta. Foto: Noelia Vela

La respuesta es ambigua. La residencia que se visita en la Via Cappello perteneció en el siglo XIII a la familia Dal Cappello, cuyo apellido suena cercano al de los Capuleto. En el siglo XX, las autoridades decidieron transformar la casa en un santuario turístico. El famoso balcón fue añadido en 1936, mientras que el patio interior recibió, en los años setenta, la estatua de bronce de Julieta creada por Nereo Costantini.

La leyenda popular asegura que tocar el pecho de la estatua trae fortuna en el amor. Tanto se ha repetido el gesto que la escultura original se dañó y hoy se conserva en un museo; la que se exhibe en el patio es una copia.

Dentro de la casa, hoy convertida en museo, se muestran vestidos, muebles y objetos que recrean un ambiente renacentista. Los visitantes también pueden escribir cartas dirigidas a Julieta, un ritual que comenzó de forma espontánea y que con el tiempo se institucionalizó. Actualmente, un grupo de voluntarios conocidos como el “Club de Julieta” responde esas misivas, en un ejercicio que mezcla turismo, literatura y psicología popular.

Más allá de su autenticidad, la Casa de Julieta es la prueba de cómo la ficción puede modelar la economía y la identidad de una ciudad.

Torre dei Lamberti: el pulso de Verona desde lo alto

Si Verona tiene un corazón que late en altura, ese es la Torre dei Lamberti. Levantada en 1172, la torre comenzó como símbolo de poder de una familia aristocrática, pero terminó siendo un punto de referencia para toda la ciudad.

En 1403, un rayo la dañó severamente. No fue sino hasta el siglo XV cuando se decidió reconstruirla y ampliarla, alcanzando finalmente los 84 metros que hoy la convierten en la estructura más alta del centro histórico.

Torre dei Lamberti
Torre dei Lamberti. Foto: Noelia Vela

La torre tiene dos campanas cargadas de historia: la Marangona, que anunciaba incendios y horarios de trabajo para los artesanos, y la Rengo, que servía para convocar al pueblo o llamar a las armas en momentos de emergencia. En una época sin relojes ni teléfonos, las campanas eran el sistema de comunicación masiva más eficaz.

Subir a la cima implica una decisión: elegir entre los escalones medievales o el moderno ascensor de cristal. Sea como sea, la recompensa es inigualable: un panorama que abarca la Arena, las plazas principales y la sinuosidad del Adigio. Desde allí, Verona se revela como un tablero de tejados rojos y campanarios que narran siglos de vida.

Funicolare di Castel San Pietro: el balcón natural de Verona

En la margen del río, sobre una colina verde, se encuentra el Castel San Pietro, que más que por sus muros, atrae por las vistas que ofrece. Para llegar, el visitante puede optar por subir a pie por una larga escalinata o tomar el Funicolare di Castel San Pietro, un pequeño funicular que ha tenido varias vidas.

El original fue inaugurado en 1941, pero cerró en los años cuarenta debido a daños de la guerra. Durante décadas, la colina quedó en el olvido. No fue hasta 2017 que el funicular renació, con cabinas modernas y un trayecto que dura menos de un minuto pero que se ha vuelto indispensable para los turistas.

Funicolare di Castel San Pietro
Funicolare di Castel San Pietro. Foto: Noelia Vela

Arriba, lo que queda del castillo es un edificio militar del siglo XIX construido por los austríacos. No se puede visitar su interior, pero el mirador se ha convertido en el lugar favorito para contemplar los atardeceres veroneses. La postal es inconfundible: el río rodeando la ciudad, los puentes iluminados y la Arena destacando en medio de los tejados.

El Funicolare, aunque modesto, es un ejemplo de cómo la infraestructura turística puede transformar un rincón olvidado en un punto esencial de la experiencia urbana.

Piazza dei Signori: el salón noble de la ciudad

Verona tiene varias plazas, pero pocas transmiten tanta elegancia como la Piazza dei Signori. Nació en la Edad Media como centro político, rodeada de edificios que aún hoy marcan su importancia: el Palazzo della Ragione, la Loggia del Consiglio y el Palazzo del Podestà.

En el centro, una estatua de mármol de Dante Alighieri se alza solemne desde 1865. No es un detalle menor: Verona dio refugio al poeta cuando Florencia lo expulsó, y aquí escribió parte de su obra. Por eso, para los veroneses, Dante no es solo un símbolo italiano, sino también un huésped ilustre de la ciudad.

Piazza dei Signori:
Piazza dei Signori. Foto: Noelia Vela

La plaza ha sido escenario de conspiraciones, juicios, celebraciones y, en tiempos más recientes, festivales culturales. En invierno, se convierte en uno de los espacios más visitados gracias al mercado navideño que instala pequeños chalets de madera con artesanías y gastronomía.

Llamada también “la sala de estar de Verona”, Piazza dei Signori concentra en pocos metros la historia de la política local y la vida social contemporánea.

Basílica de San Zeno: el románico en estado puro

La Basílica de San Zeno Maggiore no solo es uno de los templos más hermosos del norte de Italia, sino también el lugar donde late la devoción más auténtica de los veroneses. Dedicada al patrón de la ciudad, San Zeno, obispo del siglo IV, la iglesia actual fue construida entre los siglos XI y XII.

La fachada impresiona por sus mármoles en tonos blancos y rosados y por el gran rosetón conocido como la “Rueda de la Fortuna”. Pero lo que más llama la atención son las puertas de bronce decoradas con relieves que narran escenas bíblicas y episodios de la vida del santo.

Basílica de San Zeno
Basílica de San Zeno. Foto: Noelia Vela

El interior conserva frescos medievales en excelente estado y un ambiente solemne. La cripta, donde se encuentran los restos de San Zeno, fue el escenario que la tradición popular atribuye a la boda secreta de Romeo y Julieta, aunque, como tantas leyendas de la ciudad, carece de confirmación histórica.

A nivel arquitectónico, la basílica es considerada un modelo del románico lombardo y ha sido fuente de inspiración para templos en otras regiones.

El complejo del Duomo: fe y arte en conjunto

El Complesso del Duomo di Verona es mucho más que una catedral: es un conjunto que incluye la iglesia principal dedicada a Santa Maria Assunta, el baptisterio de San Giovanni in Fonte y la iglesia de Santa Elena.

La catedral actual fue consagrada en 1187, tras sucesivas reconstrucciones que mezclaron estilos. Su fachada, de mármol claro, combina elementos románicos con góticos. En el interior, el visitante se encuentra con una joya pictórica: la Asunción de la Virgen de Tiziano, realizada en 1548, uno de los tesoros artísticos más valiosos de la ciudad.

El complejo del Duomo, Pila Bautismal
El complejo del Duomo, Pila Bautismal. Foto: Noelia Vela

El baptisterio, del siglo XII, conserva una pila bautismal tallada en un solo bloque de mármol, cuya perfección sorprende aún hoy. La iglesia de Santa Elena, adyacente, se levanta sobre restos paleocristianos, lo que convierte al complejo en un lugar que resume siglos de historia religiosa en un solo espacio.

El Duomo es, en definitiva, el epicentro de la vida espiritual de Verona, pero también un museo vivo donde se cruzan arte, fe y memoria.

San Fermo: dos iglesias en una sola

La Chiesa di San Fermo Maggiore ofrece una particularidad única: es, en realidad, dos templos superpuestos. La iglesia inferior, de estilo románico, fue levantada en el siglo XI sobre el lugar donde, según la tradición, fueron martirizados los santos Fermo y Rustico. Un siglo más tarde, sobre esa base, los franciscanos construyeron la iglesia superior, esta vez en estilo gótico.

Interior de Iglesia de San Fermo
Interior de Iglesia de San Fermo. Foto: Noelia Vela

El contraste es notable. Abajo, la penumbra románica invita al recogimiento; arriba, las bóvedas de madera en forma de quilla de barco crean un ambiente luminoso y abierto. En los muros se conservan frescos del siglo XIV que narran escenas bíblicas y hagiográficas.

Esta superposición de estilos convierte a San Fermo en un libro abierto de historia del arte, y al mismo tiempo en un espacio de culto que conserva un aire de autenticidad lejos de las grandes multitudes turísticas.

Ponte Scaligero: ingeniería medieval y reconstrucción moderna

Entre los puentes que cruzan el Adigio, ninguno es tan icónico como el Ponte Scaligero, levantado en el siglo XIV como parte del sistema defensivo del Castelvecchio. Su impulsor fue Cangrande II della Scala, quien lo concibió no solo como paso estratégico, sino también como vía de escape en caso de ataque.

El puente se distingue por sus ladrillos rojos y sus tres grandes arcos que, en su época, fueron considerados una proeza de ingeniería. Durante siglos resistió guerras e inundaciones, hasta que en 1945 las tropas nazis lo volaron en su retirada.

Ponte Scaligero y Castelvecchio
Ponte Scaligero y Castelvecchio. Foto: Noelia Vela

La reconstrucción de los años cincuenta respetó al detalle la estructura original, hasta el punto de que hoy resulta difícil distinguir las partes antiguas de las nuevas. Pasear por el Ponte Scaligero es revivir esa mezcla de historia trágica y renacimiento que caracteriza a Verona.

Además, el puente conecta directamente con el museo del Castelvecchio, que alberga una valiosa colección de arte medieval y renacentista.

Basílica de Santa Anastasia: gótico en plenitud

La Basílica de Santa Anastasia, iniciada en 1290 por los dominicos, es la iglesia gótica más grande de la ciudad. Su fachada quedó inconclusa, pero el interior sorprende por su grandiosidad.

Las columnas de mármol rojo de Verona sostienen tres naves cubiertas por bóvedas decoradas con motivos florales. Los detalles escultóricos son abundantes: desde los capiteles hasta las pilas de agua bendita sostenidas por figuras grotescas que parecen salidas de un cuento medieval.

Basílica de Santa Anastasia, jorobado sujetando la pila de agua bendita
Basílica de Santa Anastasia, jorobado sujetando la pila de agua bendita. Foto: David Sánchez

El fresco más famoso del templo es el de San Jorge y la princesa, obra maestra de Pisanello, pintado en el siglo XV y ejemplo del gótico internacional. También destacan los vitrales y las capillas laterales, ricamente adornadas por familias nobles veronesas.

Santa Anastasia es, en definitiva, un espacio donde la espiritualidad se mezcla con el virtuosismo artístico, y donde el gótico se muestra en su expresión más pura.

Arena di Verona: del anfiteatro romano al templo de la ópera

Si hay un símbolo capaz de sintetizar la grandeza de Verona, ese es la Arena, el anfiteatro romano construido en el siglo I d.C. Con capacidad original para 30,000 espectadores, fue escenario de luchas de gladiadores, espectáculos de caza y representaciones públicas.

A diferencia del Coliseo romano, la Arena de Verona se ha mantenido en uso casi ininterrumpido durante dos milenios. Un terremoto en el siglo XII derribó parte de su anillo exterior, pero el interior siguió funcionando.

Arena di Verona, entreacto
Arena di Verona, entreacto. Foto: Noelia Vela

En 1913, con motivo del centenario de Giuseppe Verdi, se inauguró aquí el Festival de Ópera de Verona, que desde entonces se celebra cada verano. La acústica del lugar y la monumentalidad del escenario han atraído a los mejores cantantes del mundo. Sentarse en las gradas de piedra y escuchar una ópera bajo las estrellas es una experiencia que combina pasado y presente de forma irrepetible.

Además de la ópera, la Arena acoge conciertos de música contemporánea, convirtiéndose en un espacio vivo que sigue escribiendo historia.

Verona, un mosaico de tiempos superpuestos

Lo que hace única a Verona es su capacidad para unir épocas y relatos. En una misma jornada se puede caminar por un anfiteatro romano, entrar en una iglesia gótica, cruzar un puente medieval y terminar la tarde en el balcón de una heroína literaria inventada.

La ciudad no es solo escenario del pasado: es un lugar con vida cultural intensa, donde se celebran festivales de cine, de música y de literatura. Al mismo tiempo, conserva un ritmo cotidiano de cafés, mercados y paseos que la mantienen auténtica.

Verona, en definitiva, es una ciudad que invita a la contemplación y al descubrimiento. Un sitio donde cada piedra tiene una historia, y cada historia, un eco que resuena entre mito y realidad.

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Crítico de cine, especializado en cine latinoamericano. Es miembro de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) y de l'Académie des Lumières, de la prensa internacional en Francia.