En su edición número 17, celebrada del 11 al 17 de septiembre de 2025, el Festival DMZ Docs vuelve a ser un territorio de encuentro entre miradas que buscan, desde el cine documental, interrogar el presente. Lejos de los discursos grandilocuentes, muchas de las películas que ahí se estrenan nacen de vínculos pequeños, de convivencias prolongadas, de una cercanía que solo el tiempo sabe cincelar. Tal es el caso de To the West, in Zapata, la ópera prima de David Bim, cineasta español que lleva casi quince años viviendo en Cuba y que ahora presenta su trabajo en la Competición Internacional.
Una película nacida de la amistad
La historia comenzó como suelen comenzar las cosas verdaderas: sin pretensiones. En sus viajes por el interior de Cuba, Bim conoció a Mercedes y a su hijo, un niño con autismo. “Antes de pensar en hacer una película, lo que surgió fue una amistad”, confiesa. La confianza lo llevó a pasar temporadas en la casa, a compartir los días de precariedad y a convertirse en alguien necesario: quedarse con el niño mientras la madre salía a resolver los mandados, acompañar silenciosamente la rutina.
La cámara, al principio ausente, fue apareciendo después, como una prolongación natural de esa intimidad. Con los años, el gesto cotidiano se volvió relato, y el relato, cine.
El tiempo detenido en blanco y negro
Rodada en blanco y negro, To the West, in Zapata es una película que se resiste al color turístico de las postales habaneras. Bim busca otra dimensión: “Al quitar tridimensionalidad a la imagen, se la devuelvo al sonido”. El resultado es una obra donde la respiración, los silencios y los pasos pesan tanto como los rostros.
El filme está dividido en dos movimientos: el padre en un lado, la madre y el hijo en el otro. Entre ambos, la distancia se vuelve protagonista, esa grieta que obliga a la familia a vivir separada para poder permanecer unida. Bim invoca el mito de Sísifo para explicar la esencia de su obra: la roca que se levanta una y otra vez, sabiendo que siempre volverá a caer.
Cuba como aprendizaje y pertenencia
Instalado en Cuba desde hace años, el director reconoce que su vida y su cine se han moldeado bajo un tiempo distinto, un tiempo “que siempre llega tarde”, donde todo se paga con paciencia y donde las carencias materiales obligan a inventar formas de narrar. “En Cuba muchas veces no tenemos ni luz; hacemos clases de cine según las horas de sol. Eso te enseña a convertir la limitación en lenguaje”, explica.
De la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, fundada por Gabriel García Márquez, conserva la certeza de que el cine puede abrir espacios de libertad allí donde la realidad parece cerrarlos.
Un retrato de resistencia íntima
Más que un documental sobre Cuba, To the West, in Zapata es un retrato de resistencia íntima, de vínculos que sobreviven en medio de la precariedad y el desarraigo. Es una película sobre el movimiento —porque quedarse quieto duele— y sobre el cuidado a distancia, ese gesto humano que se mantiene incluso cuando todo lo demás se derrumba.
Con esta ópera prima, David Bim no solo se presenta al mundo en el DMZ Docs 17, sino que confirma que el cine puede nacer de lo más sencillo: la amistad, la confianza, la convivencia. Y que a veces basta con levantar la roca, una vez más, para encontrar en ese gesto un sentido.