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El poeta es una grieta: Una conversación con Álvaro Ique

Esta entrevista gira en torno al poemario "No hay nada más en la tierra", publicado por la editorial Mediática.
Andrea Cabel

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Poeta y narrador. Entre sus libros publicados figuran: Morgana en los infiernos / mandrágora (2008), Cartas desde el mar (2010), Amores en el guayabal (2014), Delirios de cantina (2015), Rosas y putas (2015), Guacamaya Love y el son de los mojados (2018). Así como El veneno de la poesía / The poison of poetry (2019), Espérame en Caballococha (2019), Sicario (2019), Palabra de reptil (2020), Lengua de reptil (2020), Iquitos Lesbo (2023), Cuneccia Tropical (2023), No hay nada más en la tierra (2024), Con un hacha en la mano (2024), Guacamaya Love y el son de los mojados (2018, 2025). Reside en Fort Myers (EE.UU.) Puede leerse su trabajo en este link https://www.alvaroique.com/

-Tu poemario No hay nada más en la tierra inicia con dos epígrafes, uno de Lord Byron y de T.S Eliot ¿a qué se deben estas referencias literarias tan distintas entre sí? ¿Cómo se vinculan con tu obra? Pregunto porque también mencionas al segundo autor en algunos de tus poemas.

-Pudieron haber sido los contrarios W.B. Yeats y Raymond Carver -el primero, renovador a paso firme de la siguiente ruina, un convencido del placer eterno de lo difícil. El otro, un emotivo arraigado, sombrío, tomándole el pulso a la respiración de lo cotidiano. Pero, preferí al vagabundo solitario, poeta romántico y mujeriego enamoradizo, al que su madre llamaba “rengo bastardo”, cuya poesía inadecuada fueron estallidos de provocación, idealismo heroico y adoración por la naturaleza: Lord Byron. Y para completar la dupla: T.S. Eliot, poeta al que no le interesó el romanticismo y que se hizo su propio canon con Dante, desestimando sin ningún problema espiritual y estético, a Shakespeare. Es el mundo contemporáneo estallando en mil pedazos. Terror, locura, desolación, muerte.  La ominosa religión, es decir, la esclavitud religiosa expuesta en “tierra baldía” sin asomo de redención. Un parricida extraordinario anunciando nuevos tiempos. Demiurgo técnicamente virtuoso. Más bien, contra toda interpretación no puedo saber si estoy vinculado devotamente con estos eternos gozosos, de ser así, el chamullo poético (de ambos) sería una causa justa convertida en males separándome de los demás. Entre verso y verso como ostras vacías también encajo a otros autores que, de la felicidad interrumpida y el horror, el misticismo, la desesperanza y la demolición saben mucho, William Blake, por ejemplo.  

-La ilustración con la que inicia el poemario me parece sugerente: un niño en una esquina de un recuadro mirando cómo se destruye una ciudad, cómo tanques disparan balas contra amas enormes de fuego. El niño abraza un oso de peluche como refugio de ternura. No sé si nos puedes contar un poco el vínculo entre este dibujo y tu propuesta poética. 

--Tiene que ver con la buena cabeza y la gran imaginación de mi nieto Sawyer Ique. Mientras yo le soltaba un poco de ‘letra’ acerca del poemario, él se despachaba con su lápiz HB haciendo bosquejos sobre cartulina Bristol en su mesa de dibujo. 

-El yo poético en No hay nada más en la tierra es un vagabundo, un “renegado. Un bulto incómodo”, un “loco amenazando con un clavel. Un tartufo” (p. 39) ¿cuál es el lugar del desamparo, el desarraigo, y la nostalgia en tus versos? Pregunto esto porque los poemas discrepan de la idea de que la “poesía utilitaria no es más que un asunto de puntos y comas” (p. 63) entiendo entonces que buscas algo distinto con tus poemas: ir más allá de la corrección, mostrar lo que no se quiere ver. 

-Hay una sola opción: ser un mal bicho inelegible sin consideraciones con el yo poético. Solo así es posible escribir desde el autoexilio, lamiendo la sal amarga del desamparo, mordiendo la nuez venenosa del desarraigo y rascando el sarpullido de la nostalgia; de lo contrario se convierten en tumores malignos, secándonos o pastizales secos ardiendo bajo la lupa de Dios, desapareciéndonos. La corrección es una especulación ¿formal?, invasiva, que cada cierto tiempo lo renuevan, disimulando o ampliando su intrusión. La poética utilitaria, estética puramente funcional y decorativa. Lato. Átono. Hueco que afecta la fisonomía de las palabras. Prefiero el grotesco esperpento y el cursi folletín. La búsqueda debe ser constante, pensando desde la carne, desde el absurdo y el éxtasis. Crear una poesía sin consuelo, sin destino ni propósito. Sin creer en la salvación.

Álvaro Ique: “El poeta solo es una grieta. No salva ni embellece”
Álvaro Ique: “El poeta solo es una grieta. No salva ni embellece”

En este oficio no hay premio. Hay abismo, aunque mirar duela. Y de una vez, entiéndalo: El poeta no salva, no educa. No tiene devotos. El poeta no embellece, te quita los filtros. El poeta no te alivia. El poeta no explica ni negocia. El poeta no es rentable. Es una grieta. El poeta es una mezcla de nuevos y viejos motivos íntimamente ligados a la vida echada a perder. 

-Es cierto que las mujeres en tu poemario tienen un rol complejo: no son meros objetos de deseo o señuelos de transgresión. Me interesa la reivindicación que haces de aquellas de las que claramente se señalan que trabajan “para poner algo en la olla”, aquellas a las que “no les dan bola en las comisarías”, aquellas mujeres de las que “desconfían”. ¿Tienes también un interés reivindicatorio con las heroínas, por llamarlas como las llama el yo poético? 

-El fulano este -el yo poético- es un desorientado y errático. Está hecho a propósito para “andar” dando palos de ciego, y deambulando en callejones semioscuros tanteando el piso, desconfiado, o descifrando caligrafía en clave o robándole el anillo a un ahorcado. Pocas veces acierta, y es el detalle que desorienta al lector. Y me gusta. La heroína como tal no me interesa. La visten de raso y satén, la cubren de oro, la encajan en un estuche de ópalo y seda roja en alguna vitrina de tienda lujosa, para exprimirla comercialmente. La que inflama mi sangre y temperamento es la antiheroína. Animala enfrentada a la manada. Derrotada invicta. Mujer suprema indoblegable.

-¿Cuál es el lugar de la música en tu poesía? Pregunto esto porque cada poema tiene un vínculo, o una referencia a una canción y a un artista como Kurt Cobain, Amy Winehouse, Manu Chao, Lou Reed entre otros. Aparecen como si fueran un soundtrack para cada verso. No sé si podrías comentarnos un poco por qué te parece relevante la referencia a la música en tu poesía.

No sé si es relevante. La música -en mi caso, el rock & roll, la salsa, el blues y otras sonoridades del alma- o es una cicatriz en el camino o el canto popular a los a los inquebrantables fracasados y maravillosos perdedores, pero de ninguna manera es un canto a las repúblicas.  

-Esta pregunta es inevitable: ¿cómo afecta -además de con la inclusión de versos en inglés- tus vivencias en Estados Unidos a tu poética? Quizás la pregunta es por el lugar del desarraigo. ¿Es tu poética una sobre la errancia? 

-A estas alturas no voy a empezar diciendo: “la pinche vida me arrancó de raíz de mi pueblo natal”. Eso es de palurdos con el ánimo hecho puré añorando la falda de mamá y de rancios melancólicos llorando a mares sobre la leche derramada, clamando el milagro de volver a casa.  A la Ítaca de Kavaffis. No hay Homero que valga. Ahora sí, odian los viajes. Les jode Julio Verne, Herman Melville y se orinan de miedo cuando alguien menciona el barco Caleuche o “Barco de los Brujos”. Y sí, desraizado del “árbol de familia” mi vida desarraigada es una maravillosa catástrofe. ¿Mi poesía? ¡Hum! Quién sabe.

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Doctora y Máster en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos. Ha obtenido las becas a la investigación: Provost Humanities Fellowship, Andrew Mellon Fellowship, Arts and Science Fellowship y dos becas de trabajo de campo para desarrollar sus proyectos en la Amazonía peruana otorgadas por el Centro de Estudios Latinoamericanos (CLAS) de la Universidad de Pittsburgh. Ha dado conferencias sobre literatura peruana en diversas universidades, congresos y ferias internacionales del libro.