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Explotación sexual de niños, niñas y adolescentes: esclavitud del siglo XXI

El abuso, el maltrato, la degradación, son cotidianas en un mundo donde la pobreza económica y moral asuela a las mujeres, niñas, niños y adolescentes con especial encono.

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María vivía con sus cinco hermanos y sus primos en un cuarto del centro de Lima. A los nueve años fue abusada por primera vez, por un tío. Poco después, a los 12, conoció en el colegio a una amiga que le presentó a Jhony, un hombre de 40 años. Él la “trataba bien” y después de tenerla, le compraba comida o ropa.

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María tiene hoy 15 años: fugó de la casa materna y vivió en las calles hasta que fue “rescatada” e internada en un Centro de Atención Residencial (CAR) del Programa Integral Nacional para el Bienestar Familiar (Inabif). María no se reconocía víctima de explotación sexual infantil. El abuso, el maltrato, la degradación, son cotidianas en un mundo donde la pobreza económica y moral asuela a las mujeres, niñas, niños y adolescentes con especial encono.

Estudios no oficiales pero muy serios calculan que unas 10 mil niñas enfrentan historias similares. Los principales focos de abuso infantil son Lima y ciudades como Puerto Maldonado, Iquitos y Pucallpa, donde los delitos de trata de personas y Explotación Sexual de Niños, Niñas y Adolescentes (ESNNA) tienen un sub registro, puesto que muchas víctimas no reconocen su situación y la explotación está “normalizada”, por lo que no se le denuncia.

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Para salvar a estas víctimas es necesario el impulso de políticas públicas integrales que no sólo las rescaten de situaciones críticas sino que, a la par, curen las heridas profundas que el abuso deja en el alma.

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Existen iniciativas mixtas –Estado y sociedad civil– en las que intervienen instituciones como el Proyecto Ruta Única de Atención (RUA) contra la ESNNA, impulsadas por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y la Cooperación Italiana Cesvi.

El proyecto RUA atiende a las víctimas con un enfoque integral que les permite, a través del arte-terapia, curar las heridas profundas que afectan su conducta y su relación con el mundo. Además, las ayuda a definir su proyecto de vida y busca su inclusión laboral para que, al culminar el régimen de internamiento, salgan al mundo y vivan con dignidad y paz.

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El caso de María se repite todos los días por factores como el hacinamiento, la falta de oportunidades y el no acceso a servicios básicos de salud, alimentación, vivienda y protección. El desafío es complejo porque nos enfrenta a mafias, valores trastocados y miseria, pero ningún ser humano puede permitir que este sistema de esclavitud moderna se repita. Tenemos la obligación moral de salvar a todas las Marías.

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El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
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