Un importante grupo de vecinos del asilo Santa Luisa de Marillac, ubicado en el jirón Huánuco 585, Barrios Altos, denuncian a Verónica Zegarra Cosío, la administradora de ese refugio para adultos mayores, de violentar, golpear, desalojar e incluso desaparecer a los ancianos residentes del hospicio.
Los vecinos, hartos de tanta impunidad, aseguran que Zegarra alquila los cuartos del hogar, propiedad de la Iglesia Sagrados Corazones Recoleta, por S/ 500 o S/ 700 a cualquier persona joven que necesite un techo y pueda pagar. Sin embargo, para asegurar la disponibilidad de las habitaciones, la administradora desaloja sin piedad a los ancianos desamparados que encontraron en el Santa Luisa un hogar y una familia con la cual pasar sus últimos años de vida.
El vía crucis para estos abuelitos inició el 13 de marzo de 2012 cuando el cura Rafael Sánchez-Concha Chil nombró a Verónica como administradora del asilo Santa Luisa de Marillac. Aunque lo cierto es que hoy ese hogar ya no se llama oficialmente así. El 24 de setiembre de 2012, poco más de 6 meses después de que Zegarra adquiriera el dominio del refugio, su hermana Rosa Judith Natividad Zegarra Cosío inscribió el asilo ante la SUNAT como Asociación de Caridad Hospicio Divina Providencia del Corazón de María.
Desde ese momento, Verónica Zegarra hizo un negocio al rededor de la necesidad: pasó de cobrar la simbólica suma de S/ 30 para alojar a los ancianos a los S/ 200 por mes, entregando todavía recibos a nombre de la Iglesia Sagrados Corazones Recoleta, la cual no es ninguna desconocida. Fue fundada en 1606 bajo el nombre de Recolección de la Venturosa Santa María Magdalena de la Orden de los Predicadores (Dominicos) y su parroquia es la emblemática de estilo neo-gótico que se ubica en la Plaza Francia.
EL PERFIL intentó comunicarse con ellos para conocer sus descargos, sin embargo, una persona que no quiso revelar su identidad dijo sorprendentemente que la misma no se encontraba en actividad pese a que, tal como pudimos comprobar, los servicios religiosos y la recepción de ofrendas y peticiones se siguen desarrollando con normalidad de manera virtual.
Hace una semana se conocieron unos audios en los que Zegarra asegura que a uno de los religiosos responsables del hogar le ofrecieron 2 millones de dólares para comprar el asilo. Además, se escucha cómo la mujer se asesora en distintos momentos con dos abogados para hacerse del lugar mediante artimañas legales que le permitan eliminar a los adultos mayores y convertir el refugio en un complejo habitacional.
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Estos ancianos, con sus pocas fuerzas y recursos, hoy piden ayuda. Desde que inició la pandemia, sus amigos han ido desapareciendo. Nadie sabe qué pasó con ellos ni donde están, quizás, sus cadáveres. El coronavirus podría haber sido para Verónica Zegarra el momento perfecto para eliminar a los adultos mayores que impiden su negocio, ya que en reiteradas oportunidades personal sanitario ha comunicado que se les ha impedido el ingreso al asilo para vacunar a los pobladores de riesgo.
Hay una especie de resignación en el Santa Luisa. No es la primera vez que denuncian ni que acuden a los medios. En 2017 aparecieron en Canal N y la noticia fue rebotada en El Comercio y sus periódicos. No pasó nada. Hace tan solo un mes, una de las ancianas denunció los maltratos en Tengo algo que decirte de Latina. Tampoco pasó nada. Hace pocos días salieron en Día D de ATV y nuevamente todo igual. Hoy acuden a EL PERFIL exigiendo novedades y justicia. Sobre todo justicia. La administradora Zegarra ya tiene 8 denuncias por maltratos y una condena por abuso, pese a eso, sigue firme en su puesto tomando represalias con los abuelitos que se atreven a hacer públicas sus atrocidades; represalias como dejarlos encerrados por días en sus dormitorios con candados.
Si hacen mucho escándalo los arroja a la calle como desperdicios y se queda con sus cosas de valor. Si tuvieron la suerte de quedarse en el hogar y no pudieron pagar la luz, que también les cobra, les corta la electricidad y se iluminan con una vela. Por la edad a veces se quedan dormidos y ya ha pasado que se les incendia la habitación.