Marlene Monteiro Freitas, una de las figuras más audaces del teatro y la danza contemporánea, ha tenido el privilegio de desplegar su última creación, NÔT, en el espacio más icónico del festival de teatro más prestigioso del mundo: la Cour d’Honneur del Palais des Papes del festival de Aviñón o Avignon (Francia). Este lugar, donde los Papas alguna vez meditaban y dialogaban con lo divino, se transforma cada año en el epicentro del arte escénico. Sin embargo, en esta edición, NÔT ha dividido al público entre la epifanía y el desconcierto, dejando en el aire una pregunta: ¿es esta una obra maestra incomprendida o un experimento que se pierde en su propia ambición?
Apenas 20 minutos después de que comenzara la función, un goteo de espectadores empezó a abandonar el vasto escenario de la Cour d’Honneur. Algunos, visiblemente incómodos, pasaban junto al actor que, en un acto prolongado y visceral, simulaba defecar en una palangana y luego, con una mezcla de provocación y desafío, esparcía esas heces imaginarias entre el público o se la llevaba a la boca. Este segmento, que se extendió durante unos interminables 10-15 minutos, parecía diseñado para incomodar, para romper barreras, pero para muchos resultó un punto de no retorno. La obra, que según el programa duraría 1 hora y 45 minutos, se quedó en 1 hora y 20 minutos, lo que no evitó que algunos espectadores, tras invertir entre 40 y 60 euros en sus entradas, optaran por marcharse antes de tiempo. Perder dinero es una cosa; perder la paciencia y la salud mental, otra.

Decidí refugiarme en el baño a los 30 minutos, no tanto por un rechazo visceral, sino porque la insistencia en la escatología escénica me llevó a buscar un momento de pausa y de convertir en realidad lo imaginario. Desde allí, el murmullo del descontento era inconfundible. Grupos de cinco, siete personas, entraban y salían, repitiendo como un mantra en francés: “C’est nul” (“Es una porquería”). Lo escuché al menos siete veces, con una vehemencia que resonaba incluso desde el baño de mujeres, como si esas palabras fueran una catarsis colectiva, un grito de liberación tras soportar 40 o 50 minutos de desconcierto. Me tomé mi tiempo, cargué el móvil y regresé justo cuando la obra llegaba a su fin. Para mi sorpresa, una parte significativa del público que resistió hasta el final estalló en aplausos, con gritos de “bravo” y ovaciones de pie. Era como si dos especies distintas hubieran convivido en la misma sala: los que huyeron al baño y los que, extasiados, celebraban lo que acababan de presenciar.
NÔT es una obra que exige un conocimiento profundo del teatro y la danza contemporánea, un código que no todos los espectadores poseen. Los artistas, de altísimo nivel técnico, vestidos con guantes, calcetines, camisas, pantalones… en monocromo blanco y negro, algunos con máscaras de inspiración asiática y movimientos robóticos, desarrollan una coreografía que mezcla lo absurdo y lo ritual. Tras la infame escena de la palangana, la acción evoluciona hacia un despliegue de sábanas arrancadas de una cama, bailes aparentemente caóticos y la presencia de un intérprete sin piernas que, con una mezcla de crudeza y poesía, manipulaba extremidades de trapo al ritmo de una música enlatada, acompañada por peculiares instrumentos en vivo, como guitarras que sonaban a panderetas. Todo ello, bajo la imponente sombra de la Cour d’Honneur, un espacio que magnifica cualquier propuesta, pero que en este caso parecía engullirla, como si la obra no estuviera a la altura de su escenario.

La crítica, sin embargo, no puede ignorar la polarización del público. Para los que se quedaron, NÔT fue una experiencia transformadora, un desafío a las convenciones del arte escénico que Marlene Monteiro Freitas domina con audacia. Para otros, los que abandonaron o despotricaron en los baños, fue una provocación gratuita, un ejercicio que prioriza el impacto sobre la coherencia. El Festival Off, con su público más terrenal, suele bromear sobre la complejidad de las obras que pasan en el In, como si los asistentes del “In” fueran una élite que pretende entender lo que no comprende. Y quizás ahí radica el problema: NÔT exige un bagaje, una preparación, una disposición a dejarse llevar por el lenguaje abstracto de Freitas. Sin eso, la obra se convierte en un enigma indescifrable, un gasto innecesario de 50 euros para quienes priorizan su bienestar psicológico sobre el arte.
En resumen, NÔT es un grito de libertad creativa que resuena en dos polos opuestos: desde el retrete, un fiasco estrepitoso; desde las gradas al final, un triunfo incontestable. Personalmente, me quedo con la comodidad del baño, donde la indignación era tan palpable como la genialidad que otros juraban haber visto. ¿Arte o provocación? Depende de dónde estés sentado.
Fechas y horarios de representación:
NÔT se presenta en la Cour d’Honneur del Palais des Papes durante el Festival d’Avignon 2025, del 6 al 12 de julio, a las 22:00 horas.
Compañía: Marlene Monteiro Freitas (Cabo Verde – Portugal). Creación para el Festival d’Avignon 2025.