Llegué a mi casa y al abrir la puerta, encontré a mi madre lista para salir. Estaba preocupada. Mi hermano José Luis había sido internado en el Hospital Carlos Lanfranco La Hoz de Puente Piedra, porque se había caído desde el techo de un grifo.
Se cayó desde una altura de ocho metros el 18 de agosto del 201, el primer día de trabajo. Un día, antes su tío Carlos se había comunicado con él para ofrecerle un puesto que consistía en ayudarle soldar una estructura metálica para reforzar las vigas de fierro del techo del grifo Hi-Gas en el distrito limeño de Puente Piedra.
José Luis vivía hace 18 años en una casa de tres pisos en la cuarta zona de Collique. Salió de su casa a las 6:45 de la mañana porque tenía acordado reunirse con su tío a las 7:30 en el grifo distribuidor de combustibles. Durante todo el camino en el taxi, iba pensando cómo sería un día trabajando, recordaba las instrucciones que le había dado su tío el día anterior, de cómo subir por un andamio cuidadosamente, cómo colocarse el arnés de cuerpo completo y el uso de los materiales de protección necesarios. Además, estaba sudando por los nervios pues carecía de experiencia en soldar.
Cuando llegó al grifo, su tío lo estaba esperando. Eran las 7:30 de la mañana. Su tío Carlos le dio los últimos detalles antes de empezar el trabajo e hizo una señal con el dedo al techo del grifo en la zona donde tendrían que soldar. José Luis observó el techo con cierta angustia pues aquel grifo tenía la altura de su casa de tres pisos en Collique.
En medio de la conversación, el dueño del grifo se hizo presente. Habló con Carlos para culminar detalles y dio el visto bueno para empezar el trabajo. Le dijo que la distribuidora de combustibles no operaría durante los 5 días que se requería para mejorar la infraestructura.
Mientras su tío armaba un andamio de 8 metros de altura para que ambos subieran a la zona a soldar, José Luis limpiaba el aceite rebelde de cada uno de los tubos cuadrados de hierro galvanizado, que iban a soldar, con un trapo empapado de alcohol.
Era mediodía, y el sol bronceaba a José Luis y a Carlos. Ambos sudaban pues tenían el arnés de cuerpo completo presionando su espalda, su cadera y sus piernas. Su tío inició a escalar el gigantesco andamio y José Luis lo siguió.
Cuando subía, José Luis dio un vistazo al vacío y su pánico aumentó. Se armó de valor, inhaló y siguió escalando con mucho cuidado. Su tío ya había llegado a la cima y estaba esperando que su sobrino hiciera lo mismo. Cada peldaño que subía, sus nervios aumentaban. “Solo dos varillas más y llegaré”, pensaba José Luis. Y solo faltando una varilla para llegar a la cima, dio una pisada al vacío con la pierna derecha.
El arnés no estaba enganchado a la estructura del andamio, lo cual fue un error que pudo matarlo. Mientras caía, solo atinó a colocar su antebrazo izquierdo para cubrir su cabeza. José Luis perdió la consciencia, su mirada estaba perdida y el polvo del pavimento se levantó levemente.
Su tío Carlos bajó del andamio, desesperado, llorando. Mucha gente se aglutinó para ver qué pasaba. Un señor llamó a la ambulancia mientras Carlos se culpaba por no enganchar el arnés al andamio. Transcurrían minutos y la ambulancia no llegaba.
Una camioneta de la Municipalidad de Puente Piedra se acercó. El conductor, el copiloto y dos trabajadores decidieron ayudar ante la ausencia de la ambulancia. Los 4 trabajadores de la Municipalidad levantaron el cuerpo de José Luis y lo colocaron cuidadosamente en una camilla improvisada de una tabla de madera que estaba guardada en el almacén del grifo. Subieron el cuerpo de José Luis a la camioneta y se dirigieron al Hospital Carlos Lanfranco La Hoz de Puente Piedra.
En el camino José Luis recuperaba la consciencia y veía a los postes regresar del sitio a donde lo llevaban. Los cráteres de la pista hacían saltar a la camioneta causando un dolor aún más profundo en todo el cuerpo de José Luis. Estar débil lo hizo perder nuevamente la conciencia y desmayarse. Llegaron al hospital y los trabajadores de la Municipalidad dejaron a José Luis en el área de emergencias. Carlos llegaría segundos después en un taxi.
José Luis abrió los ojos con dificultad. La luz de los focos del hospital no le permitía ver con claridad. Sentía intensamente dolor en la mano y la cadera. Escuchaba a la doctora hablar con poca nitidez. Pasaron unos minutos y una doctora se acercó a él para decirle que tenía una ruptura de la muñeca de la mano izquierda y una fisura en el coxis. Le dijo que, si tenía suerte, podría volver a caminar con normalidad.
Enyesaron la mano izquierda de José Luis para curar la fractura, no hicieron ninguna intervención quirúrgica. La doctora dijo que el coxis solo podría recuperarse manteniendo el cuerpo en reposo por unos meses.
Cada día fue un desafío para José Luis. Debía usar pañales, tener atención para que pudiera comer y bañarse. Pasaron 6 meses para que José Luis volviera a caminar y regresar a buscar un trabajo. Su tío Carlos formalizó su empresa, empezó a contratar personal con experiencia y daba las capacitaciones correctamente.
El accidente de José Luis pudo ser evitable si existiera una capacitación en su totalidad adecuada y la verificación formal de las empresas. La caída de José Luis no fue registrada dentro de las 1364 notificaciones por accidente que se dieron en agosto del 2017. Los mismos trabajadores y empleados deben ser conscientes de cuáles son sus leyes que los protegen ante cualquier accidente y pedir las garantías adecuadas.