Previamente, como un modo de asegurar la universalidad de las conclusiones aquí extraídas, podemos recurrir a un nuevo ejemplo examinando someramente procesos análogos en un círculo cultural completamente distinto.
Es un hecho igualmente conocido el papel de los aportes exógenos en el desarrollo de la cultura alemana. Recurrimos nuevamente al microscopio para detectar la intencionalidades políticas y de apoderamiento. Simplemente, como ya hemos dicho, de saqueo.
Los historiadores, lingüistas y filólogos ofrecen un estimulante panorama del desarrollo acabado de mencionar. Saliendo de migraciones y raíces de aún oscura procedencia, todavía portando larvarias herramientas de desarrollo, los germanos, tribus consideradas bárbaras, entraron en contacto con otras civilizaciones a las que la historia considera de mayor perfeccionamiento.
Antes de avanzar aclaremos que no es nuestro interés participar en discusión alguna sobre el significado del término “desarrollo” y su posible y tal vez necesaria relativización. En un plano convencional, partiremos del hecho de que Alemania, -en sus orígenes, la cultura germánicarecibió de distintas procedencias elementos civilizatorios que la fortificaron; y por supuesto también aportó recíprocamente a esas constituciones.
Una de esas vertientes, la más destacable de todas, servirá para reforzar nuestra tesis: La cultura latina.
Antes del contacto, Germania carecia de conocimientos elementales en distintas áreas y avanzó gracias a un proceso de expropiación que dejó su huella impresa en el lenguaje. Diversos ramos del quehacer humano brindan testimonio de esa evolución. Así, en la arquitectura quienes conocían la construcción exclusivamente con recurso a ramas entretejidas y unidas por el dobe, adoptaron de los romanos sociela edificación mediante ladrillos de piedra, esas tegula que ellos aprendieron a llamar Ziegel con las cuales construian murus que pasaron a ser Mauer y en los que se aprecia Fenstern (ventanas), provenientes de latinas fenestra.
El comercio, la administración, la maniobra militar, la navegación, el cultivo de la fruta, la jardinería, son dominios nuevos que se asimilaron junto sus respectivas designaciones enriqueciendo la realidad y el lenguaje.
Pero mas allá incluso de la ampliación mediante voces asimiladas, tuvo lugar un notable crecimiento y fortalecimiento de base conceptual, pues obedeciendo a las necesidades de la evangelización, la traducción y la reflexión, los portavoces del espíritu se vieron en la obligación de crear téminos nuevos que les dieran la oportunidad de manifestar sus ideas.
Un procedimiento muy frecuente en esa tarea fue el tomar palabras ya existentes otorgándoles un significado proveniente del Latín pero desconocido en el idioma de destino, el alemán o, más exactamente, en las formas originarias de este, como el denominado Althochdeutsch -altoalemán antiguo-. Así, el vocablo Buße, que entre sus acepciones tenía la de “curación mediante la magia”, fue reorientado para adquirir el sentido de “penitencia”.
La modalidad más apasionante y más reveladora en este proceso de construcción propia es, sin embargo, aquella que trabaja valiéndose del morfosintaxis. Monjes misioneros, traductores y poetas recurrieron al cuño de términos ensamblando partículas (prefijos, radicales y sufijos), que ellos encontraban equivalentes a las que conocían y usaban en latín. Misericors, cuyo significado es alguien que tiene corazón para el desdichado”, es decir, misericordioso, se convierte en armherzig del altoalemán antiguo (precursor del actual barmherzig), y se construye sumando Arm (pobre) y Herz (corazón). La obediencia, una forma de ser tan acariciada por los evangelizadores, estaba por encima del nivel de abstracción aborigen. La cristiandad echó entonces mano del germánico gi-hôeren (presta oído), para otorgarle el significado latino de oboediens.
BALANCE
Habiendo entonces puesto de manifieston el trabajo de guerrilla conceptual forzosamente requerido en el desenvolvimiento de la cultura, cabe hacerse la pregunta por la medida del saqueo tal y como estamos entendiendo el término. Las diferentes culturas involucradas en esta pugna bebieron de las fuentes con las que entraron en contacto. ¿En qué grado, entonces, la cultura que otorgó los préstamos se habría visto empobrecida en esa concesión? Se trataría más bien de un mutuo aprovechamiento. ¿No aprovechó acaso la lengua quechua -para pasar a un nuevo círculo- del intercambio con el español de modo muy análogo a la operación sintáctica aquí registrada? ¿No se enriquece el español eficiente diminutivo cha- derivados del quechua?
Esa transferencia generosa no ha empobrecido en absoluto a la cultura y el idioma quechuas.
Sin embargo, justamente en la ampliación de zoom que hemos realizado para enfocar y graficar la tela o el manto cultural, se observa un considerable monto de violencia adaptadora. Usar la escalpela para practicar una cirugía ambiciosa, de interés en el propio fortalecimiento, no está exento de conspiración.
Con más claridad se advierte esto si se tiene en cuenta que la operación lingüística no se hizo en el vacío o el aislamiento. Tiene una intensa -y recíprocavinculación con otros factores históricos, algunos de los cuales comportan un uso vehemente -y poco recomendable- de la violencia física. Para que esa aplicación tan ruda sea siquiera posible, se hace necesario contar con la identidad de base proporcionada y mantenida de manera fundamental por el uso de una lengua común.
Así, los historiadores reconocen como muy probable el hecho de que la simple existencia de la nación alemana haya sido alentada por la persistencia de el alemán como lengua autónoma. Es superfluo decir que estos manejos fueron en algunos casos devastadores: El latín, idioma que proporcionó el material para la construcción de fortalezas ajenas, ha desaparecido. El fenómeno ilustra bien los peligros y paradojas del espionaje.
Para trazar un balance y llegar a una conclusión, así como para extraer las anunciadas consecuencias prácticas del presente examen, tendremos que recurrir a la ayuda del filósofo Friedrich Nietzsche y sus meditaciones sobre la cultura.
Nietzsche es categórico cuando coloca a la explotación como el hecho fundamental de la historia:
“La vida misma es esencialmente apropiación, es herir, es reducción del ajeno y del más débil, opresión, dureza, imposición de formas propias, incorporación y, por lo menos, dicho de la manera más moderada, explotación,- “Esto es, por supuesto, una justificación biológica de la opresión de clase. Una legitimación del orden de casta y la desigualdad.
¿Cómo tomar entonces la verdad vital contenida en este valiente raciocinio, esa sincera admisión de la cultura como resquebrajamiento e imposición, y convertirla en herramienta emancipadora?
Los elementos para una deconstrucción son proporcionados por el propio Nietzsche. Si bien el filósofo sostiene justificadamente que expropiar es la esencia de la vida, establece también un momento en que tiene sentido abstenerse de actuar conforme al principio: El momento de la pertenencia a un cuerpo determinado. Esto solo es posible -afirma Nietzsche- cuando los miembros de un grupo ostentan una afinidad de fuerzas y valores.
En esa situación, suspender la dureza, la usura, la invasión, se convierte incluso en gute Sitte, buenas maneras. Esto no sería más que una excepción aristocrática. Nietzsche advierte aquí, repetidamente, que la tendencia democrática europea, el igualitarismo europeo, comporta una privación de lo esencial de la vida, una suspensión del “carácter explotador” de la sociedad. Vivir sin saquear es querer inventar pretensiosamente una forma diferente de vida, es robarle a la vida su pulsión básica. Y, si, por camaradería aristocrática un cuerpo suspende la violencia, entonces, para no convertirse en adáver, deberá ejercer hacia afuera la agresión que ha desterrado de su propio círculo.
¿Cómo volcar esta situación?
INGRESA MEFISTÓFELES
Nosotros contamos con el presupuesto adecuado para evadir este incómodo dilema e ignorar la mortificación cultural. Bastará con transformar la dualidad en contradicción activa; con aprovechar la polaridad a la que la historia nos sometió para revertir una carencia de base y convertirla en una oportunidad de expansión.
Esa reactivación no será por supuesto pura recitación museográfica de objetos desperdigados en el entorno, será -como lo evidencia la conducta general de las culturas-, licencioso saqueo de los alrededores a partir de las raices y los tentáculos que una larga trayectoria ontológica ha puesto a nuestro alcance.
Para alejar en esa tarea toda sombra de revanchismo, se requerirá eliminar de la expresión el término cuerpo usado por Nietzsche y sustituirlo por el de comunidad, de amplio reconocimiento entre nosotros. La ventaja de este giro radica en que limpia el corporativismo y pasa a sugerir una plataforma general de reciprocidad y buenas maneras.
En ese cuadro regocijante -aunque tenso- de la civilización mundial, tenemos el derecho pleno de enrolarnos en nuestras propias montoneras y revalidar relaciones, algoritmos, espacios y cámaras por algún tiempo descuidados alentando a la convocatoria de un renacimiento o resurgimiento peruano y actuando bajo un impulso innovador, aquel que el filósofo llamaba la voluntad de vivir.