“Mauricio, adelante con lo que están haciendo”, le dijo Donal Trump a su par argentino Mauricio Macri durante un coctel en el encuentro de las Naciones Unidas que se realizó esta semana en Nueva York. Fue un gesto de respaldo a la política neoliberal que elevó la cifra de pobres a 11 millones de personas en la tierra de Gardel.
Hoy, el 27,3 por ciento de los argentinos es pobre, lo que equivale a 11 millones de personas. De ese total, 4,9% son indigentes, es decir, sus ingresos no alcanzan ni siquiera para comer. La cifra no fue revelada por los opositores, sino por el organismo oficial de estadísticas (Indec) y cuestiona la política económica de Macri que prometió encarar la pobreza como una de sus prioridades.
Ese es un juramento olvidado, como tantos otros. Ahora lo que importa es cumplir con el mandato del FMI que otorgó un préstamo de US$ 50 mil millones para la aplicación de un programa ultraliberal que colisiona con el empleo y las industrias locales. “El Fondo no es una entidad abstracta. Está Christine Lagarde, que es la directora. Y también el conjunto de países que integran su directorio. Esos países creen que es lo que está haciendo la Argentina es correcto y volvieron a reforzar (el programa), reconoció el ministro de Relaciones Exteriores. Jorge Faurie.
El más satisfecho con la bendición parece ser Macri, que ayer anunció que está “listo para competir” en las elecciones de 2019, pese a que se acrecienta el rechazo contra el gobierno. En medio de las convulsiones de la crisis económica, les dijo a sus partidarios: “No los voy a abandonar, creemos en este camino, voy a seguir hasta el final por ustedes”.
Pese a los reclamos de la calle, el presidente insiste en que va por el camino correcto, algo que contradicen las cifras. “Yo me tomo este trabajo con una enorme responsabilidad y con un enorme amor, porque realmente es lo que siento por mi país. El tema de las candidaturas es un tema que ya vendrá”, indicó.
Fue un mensaje de fe para el oficialismo, golpeado por el contundente paro nacional convocado por la Confederación General de Trabajadores que paralizó todo el país y mostró que sus compatriotas cada vez creen menos en su programa. Por eso, busca levantar la moral de sus seguidores, afectados por los serios reveses del gobierno en los últimos meses.
Al analizar la crisis, la volatilidad de los mercados y los aumentos de precios de la gasolina y el dólar, Macri instó a seguir trabajando y dijo que pronto se van a ver los resultados. “Todas las medidas que hemos tomado van a llevarnos al equilibrio. Queda claro que a partir de ahora la Argentina va a entrar en una zona de equilibrio, lo que no significa que no tenemos meses duros por delante. Pero vamos a poner el país en marcha”, remarcó.
De este modo intenta devolver la tranquilidad a su equipo, luego que ordenara la destitución de Luis Caputo, el presidente del banco central que se oponía a las políticas impositivas del FMI: “… yo soy de los que creen que cada dificultad que estamos pasando, nos fortalece. Siento que los argentinos hoy somos más fuertes de lo que éramos hace dos años cuando empezamos a trabajar juntos, porque hemos ido aceptando la verdad, poniéndola sobre la mesa, no nos engañamos más, no escuchamos más los cantitos de sirena que dicen que todo puede ser gratis, que todo es fácil y que no hay que hacer ningún esfuerzo”.
En verdad, se siente escaldado por las protestas. Al referirse al paro de la CGT, comentó: “No creo que los paros contribuyan… (El paro) es una pérdida de tiempo. No hubo un gobierno que haya peleado más por el trabajo y por los trabajadores que este. La obsesión de este gobierno es generar trabajo porque creemos que es la salida de la pobreza sino también de la felicidad. Y para eso hay que dialogar y trabajar en conjunto, no hay que andar todo el tiempo buscando el conflicto”.
Pero la pobreza anda suelta en las calles. Basta caminar por la avenida Corrientes, Florida o Plaza de Mayo para encontrarse en las entradas de los edificios con decenas de hombres y mujeres, con sus pertenencias expuestas, viviendo en las calles, sin mayor abrigo que su propia ropa. Son los descreídos del programa, son los abandonados del sistema. Y ya son 11 millones.