Una de las características de los fujimoristas es su "boquita de caramelo". Disparan adjetivos de los más gruesos calibres y sin el menor recato. La palabra "malnacido", que utilizó una congresista para insultar al presidente Martín Vizcarra o aquella que mandó a la "m" a los periodistas de un diario, son solo dos perlas de este océano de la ordinariez.
Con la expresión "caviarada", que es una de sus preferidas, inunda las redes sociales. ¿De dónde viene ese sufijo "ada" sumado al término caviar? Se desconoce si fue idea de Carlos Tubino o de Héctor Becerril. O de una de las Karinas, Beteta o Calmet, la actriz, quien cuelga en Twitter la canción "El baile del chino".
No se ha podido determinar si la palabra "caviarada" nació en la salita del SIN o en el chat "La Botica" con sus diálogos de alcantarilla, pero tiene la misma intención despectiva que "cholada", como se referían los gamonales a los campesinos antes de la Reforma Agraria. Ese es el sentir de la DBA (derecha bruta y achorada) de hoy y de la que el fujimorismo es fiel escudero.
Son muy ingeniosos los fujimoristas –y también sus socios, los apristas, valgan verdades– cuando de crear y repetir, hasta el cansancio, adjetivos socarrones e hirientes se trata. A los militantes y simpatizantes de Ollanta Humala les dicen, hasta ahora, "humalientos". Esta palabrita vendría de "mugriento" con la terminación "iento" y su dosis peyorativa.
Hay miembros de Fuerza Popular que tienen un léxico de batalla que haría avergonzar a la propia Martha Hildebrandt. Y eso que la lingüista, otrora congresista, no se anda con remilgos a la hora de mover la sin hueso. Otra exparlamantaria fujimorista, Luisa Cuculiza, no se quedó callada cuando salieron a la luz los diálogos del chat "La Botica", pues mostró su indignación por las "lisuras y groserías" que allí se vertieron.
El odio los lleva al descontrol y este a la ofensa. Camino fácil para quienes creen que la prepotencia es un salvoconducto para el agravio. Para quienes no tienen más argumentos que el insulto.
La facilidad para pronunciar o escribir palabras de baja estofa no solo es cualidad de los congresistas, dirigentes, ciertos periodistas y miembros de la farándula que se proclaman fujimoristas, sino también de sus escuderos en Twitter y en Facebook, los llamados fujitrolls. El decoro brilla por su ausencia, el insulto y la burla son el común denominador.
A veces, la militancia fujimorista se contagia de este vocabulario y lo usa hasta para cuestionar a sus propios líderes. Como esa mujer que, en un plantón, culpaba a Keiko Fujimori de la anulación del indulto a su padre. "Keiko ya se jodió, Keiko ya se c…", expresaba con la voz inflamada y el rostro ardiendo de odio. Esos puntos suspensivos simbolizan las palabras que, por decencia, nos rehusamos a reproducir.