Este artículo es de hace 5 años

“Por un populismo de izquierda”: una entrevista con Chantal Mouffe

Michael Calderbank, coeditor de la publicación Red Pepper de Reino Unido, dialogó con la filósofa y politóloga belga Chantal Mouffe sobre el concepto de Populismo de izquierda, como se titula su libro más reciente.

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—¿Por qué considera que es momento de un “populismo de izquierda”?

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—Actualmente vivimos en sociedades posdemocráticas. Esto se debe, en primer lugar, a que se han vuelto difusos los límites entre izquierda y derecha, una situación que llamo “pospolítica”. Esto sucede porque los partidos socialdemócratas aceptaron la idea de que no hay alternativa a la globalización neoliberal. Cuando los ciudadanos votan no tienen opción, porque no hay una diferencia fundamental entre los programas de centroderecha y de centroizquierda.

También hemos sido testigos de un fenómeno de “oligarquización” de nuestras sociedades, en el sentido de que vemos una separación cada vez mayor entre un pequeño grupo de gente muy rica y el resto de la población. Lo que es nuevo es que, con la política de privatizaciones, y particularmente desde la implementación de políticas de austeridad, ha habido un fenómeno de pauperización y precarización de las clases medias, que hoy son profundamente afectadas por los efectos de las políticas neoliberales. Esto explica la emergencia de múltiples resistencias al consenso del centro. Lo que yo llamo “el momento populista” está marcado por la proliferación de las resistencias a esta situación posdemocrática.

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Estas resistencias se manifiestan de múltiples maneras, no necesariamente progresistas. En cierto modo, expresan “demandas democráticas” –demandas de más democracia, de que la gente tenga voz–. Pero estas demandas pueden articularse de manera xenófoba. Por eso hemos visto el desarrollo de un populismo de derecha que proclama que el problema proviene de los inmigrantes. Estas demandas, no obstante, pueden articularse en una forma más progresista, como un llamado por mayor extensión y radicalización de la democracia. A eso me refiero cuando hablo de “populismo de izquierda”.

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En On the Political, publicado en 2015, examinando el fenómeno de la pospolítica, argumenté que el enfoque de la “tercera vía” no suponía un progreso para la democracia y que la falta de un debate agonístico entre diferentes alternativas era un peligro para la democracia, ya que sentaba las bases para el desarrollo del populismo de derecha. La idea de que la política trata sobre la reconciliación y el consenso es definitivamente una idea errónea de la política. La política democrática debe ser partidista. Requiere establecer límites entre izquierda y derecha. No puede haber democracia sin un debate agonístico sobre alternativas posibles.

—¿Cómo definiría la constitución de un populismo de izquierda?

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—Hoy muchos más sectores de la sociedad están más afectados que antes por la globalización neoliberal y por el nuevo modo de regulación del capitalismo. En los tiempos fordistas, estos fenómenos te afectaban sobre todo si trabajabas en una fábrica. Pero con el desarrollo del capitalismo financiero y lo que algunas veces se denomina “biopolítica” todos estamos afectados, porque muchos aspectos de nuestras vidas están ahora bajo control del capitalismo. Esto, por supuesto, es negativo, pero también puede suponer una oportunidad, porque significa que hay un número más grande de personas que pueden verse beneficiadas por un proyecto de radicalización de la democracia. Ya no será sólo la clase trabajadora, sino importantes sectores de la clase media.

La frontera política tradicional de la izquierda se estableció definiendo a la clase como la base. Había una clase trabajadora, el proletariado, que se enfrentaba a la burguesía. Hoy, dada la evolución de la sociedad, está ya no es la manera en que deberíamos establecer fronteras políticas. Hay una serie de demandas democráticas que no pueden ser formuladas en términos de clase –por ejemplo, es necesario tomar en consideración las demandas del feminismo, el antirracismo, el movimiento gay, el ambientalismo–.

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Estas demandas no se encuadran en la oposición tradicional entre clase trabajadora y burguesía. Debemos construir esos límites de una forma populista, que es mucho más transversal; es “el pueblo” contra “la oligarquía”. Hay muchos sectores que pueden involucrarse en un proyecto antineoliberal; es necesario aglutinarlos construyendo el “pueblo”: un deseo colectivo. La frontera política no se puede establecer estrictamente en términos de clase. Esto no significa que las demandas de la clase trabajadora deban abandonarse, sino que precisan articularse con otras demandas democráticas. Esta es la característica central del populismo de izquierda y la diferencia central que este tiene con la construcción de fronteras en términos de clase. Si queremos construir ese “pueblo” precisamos entender qué motiva a la gente a actuar. ¿Por qué, por ejemplo, la gente reacciona ante ciertas formas de subordinación? ¿Por qué protesta contra la injusticia?

Considero que la idea de la igualdad, de la justicia social, y la idea de la soberanía popular son valores fundamentales en el imaginario social democrático. Esta es la forma en que los ciudadanos demócratas se constituyen y socializan políticamente. Y cuando sienten que les quitan esos valores, manifiestan distintas formas de resistencia. Pienso que lo que mueve a la gente a actuar en el campo de la política es la demanda de igualdad y democracia. Es por eso que hoy asistimos a múltiples resistencias contra la posdemocracia.

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Uno de los eslóganes de los indignados fue: “Tenemos un voto, pero no tenemos voz”. Mucha gente siente hoy que ha sido privada de su voz. Es esto lo que está en el centro del “movimiento populista” y es crucial ofrecer una respuesta progresista a las demandas que están en el origen de esas resistencias. En lugar de ver al populismo de derecha como la expresión de demandas intrínsecamente racistas y sexistas, precisamos ver que estas expresan de hecho un llamado por más democracia, por tener voz.

Este también fue el caso del voto al brexit en Reino Unido. Mucha gente votó por el brexit no por xenofobia, sino porque sintió que sus inquietudes no eran tomadas en cuenta por el establishment. Estas son demandas por democracia, pero pueden expresarse en formas que restringen la democracia – recuperar la democracia, pero sólo para un pequeño grupo de gente, los nacionales–. O, y este es el desafío, pueden ser formuladas de forma que profundicen y radicalicen la democracia. Para mí lo que está en juego es qué tipo de populismo será el hegemónico y dará respuesta a estas demandas.

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Estoy convencida de que la única forma de luchar contra el populismo de derecha es desarrollar populismo de izquierda. Esto es, un populismo que tome en cuenta la variedad de resistencias contra la posdemocracia y les dé una forma de expresión que lleve a la reafirmación y extensión de los valores democráticos. En Francia hay algunas personas de izquierda que dicen: “No deberíamos ni siquiera hablar con la gente que votó a Marine Le Pen, porque esa gente es básicamente fascista y no puede reformarse”. Discrepo totalmente con esta posición. Es sabido en Francia que muchas de las personas que votaron a Marine Le Pen solían votar al Partido Comunista. Fueron abandonadas por los socialdemócratas y Le Pen fue la única que les dijo: “Comprendo sus inquietudes”, pero agregó: “La situación en la que ustedes están es culpa de los inmigrantes”. Afortunadamente las cosas han empezado a cambiar, porque los militantes de La Francia Insumisa (el partido de Jean-Luc Mélenchon, a menudo considerado como populista de izquierda) se ha acercado a la gente que vota por Marine Le Pen para conversar con ella. En la última elección fue interesante ver que, en muchos lugares importantes, por ejemplo, en Marsella, Mélenchon quedó primero en circunscripciones que antes habían votado por Marine Le Pen. Por tanto, se probó que la gente que sostiene que las personas que votaron a Marine Le Pen nunca votarían a Jean-Luc Mélenchon no tienen razón.

Esto muestra que las demandas de la clase trabajadora no son necesariamente progresistas o xenófobas: todo depende de cómo se articulen. Los populistas de derecha las articulan de forma xenófoba, y el desafío del populismo de izquierda es ofrecer una forma diferente de articulación de esas demandas.

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