Cuando uno visita las comunidades rurales y aisladas en la Costa, Sierra y Selva del Perú –sin distinciones de cultura, raza o religión–, se encuentra con perfiles comunes: niños de baja estatura, peso notoriamente inadecuado y niveles de compresión matemática y lectora deficientes para la edad, embarazo adolescente, violencia y otros males que campean al ritmo de las brechas de desigualdad.
Sí, ese es el Perú profundo, un país que muchas veces, en pleno siglo XXI, vive desconectado de los beneficios de la electricidad y que no cuenta con acceso al agua segura; una población que, en la práctica, no tiene derecho a una alimentación adecuada, con proteínas y hierro.
De acuerdo con la ENDES, en el año 2018, en todo el país, el promedio de la prevalencia de la anemia en niñas y niños de 6 a 35 meses de edad fue 43,5%. Y en los últimos cinco años, solo disminuyó en 2,9 puntos porcentuales. El 50,9% de las niñas y niños de 6 a 35 meses del área rural tiene anemia.
El mismo drama se repite en las zonas marginales de las zonas urbanas. En Lima Metropolitana, la cifra alcanza al 35.5%. Y, pese a las grandes brechas, también afecta a los niños del quintil superior de mayores ingresos; sí, el 27,2% de los hogares más ricos del país tienen niños anémicos.
Puno es la región más afectada por la anemia, con un trágico 67,7%. Esto sucede allí donde las truchas del lago Titicaca y de las piscigranjas se guardan para los turistas y donde no se les da huevos a los niños pequeños porque se cree que, si los comen, dejarán de hablar. Sucede allí donde algunas sectas fanáticas y grupos sectarios usan discursos contra los micronutrientes y el hierro que entrega el Estado, con frases temerarias como "Esos productos los entrega la CIA" y "Si los consumen, no van a poder tener hijos".
En las últimas semanas, presenciamos un enfrentamiento en redes sociales y medios limeños que causa risa por la ridiculez de algunos de sus contrincantes. El polémico expresidente Alan García y un séquito aprofujimorista muestran "cifras" y aseguran que en el gobierno 2006-2011 sí se luchó efectivamente contra la anemia. Y acusan a las autoridades actuales de no hacerlo.
En respuesta, funcionarios del gobierno de Martín Vizcarra los enfrentan con más cifras y estadísticas. La realidad aquí es que miles de niños pierden oportunidades de desarrollo físico e intelectual por culpa de la anemia y, por ende, a futuro, estarán condenados a la pobreza.
El Plan Multisectorial para combatir la anemia (Decreto Supremo No 068-2018-PCM), aprobado el 3 de julio del año pasado, declara de prioridad nacional la lucha contra este mal en niñas y niños menores de 3 años. Y, en esa línea, son muchos los profesionales, funcionarios y trabajadores estatales que se han comprometido con esta política pública. Pero ¿qué falta para ver resultados palpables?
Lo real es que esta enfermedad silenciosa atenta contra el futuro. No se trata de cifras y enfrentamientos mediáticos, sino de acciones de corto, mediano y largo plazos, porque la anemia no se ataca en dos semanas; la lucha es constante y de largo aliento.
Tampoco basta con repartir hierro y enriquecer los alimentos con hierro. El Plan habla de un enfoque multisectorial que pasa por dotar de agua segura a los hogares para evitar las infecciones (diarreicas y respiratorias), enfrentar la parasitosis y atender a las madres gestantes con programas integrales.
La comunidad tiene un papel importante. El seguimiento a las políticas públicas es vital para garantizar transparencia y eficacia; una alianza con la academia también es urgente para establecer estrategias de acompañamiento a las poblaciones afectadas, y desarrollar una campaña de comunicación social que trascienda el enfrentamiento público en los medios masivos. Y que tape la boca a los políticos que pontifican en esta materia sin recordar sus propios fracasos.
Empecemos por enseñar a comer sangrecita en todas sus presentaciones. Si las carnes rojas no están al alcance, la suplementación con gotas, jarabes, galletas y micronutrientes es urgente. Sólo así lograremos cambiar el futuro; la verdadera guerra contra la anemia se desarrolla en las casas. Esto sí es guerra.