Con el paso del tiempo las variantes del coronavirus se vienen manifestando con mayor fuerza. Una de ellas es la variante delta, cuya capacidad de transmisión es elevada y se propaga con facilidad y rapidez entre las personas. También está la reciente “mu”, detectada en Colombia, que ha sido calificada como preocupante por la Organización Mundial de la Salud debido a que puede desafiar a las vacunas contra la covid-19. A sabiendas de lo que esto significa, la otra preocupación está en quienes desafían este mal sin medir las consecuencias: la resistencia a vacunarse.
Según estudios realizados, nuestro país estaría a punto de entrar a una posible tercera ola y el daño sería irremediable si ignoramos el peligro de estas dos variantes. En el caso de “mu”, de acuerdo al Ministerio de Salud, existen más de 90 casos en todo el territorio nacional y una persona fallecida. Entonces, ignorar la frecuencia del contagio y, peor aún, no vacunarse, sería un suicidio capital sin precedentes.
A pesar de las campañas de vacunación y los esfuerzos con controlar una tercera ola, hay todavía miles de personas de entre 60 50 y 40 años que aún no han recibido o han tomado la decisión de inocularse. El Repositorio Único Nacional de Información en Salud, señala que más de 640 mil personas de 65 años todavía no han recibido ninguna dosis.
Pero esta no es la única cifra que detalla Reunis, pues de los 60 años en adelante la cantidad bordea el millón, de los 50 suman en promedio 1.8 millones en zonas rurales y urbanas. Aunque no lo parezca, esta realidad no es exclusiva de los lugares más alejados del país. En Lima y Callao existen más de 327 mil mayores de 50 años que aún no han sido vacunados; vaya a saber por qué razones específicamente.
Miles han muerto y cómo no, de seguro, hubiesen querido recibir al menos una dosis para salvaguardar lo más preciado del ser humano: la vida. Esta es una disparidad en que entender el lado razonable del ser hombre se vuelve complicado frente al derecho de elegir y saber cuál es lo mejor o peor. Y aquí, para ser claros, hay rol protagónico de desinformación que ha calado todos los niveles de veracidad respecto a las vacunas.
Entonces, diríamos que algunos de los promotores o como quiera llamarlo, está en la Organización Mundial por la Vida Perú, quienes realizan actividades grupales sin mascarillas en la capital; y Médicos por la Verdad, de lo cual se sabe, difunde teorías sobre un supuesto plan mundial para experimentar en humanos. Sumado a la enorme y compleja información que abunda en las redes sociales.
Pese que la propia OMS aprobó la inoculación de vacunas como Sinopharm, Pfizer y AstraZeneca, el dilema en torno a recibir las dosis contra esta despreciable pandemia parece acrecentarse más en un mundo cada vez confundido. Y ahí el reto de este Gobierno y los desafíos del personal de salud por llevar la vacunación a los lugares que más lo necesitan. Crear campañas de difusión pero con sentido de impacto, debe significar un paso importante para frenar al enemigo invisible.
Solo así, quiero creer y como muchos, evitar mayores daños en un país golpeado no solo por la pandemia, sino por la ignorancia que nos contempla. El daño puede ser mayor, pero Delta y “mu” deben ser controladas a tiempo y solo está en nosotros hacerle frente con la mejor arma: la vacuna.