Carlos Araníbar falleció el 21 de marzo de 2016 en Lima. Fue discípulo de Raúl Porras Barrenechea en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, coetáneo de Mario Vargas Llosa, Pablo Macera, Hugo Neira, Miguel Maticorena y Félix Álvarez Brun.
Es uno de los historiadores peruanos más brillantes no solo por su pulcritud y rigor conceptual cultivados y cernidos con un esmero poco habitual en el medio universitario actual. Se formó en el oficio de historiador como ayudante de Porras en un proyecto de Historia General del Perú que duró varios años.
Carlos Araníbar no era de aquellos que seguían a pie juntillas al maestro, desde el inicio hizo su propio camino en un viaje poco explorado por los biógrafos y especialistas.
Rara avis, modestísimo y poco dado a la publicidad y menos a la espectacularidad. De una erudición inimitable, difícilmente podría ser pasado por alto entre los universitarios e investigadores dedicados al cultivo de las ciencias sociales. En un libro de entrevistas a científicos sociales (Pedraglio, Conversaciones, 2014) cuando Julio Cotler, uno de los destacados sociólogos del medio peruano sorprende porque su entrevistador no lo conocía. En segundos lo baja a tierra con disparos directo a las redes neuronales.
—No sé si tú has leído las cosas de Carlos Araníbar — dijo Cotler.
—No.
—¿No conoces quién es Carlos Araníbar?
—No.
—Es discípulo de Porras. Si hay alguien erudito en la tierra, en el Perú, es Carlos Araníbar.
—¿Historiador?
—Claro. Es una cosa apabullante.
—¿Y dónde publica?
—En la Biblioteca Nacional.
—Pero ¿es una persona de perfil bajo?
—Bajísimo. Pero de una erudición apabullante. Es un personaje para Borges.”
No se trata de alguien extraño a la investigación en ciencias sociales. De ningún modo. El autor de Clases, estado y nación en el Perú desbroza el peso cognitivo, emocional y ético del descollante historiador peruano. Configura con creatividad lo que era Carlos Araníbar, un historiador que ha contribuido decisivamente con la investigación histórica. Distante de embutir páginas enteras con palabras y frases sin aportar conceptos.

En un notable volumen escrito en pocas páginas junto con un graneado grupo de historiadores (Nueva historia del Perú, 1988) escribe un acápite breve “Principio de la dominación”. Un texto de dieciséis páginas que constituye ejemplo de cómo pensar y escribir sin darle tregua a la palabrería que los estudiantes de universitarios suelen llamarle “floro”. Su fina ironía es inimitable “170 héroes hacen trizas el Imperio, se llenan de oro y fama, se devoran entre sí. Al fin, el telón baja cuando el brazo largo del rey pacifica la tierra e impone para 300 años la pax hispanica”.
Fue un profesor universitario de quilates. Cuando ingresaba a clase vestido con el saco azul impecable, camisa blanca y corbata larga anudada al estilo Windsor y el pelo casi rapado los alumnos lo miramos siempre escrutándolo sin pausa. (Una anécdota entre periodistas limeños sobre el nudo de corbata, otro contexto, acabó en insulto por parte de quien confundió el nudo Windsor con Wilson). Y no faltó un alumno avispado con gracejo provinciano para confesarle a sus compañeros hablándoles tan cerca a las orejas “Cachimbo”, sin sospechar que estábamos frente a un gigante. Que fuimos descubriendo con el tiempo.
Sus clases eran siempre en las mañanas. Difícil olvidar sus exposiciones sobre los orígenes del hombre americano porque cada pasaje de sus lecciones eran enseñanzas expresadas con propiedad hasta cuando solo se detenía en la pronunciación del nombre de Aleš Hrdlička, un eminente científico checo que se formó en Norteamérica. El checo sostenía que los emigrantes eran principalmente nómadas de Asia y Araníbar se solazaba reflexionando y cotejando sus pruebas sobre las del francés Paul Rivet. Destacaba la semejanza física detallada como la pigmentación de la piel, etc. y desde luego la cercanía geográfica y la ruta. Siempre pensó en los alumnos que se inician con expectativas a quienes les inculcaba respeto y autoestima como pocos con una prudencia tal que no había elección. Un imperativo nacido de la empatía sin un ápice de imposición externa y pontifical.
Su primer trabajo importante es la puesta en castellano actualizado de las obras del Inca Garcilaso de la Vega Comentarios reales. Pero sin duda la presentación, galería ilustrada, texto paleográfico modernizado e índice alfabético de Nueva crónica y buen gobierno de Huaman Poma de Ayala es su obra cumbre. Su admirable prólogo a la edición de la Biblioteca Nacional es para los lectores curiosos insustituible (2015).

Comienza: “LA ÁGUILA, siendo animal se retrató en el dinero” canta la copla mexicana. No ha gozado igual fortuna el Huaman andino, ausente de la numismática peruana”. Continúa “¿qué importa si no “se retrató en el dinero” el Huaman andino? Y si desde el abismo del tiempo nos llega su protesta que fustiga y mueve al examen de nuestras propias realidades, si el eco punzante de su “¡no hay remedio!” nos aprieta el corazón y nos convida a la esperanza, ¿qué importa si hay o no una mísera calle con el nombre de Huaman Poma?”. Las breves 23 páginas concluyen “En fin, cuando se habla de nuestro primer historiador peruano y de su valeroso testimonio de protesta social ¡tantas cosas son posibles! …Como afirmar, por ejemplo -reiterando algo que escribí hace muchos años-, que la Nueva crónica y buen gobierno es el libro de historia más importante que se ha escrito en el Perú”.
Cuando la Reforma Educativa de 1970 convoca a personalidades de las ciencias, las tecnologías y las humanidades su concurso estuvo presente. Augusto Salazar Bondy me pregunta boca jarro si lo he visto a Carlos Araníbar y si puedo ubicarlo. De inmediato, al ubicarlo le comunico, la invitación y dos días después al llegar a la oficina trato de buscarle un escritorio y una silla y proporcionarle los documentos en curso.
Le describo las actividades de las comisiones y le escucho decir con tanta modestia que su posible colaboración sería mínima debido a sus escasos conocimientos en materia educacional. Después de algunos días fue integrado al Consejo Superior de Educación como no podía ser de otro modo dado su enorme erudición, su experiencia docente como coordinador e impulsor de la Comisión de Estudios generales dirigido por Salazar Bondy nada menos que en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Tratando de ser leal con su brevedad para finalizar allí va una anécdota. Cuando ya era miembro del Consejo Superior, un alto funcionario le presenta un documento mecanografiado de poco menos de 100 páginas y le solicita insistente su opinión y aprobación. Terminó la reunión con un cierto resquemor cuando le hizo observaciones serias muy específicas que se las señaló en el momento. El funcionario molesto le contestó que ni siquiera lo había leído. Lo desdichado del incidente es que el entrevistado no sabía que ya lo había leído en su presencia. Y como suele ocurrir nunca imaginó que la lectura veloz era posible en ese entonces y que estaba en presencia de un lector excepcional. Menos todavía sin sospechar su discreción y prudencia inauditas.