-¿Qué es lo que más recuerda de su padre ahora que ya no está físicamente entre nosotros?
Su presencia.
-¿Cuál cree usted que ha sido la mayor virtud de su padre?
La facultad de penetrar en el ajedrez de la historia. Con sobriedad.
-¿Fue un padre estricto? ¿Cómo era su carácter ante usted y sus hermanos?
Flexible y cariñoso.
-¿Qué le contaría a su padre si estuviera vivo?
Que no hace mucho leí al poeta Stéphane Mallarmé.
-Su padre sabía 7 idiomas. ¿Cómo aprendió usted el idioma japonés?
Al principio con los cursos en japonología (mi especialidad complementaria) y luego viendo filmes en el internet -sobre todo policiales televisivos- y asistiendo a las sesiones de conversación en la vecindad... para desembocar en una breve estadía en Tokio. Pero en este terreno, como en todos los demás, soy un novicio.
-¿Cómo definiría a su padre?
Un heredero de tradiciones históricas que él supo interpretar, traducir y actualizar.
-¿Qué recuerdos tiene de la casa familiar cuando llegaban los amigos artistas de su padre?
Eso es para mí algo muy especial. Suena a madrugada cuando yo era niño y oía al despertar a voces magistrales cantando incluso sus propias composiciones de distinto género, sobre todo, el vals, el huayno y la muliza. Oh, aquellas mulizas. Pero a veces no cantaban..., hablaban. No olvido a don Emilio Choy murmurando ya de mañana en un intercambio que se prolongaba por horas.