Víctor Hurtado Oviedo escribe: “Al igual que los sabios epicúreos, César Lévano mantuvo la serenidad del ánimo, la ataraxia, y nos legó su buen humor, el don amigo de su risa”.
Uno vuelve a leer la frase feliz y se detiene en “la ataraxia” y revisa. Ataraxia se refiere a un estado de ánimo que se caracteriza por la tranquilidad.
Los griegos hablaban de imperturbabilidad, de serenidad. Llamaba mucho la atención la calma con que actuaba César Lévano incluso en situaciones que destilaban estrés. Además, le ponía el condimento del humor.
Cierto día, respondió así a una jueza que veía un caso judicial suyo por su trabajo periodístico:
—¿Cuántos años tiene usted? —le preguntó la magistrada.
—Tengo 85 años.
—No los representa.
—Es verdad, mis amigos me calculan 84.
Humberto Valverde, un amigo suyo que siempre estuvo pendiente para ayudarlo, me dijo algún día: “César Lévano es como mi siquiatra. Yo hablo con él y me calmo… y hasta me hace reír”.
Doris Gibson, la creadora de la revista “Caretas” se tranquilizaba cuando ingresaba en la oficina de César Lévano después de discutir, después de encender los nervios, después de enojarse con alguien en medio del ajetreo de la redacción.
Era un sabio de buen humor el gran poeta César Lévano. Su trabajo periodístico es fuente de una prosa serena con chispas de humor.
Ni las pérdidas tempranas de sus padres ni la cárcel ni las torturas ni los graves accidentes pudieron quebrar su ánimo y vivió obsequiando sosiego e ironías.
Murió el 23 de marzo del 2019 y, desde entonces, el gran periodismo se quedó huérfano de padre.