En la 53ª edición del Festival Internacional de Cine de Huesca, del 7 al 15 de junio de 2025, el cortometraje peruano “El Fin del Mundo” lleva al público internacional a las entrañas de los Andes, donde la historia de Epifanio revive la tragedia del alud que sepultó Yungay en 1970. Dirigido por el cineasta peruano Alessandro Novelli, a quien tuvimos la suerte de entrevistar, este relato de pérdida, memoria y resiliencia captura el alma de una comunidad andina marcada por el dolor y la fortaleza. En una entrevista, Novelli comparte cómo las voces de los sobrevivientes y la imponente presencia del Huascarán dieron vida a esta obra conmovedora.
Un eco de infancia que dio forma a la historia
“Acá en Perú crecemos escuchando ‘hubo un alud que sepultó el pueblo de Yungay’”, recuerda Novelli. Desde niño, esa frase le intrigaba, pero no fue hasta los 26 años, al visitar Yungay, que comprendió su magnitud. “Frente al imponente Huascarán, con sus más de 6,000 metros de altura, empecé a dimensionar la catástrofe”, explica. Las entrevistas con sobrevivientes fueron el corazón del proyecto: “En sus miradas estaban los rezagos del alud, como si hubiese ocurrido segundos atrás, evidenciando la carga traumática que cargan en sus hombros”. En el Nuevo Yungay, construido a 5 kilómetros del lugar devastado, Novelli quedó cautivado por cómo los yungainos hablan de su tierra: “Con tanto amor y con tanto dolor. Esa tierra donde convive la vida y la muerte”.
El Huascarán: un testigo imponente
El nevado Huascarán es más que un escenario; es un personaje omnipresente. “Quería que la montaña esté presente a lo largo de la historia. El Huascarán es como un personaje más, siempre ahí, contemplando todo, hasta que al final devela su única y trágica acción”, detalla Novelli. Escenas como los niños jugando frente al nevado, que “los observa y los cuida”, contrastan con planos “aberrantes” que fragmentan sus cuerpos, evocando los restos hallados tras el alud. La búsqueda de Epifanio por su familia se muestra como “una tarea titánica en un escenario así de grande, así de imponente”. El cementerio de Yungay, la única estructura que resistió el alud, se convierte en un símbolo clave: “Albergó a varios sobrevivientes, y ahí encontramos a Epifanio, perdido en su dolor”.

Epifanio y los niños: un diálogo entre el pasado y el presente
Epifanio, inspirado en un sobreviviente real que escapó al cementerio durante el alud, es acompañado por dos niños fantasmales, víctimas que “siguen jugando en lo que era su casa”. Novelli se reunió con sobrevivientes y jóvenes de Yungay para dar autenticidad a los personajes. “Los niños tienen ese poder de permitir contar historias a través del juego, de frases que parecen no decir nada pero dicen mucho”, afirma. Estos pequeños, que guían a un Epifanio perdido, aportan esperanza frente al trauma. “Son guías para un pequeño Epifanio que anda perdido en vida, preguntando siempre dónde está su familia”, explica, creando un contraste entre el dolor adulto y la energía infantil.
Un título que evoca el apocalipsis
El título “El Fin del Mundo” surge de los testimonios de los sobrevivientes: “Varios sintieron que el 31 de mayo de 1970 en Yungay se sintió como si fuese el fin del mundo. Enormes rocas volando por todas partes, la tierra y el lodo bajando por la montaña a 400 kilómetros por hora, desapareciendo un pueblo por completo en menos de 3 minutos”. El polvo que cubrió la zona durante dos días y el escenario de “escombros, lodo, cadáveres” marcaron un trauma imborrable. Sin embargo, Novelli encuentra un mensaje de resiliencia: “Si bien hay penas que nos van a acompañar hasta el final de nuestros días, tenemos que seguir, pues como me dijo Jorge Flores, el actor que hace de Epifanio adulto, ‘la vida es así’”. En Huesca, espera que el público conecte con “el amor, la esperanza, la compasión” de Epifanio, un huérfano sobreviviente del alud más mortal de la historia.
Raíces andinas y el cine peruano
La rica tradición cinematográfica peruana, impulsada por festivales como el de Lima, inspiró a Novelli a dar voz a Yungay. “Sentía la necesidad urgente de dar a conocer lo ocurrido, que la frase ‘hubo un alud que sepultó Yungay’ tenga el peso que significa”, dice. El corto resalta la fortaleza de las comunidades andinas, golpeadas por la reforma agraria y el terrorismo tras el alud, pero capaces de resistir. La autenticidad se logró con actores locales sin experiencia: “Era importante que se sienta que forman parte de ese entorno, en sus formas de hablar, en sus costumbres”.
Huesca: un escenario global para Yungay
Presentar “El Fin del Mundo” en el Festival de Huesca, calificador para los Premios Oscar y Goya, es un hito tras casi una década de trabajo. “Han pasado casi 10 años desde que fui por primera vez a Yungay decidido a contar su historia. Tener la oportunidad de darla a conocer al mundo es simplemente la mayor retribución”, confiesa Novelli. La universalidad de la búsqueda de Epifanio invita a los espectadores a acompañarlo hasta el revelador final, cuando se descubre su condición de sobreviviente.
Rodar en los Andes: un desafío épico
Filmar en los Andes fue un reto monumental. “El scouting de locaciones fue de varias semanas, las distancias son largas y muchas veces inaccesibles. Los Andes son salvajes: durante el día el sol te quema la piel, durante la noche el frío es intenso, el mal de altura da dolor de cabeza, tus pulmones no responden igual”, relata Novelli. El equipo tuvo que aclimatarse rápidamente para grabar durante la procesión anual por las víctimas, con un tiempo limitado para capturar a los niños entre la multitud. El casting, que priorizó a locales sin experiencia actoral, tomó semanas visitando colegios. “Era fundamental esa autenticidad en las formas de hablar, en las costumbres”, subraya.
Un homenaje a la resiliencia“El Fin del Mundo” es un canto a la memoria de Yungay y a la fuerza de sus sobrevivientes. En el Festival de Huesca 2025, esta historia andina de pérdida y esperanza trasciende fronteras, recordando al mundo que, incluso tras el fin, la vida sigue. Como dice Novelli, “conversar con los sobrevivientes es realmente una lección de humildad, de respeto”.