En el PerĆŗ, es inusual la reedición de libros de periodismo narrativo. Sin embargo, las crónicas que se publicaron veintitrĆ©s aƱos atrĆ”s, con el tĆtulo de Mariposas y murciĆ©lagos, reaparecen āretocadas y anacrónicas, cĆ”ndidas y cavernĆcolasā por voluntad de su autor Julio Villanueva Chang. Con esta segunda mano, las impurezas de la primera edición se han subsanado para esta nueva, editada por Tusquets y perteneciente a la colección Andanzas.
Hubo otros arreglos. Quien haya leĆdo la versión prĆncipe de esta obra notarĆ” la ausencia de algunos elementos: subtĆtulos, dedicatorias, fotografĆas y epĆgrafes. A ello hay que sumarle la presentación de Fernando Savater y algunas crónicas como La isla del escribidor, El jardĆn de las dudas que se bifurcan, GarcĆa MĆ”rquez va al dentista, entre otras. Han sido ajustados tambiĆ©n los bloques que agrupan los textos periodĆsticos (ya no son cuatro, sino tres). El resultado: menos pĆ”ginas, pero mĆ”s sustanciosas, gracias a que el autor ha sabido escoger los textos de su edad de piedra que han quedado mejor tras sus respectivas āretocadasā.
Al recorrer las carillas de esta pieza narrativa se perciben las virtudes del cronista: observador y oyente. Alguien que sabe prestar atención a lo absurdo, lo monótono, lo extraƱo, lo insignificante. Villanueva Chang convierte lo ordinario en extraordinario y ello no solo lo consigue con la envoltura literaria con la que viste su masa periodĆstica, pues esta la sazona con su sensibilidad y su tono poĆ©tico. Y evidencia cuĆ”l es la receta que se necesita para lograr textos formidables: si no se le dedica suficiente tiempo al tema que se busca abordar, la estructura se cae por mĆ”s que se tenga la habilidad para crear frases ingeniosas, jugar con las palabras o narrar de forma literaria.
Lo insólito es una tendencia en las historias del libro: un tal Vallejo, bien āfedericoā (poco agraciado), cuya frustración literaria se encuentra en las veintisiete novelas que ha escrito y no piensa publicar; āun hombre que ha cumplido veinticinco aƱos vendiendo alcancĆas y no ha ahorrado un solo centavoā; un taxista que tiene como pasajero a un cadĆ”ver mientras viaja de Lima a Corongo, lugar donde serĆ” recibido como un hĆ©roe; un periodista que desobedece las órdenes del director del medio para el que trabaja, pues se va a cubrir el terremoto de Yungay de 1970, y que al retornar a Lima, en lugar de ser despedido, lo nombran reportero principal. Se aprecia, pues, que la tragedia, la desdicha, asĆ como la gracia y la satisfacción, pululan en este trabajo de casi 130 pĆ”ginas.
El mayor mĆ©rito del fundador de Etiqueta Negra no estĆ” en crear metĆ”foras, dotar sus textos de una fina ironĆa y un lenguaje pulido, sino en ser un intĆ©rprete cauteloso, original y exigente de la cotidianeidad. Es el fotógrafo de quienes serĆan incapaces de retratarse a sĆ mismos, no porque no cuenten con los medios o el talento, sino porque ni ellos se interesarĆan en sus vivencias, experiencias. Villanueva Chang domina las tres cualidades que se necesitan para hacer periodismo narrativo del serio y el bueno: saber mirar, saber escuchar y saber escribir.