Estamos en un escenario de intranquilidad social atravesado por carencias estructurales, profundas desigualdades sociales y económicas. Se comienzan a procesar las próximas elecciones generales agravadas por la falta de acceso a la justicia, corrupción generalizada y ausencia de liderazgo. Las plegarias no bastan, hace falta abrir las entendederas para cometer menos errores.
Hay una multiplicación de partidos y de candidatos, además del ejecutivo con 60 senadores y 130 diputados que iniciarán el juego de la cutra a “a dos bandas” con bombos y platillos e himno nacional. Un drama de los peruanos que cada cinco años se repite como en una película de blanco y negro, pero cada vez más agravadas y deterioradas por la mala educación, las malas costumbres y las desmesuradas ambiciones heredadas y mal procesadas.
Si hay que creerles a las ciencias sociales y si lo que se constata en el mundo en constante cambio, las realidades tienen otra topografía que se constatan cada día, con exigencias de una visión renovada, una praxis política refrescante y un optimismo para encarar el mundo que viene.
Alfonso López-Chau, con algunas reservas, es una noticia alentadora, más que por el candidato por el respaldo que trasciende las aulas universitarias promovida por sectores, en parte, universitarios formados en ciencias y tecnologías enteramente compatibles con las necesidades y enfoque actuales y una conexión vital con el mundo en pleno proceso de cabios. No es aún la hora de críticas que llegarán en su momento, seguro.
Mientras que un candidato progresista se encuentre encorsetado en un pasado político azaroso sin asumir las virtudes y los desaciertos de sus antecesores va al fracaso. Quedarse en el recuento en un pasado aprista con un tránsito al socialismo para hablar de diálogo antes de diseñar problemas va al despeñadero.
Buscar el camino de reconciliación y una vía al futuro con prescindencia de las necesidades apremiantes de la sociedad actual es una visión política alentada por la ideología. No es la ideología sino la visión objetiva y realista la que permitirá avanzar al ganador. No es un buen ejemplo pretender rescatar del olvido a “Frejol” que cedió la presidencia por sentirse frágil antes de la pelea.
A las generaciones de hoy no les interesan las historias de fracasos contadas sino hacer el camino y cometer sus propios errores. No se requiere ser politólogo ni historiador de la política para entender que cada época tiene su ritmo, su cadencia y su tono. Los electores y los políticos jóvenes esperan un grupo de políticos que aporten energía, aliento, riesgo para avanzar a un mundo de realizaciones conducentes al empleo, al trabajo al estudio al combate del hambre. Ahora.
La política que se piensa y se hace está desordenada, así como la sociedad y la economía que cambia de dirección cuando dictan los dueños. Ni qué decir de la ideología y la visión de futuro que están en otro modo de pensar. Allí que hacer política buscando conexiones con el pasado ideológico es pérdida de tiempo y dinero.
Las reflexiones iniciales y propuestas del posible candidato profesor López-Chau se pierde en el recuento de familiaridad con el fundador del APRA y los recuerdos de la derecha peruana con mucha condescendencia y hasta nostalgia del partido al que dejó para ir al encuentro de la izquierda. Y es precisamente desde donde debe ser repensado el Perú de hoy en muchos sentidos para ser coherente con los jóvenes que no renunciarán a sus metas para ir detrás de remiendos y recuerdos sino hacer el camino de la coherencia y el realismo. Como sus mayores no lo hicieron.
Es sin duda una novedad alentadora que los jóvenes tomen la iniciativa de apuntalar decenas de comités regionales articulando desde las bases la participación en el próximo proceso electoral. Curándose en salud, eso sí, de las viejas componendas que son corrosivas para construir unidad frente al desempleo, la desigualdad, la corrupción, la violencia, el deterioro ecológico, la contaminación ambiental y la educación discriminatoria para ricos y pobres cuyo desempleo futuro está asegurado. A los mayores hay que advertirles que los jóvenes saben reconocer la verdad.