Johan Cruyff fue un extraordinario jugador holandés. Su explosión lo tuvo en el mundial de 1974. Los tulipanes sorprendieron por la dinámica que impusieron en cada uno de sus partidos. Además del gran talento individual que tenían por la gran técnica de sus jugadores. Esta nueva idea del fútbol la expusieron ante Uruguay. El equipo sudamericano apenas perdió 2-0, un partido que debió quedar 6 o 7 goles de diferencia.
Cruyff se quedó maravillado con esa idea y cuando terminó su carrera como futbolista se dedicó a entrenar. El genial jugador también quería innovar. Debido a que en ese momento ya imperaba cada vez más el juego defensivo, Cruyff intentó que sus equipos fuese ofensivos.
En lugar de ir aumentado hombres en la defensa (como era la tendencia), Cruyff pensó que si un equipo atacaba con dos delanteros, entonces sólo debían haber tres defensores para marcarlos. Sólo cuando un club lo atacaba con tres delanteros, debía poner cuatro defensores.
Como casi todos los equipos del mundo sólo atacaban con dos delanteros, entonces implantó el sistema 3-4-3. Es decir, tres defensores, cuatro volantes y tres delanteros.
Cruyff también volvió a reivindicar a los punteros. Le gustaba jugar mucho por las bandas, para que los volantes centrales ocupen el espacio del centro delantero y generarse confusión. Además ordenó a los dos extremos a intercambiar posiciones. Así intentaba la distracción de los marcadores de punta.
Cruyff salió campeón con Ajax e inmediatamente fue contratado por Barcelona con el cual conformó un equipo que se le conoció Dream Team. Logró ganar la primera Liga de Campeones con Barcelona.
Era el técnico de mayor prestigio hasta que llegó Fabio Capello y le ganó la final de Europa en 1994 con un anti Barcelona.
Así como no quiso jugar el mundial de 1978, Cruyff no volvió a dirigir a un club nunca más. Fue corta su brillantez tanto como jugador y entrenador, pero su legado es un sello. Tanto que Guardiola es uno de sus discípulos.