El mundo está cambiando de manera dramática. Los acontecimientos intrincados y de todo calibre se suceden con tanta velocidad que hacen difícil la explicación y la lúcida comprensión. En el comienzo está la enorme complejidad de los procesos a lo que se añaden los grandes intereses, las formas de pensar y las creencias arraigadas. Sin descontar el papel opaco de los medios de comunicación y la educación anacrónica que padecemos.
Una de las catástrofes que dan muestras del envejecimiento del mundo tal como lo conocemos es la muerte y el cementerio de las organizaciones. Se expresan de muchas maneras, pero se evidencian con su ineficiencia para cumplir sus tareas básicas. Ocurre con la OTAN, convertida en el instrumento de un solo país. La lista es enorme, pero basta incluir a los estados modernos cuyas funciones ya no nunca serán las mismas y sus poderes tradicionales se han difuminado o están manos del libre mercado que el liberalismo aplaude.
Las organizaciones son maquinarias sociales existentes cuya vigencia se hace ostensible por su eficiencia para cumplir los propósitos para los que fueron creados. Es lo que ocurre, sin duda, con los ejércitos cuyos escenarios permiten observarlos y están a vista en Gaza y Ucrania donde despliegan estrategias, tácticas y tecnologías. Los ejércitos y las tropas organizadas son maquinarias observables. Una muestra dramática de cara al mundo que ningún comentarista a la usanza antigua puede ocultar.
Los desenfrenados crímenes de guerra que lleva a cabo Israel agravado por la invasión de los fueros de los Cascos Azules, dejando al descubierto el irrespeto total del derecho internacional humanitario. Trasciende lo observable a simple visa para dejar al descubierto el declive moral, ético y aún más la ruptura de la convivencia humana civilizada.
Después de la disolución de la Unión Soviética y el evidente colapso del mundo unipolar asistimos al declive de los Estados Unidos. A más de una década de creación de la asociación de países emergentes, BRICS, que surgen como alternativa al G7 integrado por países desarrollados dice mucho. Es el comienzo de un cambio de los viejos paradigmas geopolíticos y sociales a través de la emergencia de nuevo tipo de organizaciones económicas, políticas y culturales.
Europa en su conjunto asiste a un proceso de desindustrialización y arrastrada a la guerra donde va perdiendo iniciativa política, científica y tecnológica. Es inducida por Norteamérica a participar en una guerra en la que tiene mucho que perder no solo por el gasto en armamentos sino por su atadura financiera y militar. Uno de los indicadores notables es el enorme gasto de Alemania en la adquisición de gas y petróleo después de prescindir el gas y petróleo ruso.
El fenomenal fracaso de Ucrania en el enfrentamiento con Rusia permite sacar enseñanzas para los países tercermundistas que viven soñando en el apoyo del gran capital. Permite entender de cara a la realidad que no se pueden aprender a pilotar aviones sofisticados en un año ni tres. Obliga a comprender que todo el arsenal heterogéneo enviado por los países europeos a Ucrania ha resultado una mezcolanza tecnológica limitante cuyo dominio excede a la década.
Otro capítulo que los analistas callan es la participación norteamericana detrás de bastidores atizando la guerra a través de Ucrania e Israel, con sus diferencias, que los medios ocultan por dinero, por pereza o por ignorancia. Después del rotundo fracaso de Ucrania en todos los frentes de batalla tienen en casa el descontento y desánimo total de sus hijos que advierten un futuro por construir tan grande que Europa toda no puede asumir. Israel pese a la millonaria propaganda choca con escollos insalvables de tipo estratégico, militar, geopolítico, sobre todo moral y ético. No existe racionalidad humana consistente que pueda admitir la matanza despiadada de poblaciones civiles enteras y niños, bajo ninguna justificación. La primera constatación que espolea la razón humana es ¿cómo Israel ha podido persuadir al presidente de la primera potencia del mundo a comprometer todo el poderío militar y político a favor de un país cegado por la ambición de dominio? Pero, la verdad no es una mercancía que se cotiza en el mercado.