Antes del mundial Rusia 2018, la agencia de noticias Anadolu de Turquía entrevistó a Francisco Maturana, el ex seleccionador de Colombia que clasificó a su patria a las copas del mundo de Italia 90 y Estados Unidos 94’. En una época donde cada vez el fútbol era más defensivo, la selección cafetera desplegó un fútbol arte.
Su trabajo no fue de la noche a la mañana. Maturana era técnico del Nacional de Medellín con el cual obtuvo un título y luego fue a la selección. Clasificó a su país luego de 28 años, jugando un buen fútbol. En la Copa le empató a Alemania 1-1.
En la eliminatoria del 93’, alcanzó su óptimo rendimiento. Apastó 5-0 a Argentina y su etapa de preparación para el mundial fue una fantasía. Con goleadas a todos sus rivales. Por elolo era el más firme candidato a ganar la Copa del mundo del 94’.
En la entrevista le da relevancia por ejemplo a la zona geográfica de los jugadores para elegir el puesto. Así piensa que los costeños de Colombia están más aptos para ser delanteros. Una extraña explicación pero que lo sus sustenta. No habla mucho de táctica, lo cual era la idea. El periodista esperaba descifrar una fórmula mágica, pero tuvo que escuchar esta historia fantástica.
A continuación un extracto de la entrevista:
– Para las selecciones del 90 y 94 usted realizó una convocatoria basado en las características antropológicas de cada jugador. ¿Cómo fue eso?
Si lo analizas desde el punto de vista antropológico encontramos que hay cosas importantes. Era una cuestión de cultura. Así como teníamos a los delanteros costeños o a los volantes de ataque vallunos, que eran pura fantasía, también teníamos la seriedad y el trabajo del manizaleño y el paisa en pos del orden, los cuales se ubicaban muy bien en la zona de marcaje.
Entonces, no fue una cuestión del azar cuando escogí a cada jugador para determinado puesto. Nosotros nos apoyamos en la cultura y en la manera de ser de la gente de Colombia para sacar el mejor provecho de los que conformaban a la Selección.
Los goleadores de Colombia casi todos son costeños, porque son pura imaginación, no hay mucha responsabilidad, el costeño tiene un compromiso con el arco y con él mismo, o sea, con el gol. Después de un partido, un samario o un cartagenero te dice: “yo metí mi gol, no sé cuánto quedamos, pero yo metí mi gol”. Pero todo eso debe estar patrocinado por un trabajador de sol a sol.