“El planeta digital parecerá tan pequeño como la cabeza de alfiler”, dijo, cierta vez, Nicholas Negroponte, quien pasó por Lima cuando era director del Media Lab del Instituto tecnológico de Massachusetts, MIT. Sin embargo, la digitalización se entiende apenas en nuestro medio cuando se asume que el programa Turnitin sustituya al maestro. Nada impedirá los cambios que ya están aquí y es menester, por tanto, entender dónde estamos y cómo estamos.
El principio de los principios es: la realidad es cambiante e infinita; el conocimiento, limitado y falible. Por esta razón, la historia de la humanidad, y especialmente de la ciencia, están marcadas por las discusiones sobre los cambios a distintas escalas, desde cosmológicos y sociales hasta personales.
Como quiera que sea, las decisiones humanas, desde las más triviales hasta las que pueden determinar la vida o muerte, dependen de cómo se use el conocimiento disponible. Esto explica el éxito de algunas naciones y el fracaso de otras, como los mayas, que desaparecieron. Los adivinos y los taumaturgos cumplieron un rol importante en el pasado sin cosmología orientadora, librado a la alquimia y al curanderismo, pero hoy estamos en el mundo del diseño tecnológico, conocimiento y digitalización.
Las decisiones vistas a escala global o acercando la mirada a nuestro pequeño país entrañan dificultades tan complejas que inexorablemente nos remiten a la educación, desde la escolaridad hasta la formación superior. Requieren racionalidad, realismo y conocimientos actualizados. Sin embargo, lejos de mejorar nuestros estándares de calidad educativa atentamos contra ella y maniatamos a la Sunedu empantanándonos en emociones tóxicas, motivaciones lucrativas e intereses oscuros.
Entorno mundial incierto
Nada de lo que hace un pequeño país está desconectado de lo que acontece en el mundo que, antes del 2050, tendrá 9.500 millones de habitantes a merced de los dueños del capital coaligado con Estados poderosos. No solo estamos urgidos de fertilizantes para que nuestra agricultura nos salve del hambre, sino que necesitamos entender cuál es la dinámica del mundo globalizado, nuestra absoluta dependencia de la ciencia y la tecnología actualizadas, y ni qué decir de nuestro sistema financiero y económico.
El mundo globalizado cambia “a treinta minutos por segundo” (Vallejo dixit), desde el mundillo de las redes hasta nuevos conceptos de derecho, Estado y justicia, ciudades inteligentes e internet de las cosas metida en casa. Y ante esta realidad no tenemos siquiera un solo centro de estudios que nos alfabetice o al menos un diario o revista con una sección de C&T+i.
Galaxia internet distante
La Galaxia Gutenberg ha sido devorada por la Galaxia Internet, que ha escaneado y engullido (adiós copyrigth) todo lo que se ha escrito a lo largo de la historia, y ahora dependemos de los buscadores de información digitales (p.e. Google). Ha cambiado nuestro lenguaje, nuestro modo de estudiar, nuestra manera de pensar y trabajar, y están desapareciendo los puestos de trabajo de recepcionistas, secretarias, choferes, etcétera.
En el colmo del delirio hay quienes dicen que no se necesita universidad si allí está Google para leer, diseñar artefactos y formarse ideas. La ingenuidad es extrema cuando se cree que Turnitin resuelve el plagio y que en manos de una secretaria evaluaría una tesis, y así ha comenzado la locura: se piensa que hacer citas es investigar, cuando la redacción de la tesis es solo el 20% de la investigación y en el otro 80 % está el meollo creativo: planteamiento de problemas, formulación de hipótesis y su contrastación en el marco de una teoría, método, aplicación experimental e informe donde Turnitin sirve para encontrar similitudes.
Investigación universitaria sin apoyo
Gestionar una empresa o un almacén no es lo mismo que gestionar conocimientos nuevos e innovaciones. ¿Cuántos institutos peruanos están investigando en el campo de la tecnología digital? No se tiene noticias. Autoridades y comunicadores confunden el cúmulo de artefactos nuevos con nuevas tecnologías y les resulta difícil comprender que estas hacen referencia al nuevo conocimiento que se aplica para diseñar y fabricar los nuevos dispositivos.
Las universidades públicas languidecen, tanto las favorecidas por algún canon como aquellas que apenas pueden pagar profesores investigadores de tiempo completo. ¿Se puede investigar sin talleres, laboratorios y tiempo ad hoc? ¿Un profesor después de ocho horas de clases al día tendrá tiempo y energías para pensar, diseñar y llevar a cabo un proyecto de investigación? ¿Cuántos profesores de investigación a dedicación exclusiva o tiempo completo albergan las universidades nacionales más adelantadas?
Desarrollo agrario y universidad
El cambio climático y la guerra pospandemia entre Rusia y Ucrania y su secuela de hambre y escasez de alimentos en ciernes atizan la urgencia del desarrollo agrario, que requiere maquinarias, semillas, fertilizantes, riego e investigación. Ya no resulta suficiente la experiencia y conocimientos tradicionales, sino que hacen falta investigaciones fisicoquímicas y biotecnológicas, que demandan nuevos conocimientos cuya gestión resulta cada vez más especializada. La única entidad cercana a cada región es la universidad vecina, cuya implementación presupuestaria es estratégicamente impostergable, en vez de seguir creando universidades sin presupuesto.
El cambio climático y la guerra pospandemia entre Rusia y Ucrania y su secuela de hambre y escasez de alimentos en ciernes atizan la urgencia del desarrollo agrario, que requiere maquinarias, semillas, fertilizantes, riego e investigación.
Gestión educativa famélica
Nuestras aulas escolares están ancladas en el siglo XVI. En esas condiciones nos sorprendió la pandemia, y no fueron ni el Estado, ni los organismos sociales y menos aún los políticos quienes asumieron la tarea encomiástica de mantener el proceso educativo, sino los maestros con sus celulares y su imaginación.
Esa experiencia de la educación remota o virtual nos ha dejado lecciones urgentes: capacitación de calidad a los maestros en contenidos, materiales y textos, para no depender de ‘expertos’ y empresas que suplen la tarea esencial que debería realizar el Ministerio de Educación. La pretensión ―¿ilusoria o cínica?― de “recuperación” de lo que no se hizo durante dos años es una vergüenza, pues en realidad deberíamos abocarnos a diseñar estrategias inteligentes para mejorar la calidad de los aprendizajes, que es la clave de la educación.
¿Podrán los jóvenes reinventar la política?
Frente a la privatización y mercantilización de la justicia, educación, salud y la política, nos queda escaso margen para crear un país democrático. Los profesionales más jóvenes e intelectuales se han alejado de la política porque carece de motivación creativa y ha dejado de ser acto de entrega y servicio a los demás para convertirse en el más vil de los negocios. No se ha logrado ni siquiera el inicio de la derrota de la corrupción, el hambre, la violencia, la inseguridad, la desocupación. Nos espera la desesperanza. Queda sólo apelar a la reserva moral, cognitiva y el poder de acción de los jóvenes.