Que sus gélidas temperaturas te flagelen hasta los huesos como lo hizo el corazón indiferente de algún ex, no es para que lo catalogues de emisario del enemigo. No, no es justo.
Que sus lloviznas o garúas se asemejen a las inesperadas sesiones de lloriqueo que sufres cuando la vida te recuerda que no todo lo podemos tener, no te da derecho a maldecirlo y menos a pedir desaforarlo de la naturaleza. Es un imposible, felizmente.
Ya muchos se alegran por la llegada de la primavera, según anuncia el calendario; ya la manada clama en coro un poco de sol a sus días. El consumismo anuncia sin cansarse el inicio de la temporada más ‘lindis’ del año. Y cómo no entenderlo si en sus arcas monetarias se duplicarán las ganancias.
Ya los estudiantes celebran con alegres jornadas el inicio de la nueva estación. Hasta han creado el binomio: primavera-juventud como mofa de quienes ya entrados en años nos subimos al carro de la celebración resaltando que aún somos jóvenes, sí, pero en espíritu. Qué más da.
Abogo, con mucha pena, por el compañero caído, aquel que se resiste a marchar: el invierno. Estación poco querida para muchos, pero que, para otros como yo, lo es todo. Evoco un minuto de silencio por él y acompañan el adiós unas sentidas lágrimas. Hasta pronto, socio.
Mientras que las aves emigran a otros lares y algunos animales inician su periodo de hibernación, pocos humanos nos acomodamos en nuestros gruesos ropajes para recibir al ansiado invierno, estación del año que nos evita incómodas sudoraciones corporales que en el verano se duplican al punto de provocar que las putrefacciones se aceleren para desgracia de nuestro sensible olfato.
El "hibernus", llamado así en latín, se convierte en nuestro cómplice predilecto para ingerir la cantidad de litros de café que el cuerpo humano sea capaz de beber pese a que tu médico de cabecera se ha propuesto eliminar de tu dieta. Sin azúcar y muy cargado esta bebida caliente gana la preferencia de las masas muy lejos del dulcete chocolate, cuya fanaticada humana va creciendo cada día más y más de manera peligrosa y alarmante.
Este agente de seguridad personal aleja a la muchedumbre de las calles y avenidas y te ofrece un amplio y cómodo espacio para tus paseos reflexivos, aquellos que provocan dar, con cigarro en mano, construyendo y destruyendo ideas o planes.
Cómo no rendir homenaje al compañero que te permite estar de cara al cielo sin prohibiciones prejuiciosas de ningún tipo. Cómo no empezarlo a extrañar en estos primeros días de primavera en donde el sol se asoma ya con sorna.
Por más que hablen mal de él, no podrán negar que hay una relación que los une. El invierno tiene un cielo cerrado por las nubes; sus críticos, una mente obtusa por sus ideas. La esencia de esa estación es el frío y la de sus odiadores sus gélidos corazones. El invierno no sabe de resentimientos; el humano prefiere el perdono, pero nunca olvido. El hibernus es sosegado e invita a la reflexión; sus detractores temen a la introspección.
Podría seguir mencionando más de sus tóxicas emociones y no me provoca, porque entiendo que para la mayoría el invierno es la estación a la que responsabilizan de sus temores, traumas y complejos contra los que luchan sin éxito. El invierno mental del que padecen será irreversible hasta que decidan enfrentar a sus propios demonios, en tanto que los míos los serán exorcizados con esta primavera.