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La justicia peruana está de capa caída

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La pelea por la justicia es una de las pesadillas de los investigadores peruanos más acuciosos. Uno de los temas objeto de malabarismos de los críticos más sagaces y por qué ocultarlo uno de los silencios más sonoros de los “luchadores” por la justicia. Pero el derecho existe sin duda. Allí están muy cerca Ronal Dworkin, Norberto Bobbio, Luigi Ferrajoli, Manuel Atienza, Robert Alexy y los académicos locales impartiendo sus lecciones.

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La literatura peruana está enriquecida por la enjundia de sus hermosos relatos, llenos de denuncias, persecuciones, diatribas, penas y asesinatos que pueblan los pasajes más encendidos de la vida cultural. Es aquí donde brillan lo mejor de la justicia peruana tomado como venganza o como evasión de la dolorosa realidad. Difícil saberlo, pero sí es verdad que hasta se ha convertido en asignatura de los currículos universitarios ¡Qué pompa!

Si los derechos humanos, los derechos de los ciudadanos y la justicia digna estuvieran en las entrevistas de los “caseritos” de los diarios y los abogados sabiondos que adornan sus páginas viviríamos en un mundo preocupado por la cultura. Leeríamos diálogos y debates que orienten a los ciudadanos sobre cómo defender sus vidas y enseñen a los jóvenes cómo pensar para que razonen jurídicamente, se orienten en un medio lleno problemas irresueltos y en una realidad hostil a la razón y los hechos. 

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Un diario local, progresista e informado recoge y propala dos tesis concomitantes que suscitarían escándalo en los lectores y abogados que conocen su oficio. En cambio, en nuestra cultura provinciana se promueve la confusión frente a los asesinatos y muertes de inocentes que la OEA investiga. Le sale al paso un abogado lleno de sabiduría en sembrar desconcierto.

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¿Dónde está la confusión “inocente” o deliberada? El abogado ducho en los medios reclama investigación rigurosa donde “todas las partes puedan dar su verdad” (s.n.). Con tamaño razonamiento no tiene sentido buscar la verdad puesto que no existe. Si cada parte, cada litigante, cada abogado tiene su verdad ¿qué sentido tiene buscar la verdad admitida por todos? Las sesudas reflexiones y argumentos acerca de verdad de los hechos no tienen sentido, menos justificación tienen los estudios universitarios.

La audacia epistémica del jurista en cuestión va mucho más lejos que ni los relativistas, ni los subjetivistas, menos los hermenéuticos se han atrevido decirlo en público. Y para defender a los posibles culpables frente a un organismo internacional, como si fuera poco. Que cada parte “pueda aportar sus pruebas” (s. n). Entonces si cada parte construye, propones y exhibe sus pruebas sobre la base a “su” verdad, carece de sentido hablar de validez rigurosa puesto que depende de quien tiene el poder de exponerla.

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Llevado a su límite este modo de entender el derecho es un escenario donde cada interesado defiende su verdad y exhibe sus pruebas enterrando la verdad objetiva válida para todos. Con desprecio de las pruebas contrastables, cotejables y transparentes. ¿Debemos renunciar a investigar los hechos y a confrontar las pruebas?

Luciano Lopez en La Republica puedan dar su verdad
Entrevista de Luciano López en La República. 25/05/2023. (Captura)

Es verdad, aunque usted no lo crea que debemos vivir fuera de la verdad gracias a la tesis desorbitada sostenida con pose doctoral por el abogado Luciano López (La República, 23. 5. 23). Peor, debemos renunciar a la realidad, a los hechos, a la justicia y a los valores.

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Nos toca a los ciudadanos de a pie, ahora sí, pensar en serio en aquellos que despotrican de la comisión de la verdad y de aquellos que tanto abogaron por excluir del LUM al exrector de la primera Universidad de América Manuel Burga. No es extraño que el derrumbe de la SUNEDU sea una realidad porque no solo el bachillerato sino el título debería, en esta lógica, ser automático.

En esta misma lógica mostrar las tesis de doctor de los jueces y fiscales no deberían ser sometidos al escrutinio público porque serían “escarnecerlos”. Cada cual tiene que tesis y su jurado. Ergo, la cultura jurídica, política y general está duelo con lo que asistimos a un disimulo inocultable porque es lo que corresponde a la nueva cultura jurídica.

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No se trata de oponerse a la “cultura jurídica, Luciano” recurriendo a juristas serios. Sería hacer el ridículo. Es, sin embargo, necesario poner en guardia a los lectores y recordarles que existen aportes y reflexiones logrados por la comunidad jurídica general. La revisión de algunos periódicos y revistas usuales están al alcance todos. Ocurre en un país de abogados donde no parece preocuparles. Cuidar el nivel académico de los estudios universitarios es una prioridad y las razones son inapelables. Hay relación entre la calidad de justicia y la calidad de los estudios universitarios y sin duda entre la calidad y número de artículos en revistas indexadas y el nivel académico. No es necesario ser un erudito para relacionar el razonamiento jurídico y el patrón básico del análisis para diferenciar cómo se tuercen los conceptos. El discurso jurídico efectista dirigido a convencer gana terreno.

Allí yacen desde los primeros lustros de ese siglo las tesis de Ronald Dworkin admitidas por muchos sobre el significado de estado de derecho, el sentido de los principios y el de la desobediencia civil (Una cuestión de principios, Ed. S. XXI.). Pasó la época en que muchos compraban libros para adornar sus bibliotecas, aunque estén ausentes de los cerebros. Por lo que urge rescatar el atentado contra la verdad denunciado en una brillante Polémica sostenida por Michele Taruffo (Verifobia, Palestra). Y, Por qué no el debate sobre principios y normas entre Luigi Ferrajoli y Juan Ruiz Manero (Palestra). Sugiriendo modestamente a los jóvenes que a veces siguen candorosamente a los pontífices de pacotilla.

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La literatura peruana está tachonada de pasajes memorables que esconden desafíos a la resiliencia. Bastará por ahora rescatar lecturas que enseñan acerca de lo que está frente a nuestros ojos y lejos de nuestra sensibilidad. Cuando Enrique López Albújar abogado, juez, periodista, profesor e iniciador del indigenismo en el Perú dedicó de manera expresa a sus hijos su memorable Cuentos andinos y les dijo “-oídlo bien- el ideal es lo único que dignifica la vida, y los principios. Lo único que salva a los pueblos. Vuestro padre”. Entonces volver a leer a Dworkin no es recetario. Hemos tenidos abogados y jueces que pensaron, trabajaron e hicieron el derecho desde su lugar de combate y sin perder de vista los principios. 

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El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
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Lucas Lavado Colaborador de EL PERFIL
Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.
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