Luis Van Gaal les dijo a sus jugadores que todos podían ser atacantes con la única condición que marquen. Hasta inicio de la década de los 80, era muy difícil ver a delanteros quitarles la pelota a los defensores rivales. Se quedaban parados, esperando que el balón les llegue a sus pies. Para el mundial de 1974, el técnico Rinus Michels intentó darles mucha movilidad a sus jugadores.
El tema es que todos los jugadores holandeses, defensores y delanteros iban detrás de la pelota. Un error que hoy sería imperdonable. Cuando en 1994 Van Gaal tomó el Ajax, venía de ser asistente de Johan Cruyff. Era más estudioso que el ex genial jugador holandés y por ello intentaba innovar en los sistemas.
En ese tiempo, la final de 1994 la disputaron Italia y Brasil en una de las más aburridas de las copas del mundo. La mayoría de técnicos pensaban en defender para no cometer errores antes que atacar, pero Van Gaal quería un fútbol ofensivo.
Un admirador de Van Gaal y de los holandeses fue Marcelo Bielsa. El argentino les enseñó a sus jugadores que no sólo había que marcar al que tenía el balón sino a los posibles receptores. Es decir, jugar sin el balón. Con los hombres adecuados la selección argentina se volvió una máquina, ganando al galope la eliminatoria del 2002.
La presión alta con los jugadores idóneos dio resultados inesperados. Con Jorge Sampaoli, admirador de Bielsa, Universidad de Chile aplastó a Flamengo 4-0 en Río de Janeiro y con Ronaldinho. Ya en el mundial, Chile venció 2-0 a España.
Pero utilizar presión alta sin trabajo físico es innecesario. En el fútbol local lo intentó Boys con Cristal en el estadio Alberto Gallardo. El físico rosado duró 20 minutos. En ese tiempo los rosados fueron mejores, pero cuando se le acabó el combustible por el esfuerzo, Cristal lo terminó goleando 4-0.
Si se hace presión alta y no se concreta, puede ser contraproducente por el esfuerzo mayor que se hace y que luego pasa factura.