El verdadero candidato de las encuestas fue el fujimorista Renzo Reggiardo. Lo inflaron largos meses y faltando semanas sinceraron las cifras. Fracasaron otra vez.
Muñoz se convirtió en una avalancha electoral después del primer debate. Es posible que tenía mayor puntaje de lo que le daban los sondeos de opinión.
Los ciudadanos, sobre todo jóvenes, buscaban a alguien que no esté manchado de corrupción, que no hiciera payasadas, que ofrezca cosas concretas y viables.
Hay un elector cansado de las estridencias de PPK, de las matonerías de Urresti, de ultrachabacanería de Belmont.
Muñoz no la tiene fácil. Lima es una ciudad ingobernable, pero sí mejorara un poco el tránsito, ayudará de manera efectiva en la lucha contra la delincuencia y el robo con corbata ya entrará en la historia de esta ciudad suicida.
Muñoz es parte de la limpieza que exige el país, así que su responsabilidad es enorme. Si defrauda, si salta un Comunicore en su gestión, si se evidencia una coima, en Lima, la gris, reinará la noche.
La lampa del recordado arquitecto ha enterrado a “AG” y a la “Señora K” y a los que están manchados hasta los cuellos blancos. Por ejemplo, Enrique Cornejo, el amiguísimo de García, apenas llegó a 2%.
Hace cuatro años, cuando no se sabía todo lo que llegó de Brasil, Cornejo quedó en un considerable segundo puesto y eso que postuló en las filas del Apra.
Hay varias sorpresas en estas elecciones. Una resaltable es que “Cochero” Fernández del Frente Amplio le ha ganado a Gustavo Guerra García, de Juntos por el Perú, el frente de casi todos los partidos de izquierda en el país. Esto exige una profunda reflexión.