Pedro Castillo gana por puesta de mano al Congreso y empuja al país a una de sus peores crisis en los últimos tiempos.
Después, el Parlamento reacciona y lo vaca; y pretende quedarse cuando lo que toca son nuevas elecciones.
Totalmente cercado, Castillo patea el tablero de la democracia y hace recordar al 5 de abril de 1992 cuando Fujimori disolvió el Congreso.
La diferencia es que Fujimori tenía el apoyo de los poderes fácticos para instaurar el sistema neoliberal que ha llevado al país al caos en todos los sentidos.
Lo de Castillo es una acción desesperada y temeraria para no ir a la cárcel pronto. Castillo es un aventurero de la política sin planes reales y busca salvar su pellejo con un golpe de Estado.
Voces equilibradas, posturas democráticas, luchadores contra la corrupción y activistas de Derechos Humanos han señalado que el camino es apostar por nuevas elecciones, que se vaya Castillo y que se vayan los congresistas.