La vivienda sigue siendo una de las mayores necesidades en el Perú. Si para la clase media es difícil concretar un proyecto habitacional propio, para los más pobres resulta imposible hacerlo adecuadamente, por lo que quedan a merced de los traficantes de terrenos en invasiones, y muchas veces en lugares y condiciones que ocasionan mala calidad de vida y pérdida de vidas, por ejemplo, durante fenómenos naturales como huaicos, lluvias o desborde de ríos.
Por eso, el Perú necesita viviendas de interés social (VIS) que puedan ser pagados por los pobres o personas sin capacidad de ahorro, y que les permita desarrollar en la vivienda familiar de uso múltiple, una microempresa que podrá servir para generarse el sustento para pagar la vivienda y la salud, educación, entre otras necesidades para obtener una vida digna y de calidad.
El concepto de vivienda de interés social nació después de la segunda guerra mundial, cuando había que reconstruir no solo viviendas, sino vidas enteras; había que reconstruir al ser humano por completo y darle un espacio para vivir y generarse un ingreso que haga sustentable el proyecto. No estamos hablando solo de casas baratas, sino de proyectos habitacionales que generan un cambio social integral y para cuyo diseño participan profesionales de distintas ramas de la técnica y las humanidades, generando el desarrollo sostenible del país.
Eso no existe en el Perú, pero sí hubo hace muchos años una experiencia hecha en Lima llamada PREVI (Proyecto Experimental de Vivienda), que inició a fines de los años 60 y del que no quedan restos siquiera en el país, pero que se aplica en otras naciones como en Chile, donde se construyen alrededor de 240,000 viviendas de interés social por año; 150,000 en Ecuador, y 180,000 en Colombia. En Venezuela, en mejores tiempos, se construían 250,000 anualmente.
El público objetivo de las viviendas de interés social es la clase media baja y la baja, familias que no tienen ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. Es un sueño real en otros países y que puede hacerse realidad en el Perú si todos logramos sumar esfuerzos en esa línea.
El trabajo para ello es arduo. Una de las trabas es el financiamiento. El interés de la banca peruana para vivienda es alrededor del 9%; la banca internacional, 3%; en Canadá es apenas del 1%.