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Este artículo es de hace 1 año

Nuevo escenario, nuevos peligros

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La debacle llegó de la mano de la improvisación y carencia de aprendizajes básicos. No solo es un gran error, sino la quiebra de las pequeñas y mezquinas ambiciones, repitiendo las tantas oportunidades perdidas para el Perú. Es el descalabro de un ladronzuelo disfrazado de izquierdista liderando un conjunto de incapaces para pedir ayuda y tomar medidas necesarias respetando reglas elementales de la lógica, de la realidad y de la ética. A quien la izquierda pretende disculpar.

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Las justificaciones de “por qué” ocurrió, el intento de golpe y las repuestas más torpes del expresidente Castillo quien no recuerda lo que pasó, no requiere sesudas reflexiones, habrá tiempo para el análisis psicológico, sociológico, político e histórico del papel de los intereses en juego y de los actores visible disfrazados. Hay prioridades que deben llamar la atención.

Es urgente detenerse en los medios agigantando y magnificando minucias y coimas (para minimizar lo que la misma prensa le atribuye a Alan García) de pájaro frutero, para opacar gigantescos robos hasta hoy sin castigo; la fiscal afanada en su tarea, sin antes deslindar con los apoyos a su hermana, no es un buen indicio, menos cuando se trata de buscar la verdad que la opinión pública necesita saber; los jueces otrora prestigiosos y persecutores implacables de delitos económicos, buscan hoy una versión renovada del lavado activos. Mientras los que lucraron con el caso Odebrecht, como siempre, esperan un milagro que el dicho popular ha consagrado con una frase que expresa frescura popular: “cada chancho tiene su San Martín”.

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Como si fuera nada. El Congreso pegado al sueldo dice no al adelanto de elecciones, mientras asoma en el horizonte los primeros indicios de una protesta en serio que podría llevar a una violencia incontrolada. Es un apocalíptico augurio para el futuro del Perú. Un nuevo escenario que cada vez escapa al control, porque subyace en las profundidades de las desigualdades y del olvido. Lejos de los cálculos politiqueros afanados en sacar y poner gobiernos al antojo de los dueños del capital, sería otra la historia si obrara a nuestro favor una generación lúcida, nuevos partidos, líderes e intelectuales comprometidos en cada rincón del país, dotados de una profunda sensibilidad moral. Es sueño iluso si no hemos hecho lo que deberíamos.

¿La izquierda qué dice?

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La izquierda peruana, que solía poner entre las cuerdas a los defensores de los dueños del dinero y de la hacienda pública, ya no está en el escenario político y no tiene continuadores de fuste. Las teorías, las propuestas forjadas en la racionalidad y la práctica, no se heredan como se hacen con los negocios. Se cultivan en el fragor de la lucha política en defensa de los intereses de los postergados, sin olvidar que se paga caro la falta de respuestas oportunas y la falta de decisiones en el momento de tomarlas, más cuando falsos políticos se disfrazan con improvisaciones.

Sus errores se han hecho costumbre. El primero, en creer que el profesor Castillo es de izquierda porque es dirigente de maestros y porque lo insinuaba. El segundo, la falta de deslinde implacable con la carencia de escrúpulos para los manejos turbios antes de ingresar a palacio de gobierno. El tercero, torcer criterios para ubicar amigos y parentela incompetentes y coimeros en puestos de gobierno. Cuarto, la torpeza sin atenuantes que desde el primer día hizo gala. Y muchos otros que la izquierda pretende minimizar olvidando temerariamente el legado de Mariátegui, Malpica, Diez Canseco y tantos que son ejemplos de pulcritud. Nada justifica los errores descomunales que debió criticar la izquierda oficial, señalarlos y deslindar sin tapujos, antes de acudir a las entrevistas periodísticas para responder preguntas para bobos. ¿Hay capacidad de autocrítica?

Las urgencias reclaman verdades y acciones realistas

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¿Hay algunas salidas realistas de este desorden? Muy pocas. La presidenta Dina Boluarte, flanqueado de ministros incompetentes designados a toda carreara, ha pedido tregua. Los ingenuos incurables pensarán que tendrá tregua en la búsqueda del bienestar común, la paz social, la educación de calidad, la importación inmediata de guano, salud, empleo digno, la eficiencia de la burocracia y la transparencia de los negocios públicos está cerca. El juego es otro.

Es la hora de afinar la observación y la destreza analítica para saber por dónde vendrán los intentos de abrir los flancos y luego las embestidas para abrir brechas. Los empujones para el gobierno de consenso es una primera medida para el control del ejecutivo con la figura visible del prelado de la Iglesia en palacio poyado por el Premio Nobel que cuenta con el auxilio de la procesión del Señor de los Milagros, es una señal. La propuesta del adelanto de lecciones previo al acomodo de un marco legar favorable el Congreso aferrado al sueldo lo dificultan.

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Se aleja cada vez más la lucha contra la corrupción, los actores de este mundo real, cambiante y multiforme sujeto a variables ocultas y manifiestas están fuera de control humano y ocurren independientemente de su voluntad. Es descabellado pensar que la sociedad se mueve porque alguien lo digita. Lo que se pudo controlar no se hizo, como el acceso a la educación de calidad, el internet, equipos informáticos y laboratorios de física, químicas y biología y locales a medio construir han sido negocios lucrativos.

Los ministros que los promovieron están en sus empleos de las ONG hasta el próximo cargo. El acceso al mundo digital no solo depende de la infraestructura eléctrica y de artefactos, requiere una formación en tecnología digital no solo para parlotear sobre el ella sino para dominar sus límites y posibilidades concretas de acceso.

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¿Qué nos depara el futuro? Nadamos entre millones de datos que requiere sistema y destreza. Es urgente reclamarle a los sociólogos, a los economistas, a los politólogos, a los antropólogos sociales y a los neurocientíficos, análisis y explicaciones amparadas en conocimientos científicos. Urge respuesta multidisciplinar.

Cree que las leyes jurídicas tienen el poder las leyes sociales y naturales es la pretensión ilusoria de cambiar los hechos con nuevas normas jurídicas. La discriminación, el desprecio, la incompetencia profesional, la corrupción y la degradación moral está en los hechos. Se corregirá con medidas y ejemplaridad. Hay que suplir esta carencia ¿Se podrá?

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La inequidad y violencia podría salirse de control, no porque los ignorantes tienen poderes demiúrgicos. Ilusos existimos en todas partes, el aprendizaje de la realidad social es dura. Bien pronto lo sabremos, no perdamos de vista la realidad y usemos la lógica.

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El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
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Lucas Lavado Colaborador de EL PERFIL
Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.
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