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Este artículo es de hace 4 años

Plebiscito de segunda vuelta

Si Nietzsche hubiera sido peruano hubiera escrito: ‘El Perú ha muerto: nosotros (sus electores) lo hemos matado’.
Álvaro Ramos Jamanca

De niño creía que las elecciones eran un juego, una suerte de kermesse escolar a la que acudir cada 5 años para garabatear una hoja y que el nombre de los titulares de los periódicos y noticieros televisivos cambie un poco. Ahora me aterra saber que los electores peruanos realmente piensan así. ¿De qué otra manera explicar, si no, la amarga encrucijada en la que nos encontramos? ¿Qué prefiere: morir ahogado o quemado? ¿Variante brasileña o británica? ¿Autoritarismo de izquierda o de derecha?

El debate del sábado me causó gracia hasta que recordé que uno de los dos sería elegido presidente. Nunca había pasado de la burla al pánico tan rápidamente. Más que debate: era una batalla de gallos, eran un par de adolescentes insultándose en alguna plaza. El debate fue, sin duda, el Perú: improvisado, altanero, burlesco, repleto de barristas y con representantes deleznables. Si Nietzsche hubiera sido peruano hubiera escrito: "El Perú ha muerto: nosotros (sus electores) lo hemos matado".

Pero no desesperemos: la mejor contracampaña hacia cualquier candidato es dejarlo hablar. Keiko Fujimori es el punto débil de Keiko Fujimori. Y Pedro Castillo es el punto débil de Pedro Castillo. Solo que a Keiko ya no se le perdona: tiene demasiados años de experiencia para pensar que es improvisada. Y a Castillo se le perdona solo porque no es Keiko. Nuevamente un plebiscito: ¿Te gusta Keiko o no? Es la pregunta recurrente en cada segunda vuelta desde que el apellido Fujimori volvió a rondar los comicios generales, allá por el año 2006.

Pero Castillo tampoco se diferencia demasiado. Es irónico que, postulando contra la hija de Alberto Fujimori, pretenda hacer lo mismo que hizo Chinochet: desactivar todos los organismos estatales. Y salen sus congresistas a reafirmar su posición, y salen sus congresistas a desmentir su posición. El partido le hace honor a su nombre: desordenado como el país que aspiran gobernar.

"El serrano es sufrido", suelen decir los costeños alienados que piensan que el Perú acaba en Asia, cerca al kilómetro 100. Las letras de los huainos, según he escuchado, permiten esta percepción. Pero yo la ampliaría a nivel nacional: el peruano es masoquista. No podemos abandonar los remanentes de las más nefastas dictaduras, no nos permitimos desechar a esta vieja clase política cuya osamenta bien podría encajar en la exposición de un museo de historia natural con el rótulo de prehistórico. Pero seguimos escogiéndolos democráticamente (¿o oclocráticamente?).  ‘Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo’, escribió Vallejo hace años. ¿Se habrá referido al Perú?

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