Ahora resulta que ciertos izquierdistas que creen ser modernos claman que Cerrón es necesario para la unidad de todas las izquierdas. Pero esas facciones urbanas son repudiadas por el homofóbico intento de tirano que fundó Perú Libre. Exclamaciones más: la izquierda no es izquierda si no avala fervientemente a todos sus militantes, incluso a aquellos con presuntos vínculos terroristas, sentencias por corrupción y presuntos líderes de una banda criminal. ¡Avisen a Keiko que sus abigeos se cambiaron de bando!
Cerrón no es ni será jamás necesario para lograr la unidad de todas las izquierdas. Forma parte de la facción más putrefacta de los tergiversadores de Mariátegui, tan recalcitrantes como la derecha más bruta y más achorada.
No faltan quienes avalan a Bellido y juran que este gobierno se ha “ollantizado”, que el gabinete Vásquez es de centro-derecha y que la Asamblea Constituyente es una prioridad superior a las campañas de vacunación, la crisis política y el desempleo, como si vivieran ajenos al país.
La cúpula de Perú Libre es indefendible. No se puede amparar a quien cuestiona descaradamente “¿Qué tienes contra Sendero?”, como lo dijo Bellido. No se debe malgastar hígado, uñas y dientes en defender a quien considera que para saber si Venezuela es una dictadura o no, debería estar ahí.
Seamos justos: la histeria no es unilateral. Este cacareo atemporal, extraviado en la Guerra Fría, es coreado por quienes pueblan sus antípodas políticas. Señoras vociferando que Sagasti fue cómplice del MRTA, almirantes (¿por dónde los habrá sujetado el acta, que tanto daño les ha hecho?) que no dudan en usar el epíteto zahiriente de “terrorista” contra todo aquel que no comulgue con sus ideales engendrados en los excesos de la disciplina castrense que apañaba el golpe de Estado. Y todo sin confirmar, como en los peores programas chismográficos.
No se trata de la unidad de las izquierdas. Se trata de ceguera. De vendarse alegremente los ojos para intentar limpiar a quien está hundido en lodo hasta el cuello o la nariz. Bien dicen que los extremos se tocan.
¡Esas voces! Os podéis morir, ya estáis medio muertas.