Imaginen trabajar en un lugar como el Congreso. Qué mal nos deseas, Malapalabrero, me dirían. Ahora imaginen tener 62 compañeros de labores obedientes de las tramas oscuras de una corrupta. 62 veces la vida imposible a este hermoso país, cada día. Todos piensan igual. No respetan las reglas. El parlamento peruano debe ser uno de esos lugares donde el estrés y la ansiedad quiebran las estadísticas de lugares felices en el mundo. Para eso les pagan, me dirán. Resulta que todos los peruanos les pagamos para que nos hagan daño: lucha anticorrupcion cero. Si tienes a tu costado a una Úrsula Letona que no quiere que se pasen los audios de la vergüenza en el Congreso, para escudar nexos de Pedro Chávarry con los Cuellos Blancos, pues te da rabia, rencor, y hasta se puede creer que es un castigo divino tener que escucharla. Porque ves un Apra inclinada ante Fuerza Popular. No sabemos si es alfombra o tapa de baño. Yo me solidarizo con Marisa Glave o Indira Huilca. Tener al frente a esta sarta de parlamentarios en las discusiones nacionales debe ser el trabajo más catastrófico, intelectualmente hablando. Porque no se discuten ideas; todo se mueve por los intereses de Keiko y sus intenciones de blindaje, por ejemplo, ayer, a Héctor Becerril, cuando archivaron su expediente. Imagina que en tu trabajo se viva una guerra interna para esconder a delincuentes, sicarios, lavadores de dineros, abogados y jueces corruptos.
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