La política está cada vez más brutal. En los congresistas, las neuronas mueren en su amague hacia la oscuridad y las dignidades se desvanecen entre cucarachas huidizas.
Contemplamos un Congreso con una cola anillada estrangulando la democracia. Es la “Señora K” y sus secuaces, listos para traerse abajo lo propuesto en el mensaje de la Nación (El referéndum), firmado por el Presidente Vizcarra. El pueblo congeló a la hija del Dictador Fujimori como una persona tóxica, obstruccionista, y negativa.
El presidente del Congreso, manejada por K, concluyó, muy suelto de huesos, que la reforma política, es decir, la decisión de todos los peruanos si hay o no una reelección de los congresistas, puede esperar tres años ¿Juat? En plena efervescencia de marchas contra la corrupción es una provocación soberbia.
Uno entiende que se quiere aferrar a la mamadera del poder, pero dejar a un país sin los cambios urgentes que requiere es cruel y hasta inhumano. La acción del Congreso sobre el Ejecutivo es la de un choro cogoteando a una persona con zapatillas por lucir.
La “Señora K” se muere de miedo, la cárcel se le acerca con pasos de gato; los reportes periodísticos señalan que ella es la “Señora K” de los audios CNM, de la red criminal “Los Cuellos Blancos”. Esto sin contar otras denuncias graves.
Le conviene el desorden, la violencia en Matute, los incendios, cualquier cosa para ganar tiempo y bloquear con Pedro Chávarry, el Fiscal de la Nación, cualquier acusación a sus huestes.
El presidente de la República debe saber que, o es ella o es él. No hay más. Tiene que decidir. Y es que no puede hacer la reforma judicial si hay un Héctor Becerril ahí. Tampoco puede hacerla con los operadores de Alan García: Mauricio Mulder, Velásquez Quesquén ‘Teníanos’, y Jorge del Castillo ‘lobbys’, especialistas en copar el poder judicial con favores devueltos para limpiar, mediante Bartra, a AG.