El 5 de abril de 1992, cuando Alberto Fujimori anuncia por televisión medidas de su gobierno como “disolver-disolver temporalmente el Congreso”, es una fecha simbólica que grafica la imposición del modelo que los economistas llaman “neoliberal”.
En aquel tiempo todavía estaba vigente la Constitución surgida de la Asamblea Constituyente de 1979 y había que traerse abajo para hacer otra, la del 93, con mayoría fujimontesinista, que hasta rige los destinos del país.
El 5 de abril, los siameses políticos, Fujimori y Montesinos, no solo cierran el Congreso sino toman el control del Poder Judicial, la Fiscalía y el Ministerio Público, el entonces Consejo Nacional de Magistratura, el Jurado Nacional de Elecciones y los otros entes electorales, la mayoría de los medios de comunicación, las universidades y cualquier institución importante para el país.
Un gran sector de la población, que se mueve por emociones y no por los mandatos de la razón, apoya las medidas fujimoristas creyendo que se venían tiempos buenos para dejar atrás la corrupción galopante, la inoperancia de las instituciones, el terrorismo de Sendero Luminoso y otros grupos.
Sin embargo, ya con la Constitución del 93, Fujimori y Montesinos venden a precio de ganga y en medio de un robo descomunal casi todas las empresas del Estado: la empresa de teléfonos, las empresas eléctricas, las portuarias, Aeroperú, mineras, todo, todo, hasta las joyas de la abuelita.
Los especialistas señalan que nunca antes en el Perú hubo tanto saqueo nacional y corrupción como en los tiempos de Fujimori. Una partecita de todo el latrocinio de esa etapa oscura quedó como evidencia en los videos grabados por Montesinos en una sala del Servicio de Inteligencia Nacional.
El modelo impuesto por Fujimori y Montesinos permite: saqueo de todos nuestros recursos naturales: gas, plata, oro, cobre, todo; impedimento del Estado para que compita en el mercado, todo es privado. Permite el abuso flagrante de las empresas de luz y teléfonos, las AFP; permite la actuación de los bancos a su libre albedrío con una ministra de economía que en tiempos de coronavirus solo puede esperar su solidaridad.
Se trata de un modelo que rige en muchos países del mundo y fue impuesto como en el Perú con tanques, militares y miserables. En Chile hace poco este modelo no aguantó más y explotó gracias al grito de los estudiantes y ahora se piensa en el sur cambiar la Constitución. Aquí todavía no.
Es cierto que los ciudadanos organizados sacaron del gobierno a Fujimori y Montesinos en el año 2000, pero esto no implicó que se cambiara el modelo. Vino Toledo, Alan otra vez, llegó Humala, entró PPK, después Vizcarra y el modelo continúa haciendo estragos. El momento del coronavirus es un hecho inesperado. Pero evidencia que el modelo es malísimo. A los bancos, a las AFP, a las empresas que se llevan nuestros recursos no les interesan realmente los ciudadanos. Es tiempo de cambiar.
Sobre este punto el Premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz escribió antes del coronavirus: “Hoy la credibilidad de la fe neoliberal en la total desregulación de mercados como forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva, y por buenos motivos. La pérdida simultánea de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es coincidencia o mera correlación: el neoliberalismo lleva cuarenta años debilitando la democracia”.