Por: IDL-Reporteros
En junio de 2019 hubo 8 mil 720 muertes no violentas en el Perú, según registro del Sinadef. En julio de 2020 el mismo tipo de muertes fue de 26 mil 213. La diferencia, de 17 mil 493 fallecidos en un solo mes, fue, con alto grado de proximidad, causado por el Covid-19. Directamente en la gran mayoría de casos; indirectamente (no conseguir atención médica oportuna y apropiada por las condiciones impuestas por la plaga) en algunos.
¿Cómo los mató el Covid-19? Por asfixia, casi siempre, en un proceso que suele ser largo y desgarrador para los testigos de la agonía. El virus infesta usualmente los pulmones y provoca luego una reacción descontrolada y violenta del sistema inmune que acentúa radicalmente la asfixia y lleva en muchos, demasiados casos, a la muerte.
Por eso, el oxígeno es literalmente vital. Porque en los casos de detección temprana, administrarlo con oportunidad ayuda decisivamente a prevenir el desenlace inflamatorio y evitar las secuelas, muchas veces serias, que afectarán a los sobrevivientes. En los casos serios, el oxígeno es la única esperanza de sobrevivir.
En el Perú, la carencia de oxígeno medicinal es, de acuerdo con quien la perciba, trágica, agónica, escandalosa.
¿Se ha hecho lo suficiente, por parte del Estado, o quizá de las corporaciones, para solucionar este déficit letal?
Pregúntenle al cardenal Pedro Barreto.
El cardenal peruano es, desde 2004, arzobispo de la arquidiócesis metropolitana de Huancayo donde, según testimonios concurrentes, desarrolló una gestión intensa predicada en el concepto de “contemplativos en la acción”, tan caro a los jesuitas, a cuya orden pertenece el hoy cardenal.
Barreto ha sido impulsor y protagonista de Mirapaz, una red cívica de la sociedad civil que fue importante en el pasado y resulta crucial en la pesadilla presente de la plaga.
Luego de constatar la creciente carencia de oxígeno (a medida que crecían los contagios) y ver los cuadros de horror y agonía infligidos sobre centenares de víctimas y familiares, Mirapaz y Barreto se concentraron en bregar por conseguir oxígeno para su región, especialmente en los puntos neurálgicos de confrontación a la peste: los hospitales Daniel A. Carrión, en Huancayo; y Domingo Olavegoya en Jauja, ambos del ministerio de Salud.
La solución parecía estar cerca. La planta que fuera de Doe Run en La Oroya tenía no una sino dos plantas generadoras de oxígeno en gran escala, que ahora pertenecían a Praxair, que desde su reciente fusión con Linde AG se ha convertido probablemente en la principal empresa de gases industriales en el mundo.
El asunto fue, sin embargo, que Praxair/Linde mantenía inoperativas las dos plantas y sostuvo, sostiene, que ponerlas a funcionar exigiría un proceso largo y costoso. Tenía otras ofertas, claro está, pero esa no.
Pero, profesionales y técnicos que trabajaron en la planta de Doe Run sostuvieron enfática y reiteradamente que eso no era verdad y que las plantas podían ponerse a funcionar en poco tiempo y con un costo aceptable. Mirapaz y Barreto comparten su opinión.
El caso, en el que la acción del Estado ha sido incompleta e inconsistente, se ha hecho crecientemente áspero y no hay indicaciones de una solución armoniosa. El tono de Praxair es arrogante y el de sus interlocutores indignado. Cada vez más.
El resultado de esa confrontación ha tenido hasta ahora un claro resultado: cero oxígeno de las plantas de La Oroya para las víctimas del COVID-19 en Junín.
Las muertes fueron creciendo con los días.
La organizada sociedad civil de Junín buscó alternativas inmediatas y, a través del cardenal Barreto, hizo contacto con la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
La PUCP, a la par de la UNI, San Marcos, fue una de las universidades que puso más tempranos esfuerzos en el desarrollo de lo que, durante el comienzo de la pandemia, se consideró una de las acciones más importantes: reparar y/o construir respiradores (ventiladores) para las unidades de cuidados intensivos. El SIMA, de la Armada, también contribuyó señaladamente en esa tarea.
Luego, los ingenieros de la PUCP dirigieron esfuerzos a fabricar plantas para producir oxígeno. Para poderlas vender a un precio harto más barato que las alternativas comerciales, crearon una compañía con ese fin específico.
La demanda fue creciendo en volumen y sobre todo en urgencia, a medida que se agravaba la pandemia. El grupo de ingenieros, dirigidos por David Chávez y Fernando Jiménez, se esforzaron en fabricar plantas eficaces, de operación y mantenimiento sencillos.
La más pequeña, de 5 metros cúbicos, capaz de atender simultáneamente a unas 20 personas como promedio. La mediana, de 10 metros cúbicos, para el doble; y la grande, de 20 metros cúbicos, para el cuádruple, unas 80 personas.
Mirapaz y el cardenal Barreto, movilizaron a la sociedad civil de Junín y recolectaron el dinero para comprar una planta grande para el hospital Carrión, en Huancayo; y otra para el Olavegoya, en Jauja. Ambas iban a ser entregadas, conectadas y listas para operar, como donación a los dos hospitales, que pertenecen al Estado.
De manera que, en lugar de que el Estado proporcionará los equipos para atender a los ciudadanos, estos iban a donarlos al Estado para que pudiera cumplir su misión.
En tiempo récord se presentaron las plantas pequeñas al ministerio de Salud, para que este, a través de la Digemid, certificara y acreditara su buen funcionamiento. De acuerdo con Lida Hildebrandt, directora Ejecutiva de la Dirección de Dispositivos Médicos y Productos Sanitarios de la Digemid, el expediente documentario no estaba completo, hubo observaciones y se dio lo que uno de los ingenieros de la PUCP, llamó un ‘ping-pong’ de idas y vueltas con la Digemid, que duró cuatro días intensos, al cabo de los cuales la planta pequeña recibió la autorización ministerial.
Dado que el funcionamiento y la mecánica de todas las plantas es igual, los ingenieros de la PUCP presentarán los expedientes para las plantas medianas y grandes. Las órdenes para los hospitales de Huancayo y Jauja, entre tanto, se concretaron en fechas de entrega. Inicialmente fue hacia el 12 de agosto y luego se acordó en forma definitiva la semana siguiente.
Pero entonces pasó lo que todo pesimista debía esperar:
La Dirección de Equipamiento y Mantenimiento del Minsa publicó, a fines de julio, sin precisión de día, una “ficha técnica” con exigencias para toda nueva planta generadora de oxígeno a ser adquirida por un hospital del ministerio de Salud.
La más resaltante era determinar que los compresores de las plantas tenían que ser “secos”. Es decir, libres de aceite. Los compresores de las plantas de la PUCP –como casi todos los existentes en el mercado nacional– funcionan con aceite.
¿Tenía algún sentido técnico la medida? preguntó IDL-R a un empresario independiente, con conocimiento experto del tema, que pidió no ser identificado:
“Hay dos tipos de generadores de oxígeno: … con compresoras lubricadas con aceite y las lubricadas sin aceite. […] Las compresoras con aceite siempre dejan pasar algo de aceite. Pero de ahí pasa a un sistema de secador, este le saca toda la humedad y casi todo el aceite. Y después del secador vienen los filtros. El filtro microbiológico y el filtro del aceite. Y al pasar por ese proceso, el oxígeno llega sin aceite. Porque si ingresa el aceite al generador se malogra lo que está dentro, que es un cerámico especial. Los generadores con compresoras de aceite tienen filtros que impiden el paso del aceite. […] Las compresoras exentas de aceite son más caras, cuestan 3 veces más.
Todas las empresas usan compresoras con aceite. Lo que pasa es que hay un lobby fuerte…”.
Según los ingenieros de La Católica, el sistema de filtros instalados por ellos no solo eran suficientes sino redundantes. Es decir, repetían el proceso de filtrado para garantizar la pureza del oxígeno.
IDL-R preguntó a Gloria Gutiérrez, directora ejecutiva de la Dirección de Equipamiento y Mantenimiento del Minsa, la razón detrás de la, digamos, extraña medida de su despacho. Gutiérrez defendió su decisión.
“… hay varios tipos de tecnología. Y hemos definido que sea bajo la tecnología libre de aceite.[…] nosotros siempre vamos a ir por la mejor tecnología para los ciudadanos, para los pacientes. Con eso no estamos diciendo que la Católica sea la peor tecnología. Lo que estamos diciendo es que tenemos que tener la gama [sic] de tecnología […] Nosotros no somos los compradores, quien compra es OGA (Oficina General de Administración). […] Estamos hablando de equipos que necesitan funcionar las 24 horas, que tienen que tener sostenibilidad […] Lo que nosotros hablamos es el contexto técnico. La inmediatez se la puede decir OGA, que es el comprador”.
La directora de Digemid, Lida Hildebrandt, discrepa con Gutiérrez. Pese a coincidir en la necesidad de buscar la mejor tecnología, Hildebrant opinó que: “Ahorita estamos frente a una pandemia que nadie esperaba. […] La gente está carente de oxígeno. No hay oxígeno. En este momento todos estamos uniendo esfuerzos. Cuando a mí me llega un documento, […] revisamos con el equipo técnico la información y si está completa, inmediatamente autorizamos. […] Si me dicen que en el mercado no hay con compresora seca, ¿qué voy a hacer yo? ¿Dejar morir a la gente? […]En época de guerra uno debe aprender a sobrevivir. […] [La oficina de Gutiérrez] saca una ficha con unas especificaciones técnicas que saben que eso no lo van a poder cumplir”.
¿Es cierto, preguntó IDL-R, que el Minsa no podrá comprar las plantas de la PUCP, porque esas fichas los excluye como postores?
“Así es”, contestó Hildebrandt. “Es que … lo están viendo como producto terminado. El Perú es un país altamente importador. ¿Qué significa eso? El 98 por ciento de dispositivos biomédicos son importados. Solo un 2 por ciento es de fabricación nacional. […] Esta pandemia lo que ha contribuido es a incentivar a los investigadores. Es como que a todos nos hubiera agarrado en el aire, pero la necesidad nos está obligando a seguir una hoja de ruta. […]
“Lo que yo quiero ver es que esto no nos trabe para la autorización. Yo terminé disgustada con su respuesta. […] Si ellos dan un informe desfavorable [a la planta de oxígeno de 10 m3 y 20 m3], lo traban”. […] La gente se está muriendo. No podemos trabar”.
IDL-R intentó entrevistar al viceministro de Prestaciones y Aseguramiento en Salud, Víctor Bocángel, bajo cuyo despacho funciona la Dirección de Equipamiento y Mantenimiento, a cargo de Gutiérrez. Pese a efectuar varias llamadas, dejarle mensaje en whatsapp y tratar de ubicarlo a través del personal de prensa del Minsa, no fue posible hablar con él.
Quien sí contestó y con una opinión clara sobre la razón de tan patentes anormalidades fue Patricia García, ex-ministra de Salud y coordinadora de la Comisión de Innovación y Tecnología del Minsa:
“… Yo he pedido las fichas y no me las han dado. […] yo no te puedo responder por qué unos y por qué otros, eso es lo que te muestra es que muchas veces el ministerio trabaja de manera esquizofrénica […] El Estado es realmente frustrante. Hay cosas tan absurdas”.
“…Nosotros desde nuestros primeros reportes en el mes de abril hicimos hincapié en la necesidad de ver el tema de concentrados y plantas. Por eso sugería traer a algunos expertos internacionales para romper los monopolios y los conflictos de interés que tiene la gente acá. Nos hemos reunido con el ministro [Víctor Zamora], el experto y yo. Le hizo un montón de recomendaciones. El ministro le hizo unos pedidos. A la semana todo estuvo respondido y nunca más lo llamaron”.
El relato de esta demencia puede ser resumido de la siguiente manera:
– La gente atacada por la peste muere por falta de oxígeno en el Perú y, dentro de él, en Junín.
– En La Oroya, la principal productora de oxígeno del mundo dice que sus dos plantas industriales no pueden funcionar. Profesionales y técnicos calificados de la zona, sostienen que eso es mentira.
– La sociedad civil de Junín, con la presencia y aliento del cardenal Barreto, se organiza para obtener oxígeno de todas maneras y hace un acuerdo con la PUCP para que esta fabrique plantas de oxígeno.
– En Junín se hace una colecta para comprar las plantas para dos hospitales del Minsa, llevarlas, instalarlas y donarlas, para salvar vidas cuanto antes.
– En Lima, una dirección del Minsa saca una resolución que parece expresamente dedicada a impedir que las plantas de la PUCP puedan ser recibidas por los hospitales del Minsa. El pretexto es de que los compresores funcionan con aceite, como sucede con casi todos los que hay en el Perú.
En la guerra de Vietnam hubo un militar, probablemente apócrifo, quien, según es fama, declaró que “tuvimos que destruir esa aldea para salvarla”.
¿Logró discípulos en el Minsa?
“Un pueblo movilizado no va a permitir que le roben el oxígeno y la vida a su propia gente”, dijo a IDL-R una figura prominente de la sociedad civil de Huancayo.
La próxima semana deben llegar a Huancayo y Jauja las plantas de oxígeno compradas por la población local.
¿Alguien se va a oponer a que sean instaladas y permitan respirar a quienes la agonía del ahogo les estrangula, con la vida, hasta la última esperanza?
Por: IDL-Reporteros