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Este artículo es de hace 1 año

Ernesto Garzón Valdés deja inmenso vacío en el pensamiento jurídico

El distinguido jurista, filósofo e historiador argentino Ernesto Garzón Valdés ha contribuido a fortalecer las líneas medulares del pensamiento jurídico contemporáneo con su trajo constante y ejemplo de honestidad intelectual.
Lucas Lavado
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Lucas Lavado
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Colaborador de EL PERFIL
Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.

Ernesto Garzón Valdés ha fallecido el pasado 11 de noviembre en Bonn donde residía. El distinguido jurista, filósofo e historiador argentino ha contribuido a fortalecer las líneas medulares del pensamiento jurídico contemporáneo con su trajo constante y ejemplo de honestidad intelectual. Distante de la pompa y la publicidad destaca por sus contribuciones relevantes reflejadas en sus libros, ensayos, artículos, traducciones, ediciones, debates y apoyo a las revistas jurídicas más importantes y por cierto influyentes en el mundo hispano.

Cuando la dictadura argentina le incluyó en la lista de perseguidos fue acogido en la universidad alemana Maguncia donde ejerció la docencia con solvencia y ejemplaridad admirables hasta su jubilación. Fue de los juristas que asumió el derecho como una disciplina que merece ser estudiada desde perspectivas interdisciplinares y con enorme entrega hizo una labor difícil de resumir en unas cuantas líneas.

Estudioso y disciplinado, cultivó el rigor en el uso de los conceptos como el mejor camino para la investigación y la enseñanza del derecho. Investigador de primera fila y profesor universitario serio, vivió pensando y haciendo el mejor camino posible. Es muestra de su magisterio su antología Derecho y filosofía (Fontamara, 2008) una inolvidable selección de textos que suscita estudio, investigación y caminos de ingreso a esta disciplina de la mano de maestros del derecho que han contribuido a hacer esta disciplina. Su lectura es un antídoto contra ampulosos e indigestos manuales de uso corriente y una invitación a la depuración de los conceptos como un enfoque viable.

En la presentación de la antología pone al descubierto el rechazo del nazismo al positivismo con el argumento de ser “un fenómeno de extranjerización espiritual” como señalaba Karl Larenz. Recuerda la época del exilio de los más notable juristas como Gustav Radbruch, Erich Kaufmann y Hans Kelsen. Un excelente estudio introductorio suyo reflexiona sobre la distinción entre “teoría del derecho” y “filosofía del derecho” concluyendo con su usual estilo de apertura a nuevas ideas: “la filosofía del derecho se ha convertido en un punto de reflexiones de diversa proveniencia. Esto la enriquece y permite aventurar un juicio optimista respecto a su futuro” (p.43).

Como profesor universitario, pensó siempre en la calidad de la docencia y se esmeró constantemente en poner al alcance del mundo hispano los aportes decisivos. Es traductor de más de 70 libros de autores relevantes como Welzel, Rapp, Radbruch, Kelsen, Gadamer, Bobbio, Viehweg, etc., ha sido director de la sección Filosofía del Derecho de la Editorial Gedisa, formó parte de la dirección y del Consejo Asesor de Prestigiosas revistas como Doxa (España), Diálogo científico (Tubinga), Isonomía (México), Archiv Fur Rechts und Sozialwissenschaft (Alemania). Siempre presto a colaborar con interlocutores con vocación interdisciplinar. Ha escrito una decena de libros y 200 artículos y ensayos e impartido lecciones en más 50 universidades alrededor del mundo.

Cuando aceptó la invitación del Ilustre Colegio de Abogados de Lima a través de su decano Marcos Ibazeta Marino, expuso con elocuencia algunas de sus ideas más fecundas desarrolladas a lo largo cinco días. Una de sus tesis que hizo mella en las ideas difundidas en un congreso internacional de una universidad limeña plantea con meridiana claridad que “tolerancia y derecho reconocido son conceptos que se excluyen recíprocamente”. Tesis que recobra contundencia cuando sostiene que “los indígenas que reclamen ser considerados como ciudadanos con plenitud de derechos no son cuestiones que se solucionan con la apelación a la tolerancia sino con la aplicación de la ley”. Es una especie de “cocacho” a los articulistas juristas que siguen repitiendo lecciones pasatistas. Sus exposiciones fueron publicadas con el título de Tolerancia, dignidad y democracia (Fondo Edit. UIGV, 2006) cuya edición me tocó dirigir.

En una recensión breve como esta no sería prudente omitir sus planteamientos y polémicas esgrimidas con agudeza poco usual y contundencia elegante e inimitable. Sus planteamientos que rebaten el relativismo axiológico deben ser tomados en cuenta no solo por su brevedad y pulcritud intelectual sino porque enseñan a debatir con altura. Dirigido al relativismo o también llamado escepticismo moral. Tiene que ver con la universalidad de los derechos humanos porque aún hay quienes niegan endilgándole “pretendida universalidad”.

Los arrogantes juristas que hacen gala de la “tolerancia” con aquellos que reclaman con energía sus derechos y los periodistas que piden tolerancia para quienes reclaman sus derechos garantizados por ley, harían bien preservar la salud conceptual prestando atención a lo que Ernesto Garzón Valdés expresa con modestia.

Una vez más: “Tolerancia y derecho reconocido son conceptos que se excluyen recíprocamente. La extensión del ámbito de la tolerancia es inversamente proporcional a la vigencia de estos derechos. Quien pretenda ser tolerante porque respeta un derecho recubre su arrogancia jurídico-moral con el manto de una virtud benevolente” (Propuestas. Trotta, 2010, p.131).

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Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.