Consciente de la vitalidad e importancia actual de la crítica cinematográfica y del oficio periodístico alrededor del séptimo arte, el Festival Internacional de Cine Guanajuato (GIFF) presenta por séptimo año consecutivo El Salón de la Crítica, un proyecto organizado con la intención de formar a los futuros profesionales del periodismo fílmico a través del diálogo y que también busca aportar tanto a la dignificación como al desarrollo de la crítica de cine en México.
Durante la edición 27 del encuentro guanajuatense, se han realizado actividades especiales que están enfocadas a la crítica y el periodismo que se especializan en el cine.
Entre estas actividades el pasado 23 de julio, en el Salón de Usos Múltiples del Centro Cultural El Nigromante, en San Miguel de Allende, se realizó el panel ¿Cómo debe cubrirse un festival de cine?, en el que periodistas y críticos con amplia experiencia compartieron herramientas y anécdotas sobre la cobertura periodística durante un encuentro cinematográfico, con el objetivo de facilitar dicha tarea a quienes tengan la oportunidad de cubrir un festival de cine y también para dar a conocer cómo es en realidad hacer dicho trabajo.
La conversación moderada por Jonathan Eslui, periodista y coordinador del Salón de la Crítica, dejó al público con ganas de discutir más sobre lo que los festivales les han enseñado a los profesionistas de los medios de comunicación, que a su vez aportan visibilidad a los encuentros del séptimo arte, sean de clase A como Cannes o Venecia, o más de tipo local.
En palabras de Mario P. Székely, periodista y crítico, un festival es como un buffet, porque puedes “probar” diferentes propuestas audiovisuales: “Nos recuerda que no todo es hamburguesas y hot dogs, sino que también hay pato al orange, mole, caviar, o helado y pastel, si quieres”.
Juanita Crespo resaltó la importancia de los festivales para acercar el cine a la gente local. Mencionó la sección “Cine entre muertos”, dedicada a proyectar películas de terror en un panteón, la cual ha crecido en popularidad, atrayendo a un público cada vez más amplio. Crespo subrayó cómo estos eventos permiten que las comunidades se involucren y disfruten de experiencias cinematográficas únicas.
Por su parte, el crítico franco español David Sánchez destacó que un festival no es solamente para ver películas, también ayuda a conocer ciudades bellísimas de otros lugares del mundo, como San Miguel de Allende, y a establecer contacto con otros compañeros de prensa con los que “se crean unos vínculos muy interesantes”; es como crear una “pequeña familia”, describió, que te acompaña en tu pasión por cubrir cine. También habló sobre la diferencia entre festivales grandes y pequeños. Comparó su experiencia en el festival de Venecia, donde era imposible acercarse a figuras importantes como Pablo Larraín, con la de Biarritz, un festival más pequeño donde tuvo la oportunidad de interactuar directamente con el cineasta. Sánchez destacó que los festivales más pequeños permiten un contacto más cercano y personal con los realizadores, creando una “pequeña familia” entre los asistentes, exponiendo el caso del reciente invitado en el GIFF, Arturo Ripstein y la cercanía que se pudo tener con él.
El analista de la industria cinematográfica Edgar Apanco explicó que los contenidos desarrollados en un encuentro fílmico pueden trascender y convertirse en publicaciones evergreen (atemporales), gracias a los saltos que dan las películas de un escaparate a otro, y más si las notas son enriquecidas con entrevistas. “Le ayudamos a esa película a viajar a otros lugares, a otros festivales, a su corrida comercial. Entonces, le estamos ayudando a llegar a distintas audiencias”, enfatizó.
Para estos cazadores de historias, los festivales de cine son importantes por igual, pues así como en los de mayor renombre se puede ver “cine de primera mano”, en los más pequeños existe más posibilidad de estar cerca, y hasta tener al lado, a celebridades que en otros momentos podría ser imposible. Porque cada festival tiene su mística, como Guanajuato.