A un mes de cumplir 102 años, Lawrence Ferlinghetti, poeta y editor de la generación beat, falleció en su casa de San Francisco debido a una enfermedad pulmonar intersticial. La lúgubre noticia se difundió en la página de Facebook del liróforo estadounidense. Las muestras de afecto y agradecimiento llenaron la caja de comentarios de la publicación.
En el 2016, totalmente lúcido, Ferlinghetti le había dicho al diario "El País" que no le gustaba la palabra "jubilación" y aseguraba que "un escritor no se retira hasta que no puede sostener el bolígrafo". Y así lo demostró cuando, el 24 de marzo del 2019, logró lo que ningún otro beat pudo: llegar al siglo de vida.
En la mítica librería y editorial independiente City Lights, ubicada en San Francisco, se celebró el centenario del poeta beat. Lamentablemente, el agasajado no pudo asistir. La ceguera lo aquejaba, pero pidió que celebren sin él. La editorial, que el poeta fundara en 1953, se encargó de hacerle llegar las tarjetas y los regalos que le dedicaron incontables admiradores de la ciudad y el mundo.
Sin Ferlinghetti y su querida City Lights resulta impensable la consolidación en la generación beat, el germen de la contracultura —de la que tanto hablaba Marco Aurelio—, del ‘antiestablishment’, del hippismo y la psicodelia. El también editor se encargó de dar a conocer al brillante poeta homosexual Allen Ginsberg, le publicó su primer poemario, "Aullido y otros poemas", que irrumpió en la poesía norteamericana y cuestionó el "american way of life" en 1956.
Editar "Aullido", la biblia en verso de la contracultura, le traería problemas a Ferlinghetti: sería arrestado por imprimir escritos que atentaban contra la moral del Estado del Tío Sam. Por las puras fue su detención; al final, saldría bien librado y le ganaría la batalla a la censura para dejar en claro el nacimiento de la generación beat, la religión de les rebeldes (así lo escribiría Ferlinghetti en español para incomodar a los puritanos).
Como exoficial estadounidense de guerra, sabía combatir; había luchado en la segunda guerra mundial. Su lucha la trasladó al mundo editorial: editar a autores cuya poesía y letras no cuajaban con la sociedad puritana fue su victoria. Él mismo se editó y en 1955 apareció "Pictures of the Gone World", su primer poemario, que inauguró la colección de Pocket Poets, de City Lights. Los 500 ejemplares se hicieron humo cuando se publicó.
FERLINGHETTI EN EL PERÚ
En 1960, el escritor chileno Gonzalo Rojas, entonces profesor de Literatura en la Universidad de Concepción, organizó un coloquio llamado "Primer Encuentro de Escritores Americanos", al que asistieron Ginsberg, Ferlinghetti, Sebastián Salazar Bondy, Ernesto Sábato, entre otros narradores y poetas de la época. Cuando los poetas beat recibieron la invitación, Ferlinghetti exclamó: "Nuestro primer viaje al extranjero como poetas".
Cuando finalizó su estadía en Chile, Lawrence, acompañado de su esposa, Kirby, decidió visitar el Perú. En suelo inca, Sebastián Salazar Bondy, promotor cultural de los años 50 y 60, recibiría a la pareja que había conocido en Concepción. El 5 de febrero de 1960, el autor de "Lima la horrible" preparó el recital de Ferlinghetti en el Instituto de Arte Contemporáneo, donde era director. Aquel día, el autor de "Constantly Risking Absurdity" recitó sus poemas en compañía del gran crítico literario José Miguel Oviedo, quien fungió de intérprete.
En aquella ocasión el poeta estadounidense leyó "Puerta escondida", un poema que escribió luego de vistar una minera en Concepción. "Puerta escondida", cuyo título original es "The Hidden Door", fue traducida por Oviedo en las páginas de "El Comercio". Luego de la presentación, el poeta beat mantendría comunicación, a través de cartas, con Sebastián Salazar Bondy para traer a Ginsberg a Lima.
Editor de autores contestarios que buscan un lenguaje propio y creador de poemas que bailan y chillan mejor cuando se recitan en voz alta en un auditorio de multitudes, Lawrence Ferlinghetti cierra el telón de una generación que aún es leída y da cátedra en todas sus manifestaciones. City Lights Books debe continuar con la tarea de Ferlinghetti: que el arte sea accesible para todo el mundo.