Los corales se aburren como ostras. En sus condominios de océanos, los corales están muy quietos cual esperando una foto, pero la foto nunca llega. Los han ilustrado las espumas, lo han atropellado los siglos, le han cantado las sirenas de todos los barcos, y ellos siguen donde están. Con gente así no se prospera.
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Cuando se aburren mucho más que demasiado, para animarse, los corales ven una película asaz pensativa, tal vez europea de los años 60, en blanco y gris, de cámara fija y de guion de sueño. Está bien que los personajes se entreguen a la meditación trascendental, pero no en la película mientras la vemos.
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