Derecho, política y cultura son realidades que se entrecruzan y hasta se interfieren como nunca. Atravesamos un dramático escenario donde se está produciendo un vuelco total en las relaciones sociales. Como si fuera poco, el modo de describirlos y explicarlos ha cambiado y no es suficiente afirmar que entraña una gran “complejidad” para salir de apuros sin arriesgar alguna hipótesis y derrotero orientador. El desconcierto cunde por todas partes.
Uno de los juristas más reputados profesor de la universidad de Roma III le ha dedicado tiempo y espacio a la cultura jurídica y académica del pasado que promovía el “viejo paradigma de la neutralidad del Derecho, de la continuidad y apoliticidad del Estado y de la cientificidad y la avaloratividad de la doctrina jurídica” como la mejor manera de defender el viejo paradigma de la autonomía del derecho.
Es indispensable estudiar su propuesta denominada el Paradigma Garantista del que se inició estudiando y escribiendo en nuestro medio para luego dejarlo en el olvido, como todo lo valioso que nos huye. Habrá tiempo de rescate cuando las nuevas generaciones retomen los estudios. Por ahora vale la pena llamar la atención sobre nuestras miserabilidades. Ocurre que asistimos a un pandemónium donde la justicia se ha politizado y la política se ha judicializado. La confusión campea, la cultura política nos deja sin orientación a la vista y sin visión sobre la vida peruana.
La justicia
Crisis del sistema jurídico se llama con candor. Asistimos a una crisis sin remedio a la vista porque es profunda y sin precedentes. Solo así se puede entender el que los grados académicos se conviertan de la noche a la mañana en asunto privado para dejar de ser transparente a fin de evitar el “escarnecimiento” a quienes los ostentan, expropiando a la universidad que tiene la potestad de control. Crisis agravada por los desencuentros entre jueces y fiscales respecto de las graves violaciones recientes de los derechos humanos que se ha convertido en un problema que dejará un saldo histórico irresuelto y agravamiento de la convivencia pacífica digna y con derechos. La parafernalia de las citaciones a la presidenta que no es sino parte del decorado.
El caso Keiko Fujimori, que tanto ha demorado y sigue sin concluir, ha servido para promocionar y fabricar fiscales idóneos, eficientes y hasta paradigmáticos que no es sino parte de esta escena. La demora y la revisión constante y las filtraciones de los supuestos errores y deficiencias configuran un cuadro risible de la justicia peruana. ¿Sabe usted lo que pasaría con una decisión contundente, clara y justa? La culminación de la historia más sucia y calamitosa de la historia política y la promesa incumplida de una vida ciudadana decente.
¿El caso Odebrecht? Es otra muestra de lo que somos como país en la lucha por la justicia y la defensa de los intereses nacionales. Los fiscales orondos, proclives a las declaraciones periodísticas llenas de promesas nos devuelve cada tanto de bruces a la realidad. Nos pinta como un país cuyos intereses más caros están a la deriva libradas al designio de los poderosos. No caben críticas personales sino señalamiento de nuestros errores encarnados en personas de carne y hueso que sale a los medios a decir con medias tintas lo que no es.
La política
La crisis del sistema político de consecuencias imprevisibles nos es inherente. Se ha creado un desbalance y un enorme vacío entre al derecho y la política. Sin asomo de autocrítica por parte de los analistas reputados que miraban con desatención y con desdén el “fraude” en las elecciones pasadas. Clamorosas flaquezas en el análisis político de largo plazo ausentes de proyectos viables, mirando con zozobra a lo lejos la gran debacle de la sociedad que aspira a ser democrática. La ausencia total de liderazgo para conducir un proyecto político sostenible y el desastre de los partidos políticos incapaces de encontrar un rumbo que oriente a los ciudadanos. Y el silencio de los analistas cundas en cambiar de compás para pasar del “fraude” a “otro tema”.
En el Congreso han desaparecido los partidos para dar paso a los políticos de lento aprendizaje en las formas parlamentarias modernas. Pero sí, de rapidísimo aprendizaje en la mejora de las ganancias fáciles, los refrigerios caros, los abusos en el descuento de sueldos a sus trabajadores y en el lucro con las ganancias fáciles. Olvido deliberado de los falsos sueños de servir con el que llegaron a donde están.
La cultura
La cultura general y la cultura jurídico-política es decisiva. Están vinculadas con la visión del cosmos, de las relaciones internacionales, de las relaciones sociales y las profesiones. En este contexto, el hecho más destacable es el desarrollo de la ciencia jurídica en nuestro medio puesto que traza el derrotero de la justicia. La creación y desarrollo de sus materias de estudio, las investigaciones y sus proyecciones a otras carreras y la sociedad, sobre todo el impulso a los lectores que aún no se ha concretado.
Cuando el derecho, la política y las ciencias formen parte la cultura, posibilitarán una mayor integración social y apretura a la libertad espiritual. Las instituciones y las organizaciones tendrán mayor visibilidad y comunicación ciudadana creativa y dinámica. Sólo nos queda hacer votos para que la cultura jurídica y política se haga realidad, sin dejar de hacer lo que nos toca a cada quién, en esta hora difícil.