El Perú tiene una enorme concentración de la riqueza mientras el Estado no tiene los ingresos mínimos para dar salud y educación de calidad para todos y darnos una buena infraestructura.
Un reciente estudio de Germán Alarco y colaboradores, muy recomendable, ha vuelto a analizar el tema de la gran concentración de la riqueza. Los datos son indignantes. Apenas 6 familias billonarias tienen más riqueza que 8 millones de peruanos, es decir, una familia rica (que toda entra en un carro) tiene más que un millón de pobres (unos 20 estadios nacionales llenos).
Buena parte de estas fortunas se ha acumulado gracias a que el Estado ha otorgado muchos privilegios a esta nueva oligarquía. Las modalidades han sido diversas: privatizaciones que han rematado empresas públicas a precios muy reducidos, contratos de construcción y alianzas público-privadas con superganancias logradas con el pago de coimas pero que a pesar de eso siguen vigentes, exoneraciones tributarias por miles de millones de soles anuales que les permite pagar menos a una gran empresa que a otra pequeña, recursos naturales malbarateados como concesiones a mineras y petroleras a pesar de que su enorme valor le pertenece a la nación y que se explotan contaminando el ambiente sin que haya remediaciones, leyes especiales que permiten que las AFP expriman a afiliados que nos encontramos encadenados a ellas, monopolios y oligopolios operando permisivamente en bancos y productos de consumo masivo.
Estas grandes fortunas no responden principalmente a avances tecnológicos o esfuerzos competitivos sino a que obtuvieron grandes ventajas del Estado. Hoy sabemos que muchas veces lograron esos favores luego de aportar a las campañas políticas, como en la bolsa de 2 millones de dólares que juntó la Confiep para Keiko. Ya es tiempo de que ayuden lo justo a que el Perú tenga la educación, la salud, las carreteras y el apoyo a la innovación que merecemos y necesitamos. Junto con la eliminación de las exoneraciones y privilegios tributarios, un impuesto a las riquezas es clave para lograr que todos los peruanos tengamos los derechos sociales que nos corresponden.
Este no es un tema solamente peruano. Un reciente estudio de Oxfam internacional revela que el 2018 apenas 26 billonarios del mundo concentran tanta riqueza como 3,700 millones de personas, la mitad de la población mundial. El hombre con mayor riqueza acumulada del mundo es Jeff Bezos con 160 billones de dólares, pero, aunque su empresa Amazon el 2018 tuvo ganancias de más de 11 billones de dólares en Estados Unidos, no pagará ni un dólar de impuestos federales.
En Estados Unidos, dos propuestas sobre este tema de los tributos a los muy ricos están en discusión. Una proviene de la congresista más joven de la historia norteamericana, la neoyorquina de origen latino Alexandria Ocasio-Cortez, que propone establecer un impuesto a la renta de los muy ricos del 70 por ciento de sus ganancias. Hoy parece mucho, pero en los mismos Estados Unidos entre 1930 y 1980 esa tasa fue de hasta 81 por ciento y su economía avanzaba a todo vapor.
Otra propuesta es la de Elizabeth Warren, senadora norteamericana y precandidata demócrata a la presidencia para el 2020, quien ha propuesto un impuesto a la riqueza del 2 por ciento para riquezas mayores a 50 millones de dólares y de 3 por ciento para los que tienen más de 1,000 millones. Esta propuesta es similar a la planteada hace unos pocos años por el economista francés Thomas Piketty, aunque este propone empezar desde un millón. Las encuestas de opinión indican que esta propuesta de Warren tiene el respaldo de 61 por ciento de los electores y el rechazo de menos del 20 por ciento.
Si esto ya se discute hasta en el país ícono del capitalismo, ¿por qué no acá donde la desigualdad y la pobreza son mayores y donde mucha plata se ha hecho saqueando el presupuesto público? A diferencia de Estados Unidos, nuestro país no tiene un impuesto a las herencias millonarias aunque hasta el FMI ha recomendado que pongamos y de ninguna manera afecta el esfuerzo personal. Quizás se podría empezar por ahí.