No han sido controlados los más de quinientos incendios en 22 regiones del país que, desde el lunes 16, se han incrementado en medio del inmovilismo y explicaciones inauditas repitiendo que ocurren en países vecinos. Es el anticipo al escalofriante cambio climático y la profunda modificación de los ecosistemas y reservorios de agua para el futuro de las regiones que nutren y asisten a los centros urbanos donde se multiplica el crecimiento explosivo y la pobreza.
El cambio climático, que se manifestará con el incremento de la temperatura en las zonas costera, permite alertar desde ya que el inminente verano pinta un panorama que merece una atención multidimensional. Escapa con creces a las posibilidades del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional. Se trata de la naturaleza que sí en nuestro caso es el único mayor soporte al alcance de todos y que compromete las actividades laborales y la supervivencia. Ningún sector administrativo, jurídico, político y cultural debe excluirse.
Las comunidades afectadas claman por ayuda. Entre tanto se observa un vergonzoso espectáculo del envío de bomberos totalmente desguarnecidos poniendo al descubierto las clamorosas fallas estructurales del gobierno. Mientras tanto, los verdaderos mandamases que mantienen a la señora en la casa de gobierno a tenor de sus cálculos políticos no entienden que ninguna elección democrática será posible en este escenario.
La falta de decisiones para tratar un asunto de emergencia nacional con vigor e incapaz de poner en marcha la maquinaria estatal, significa no solo desidia sino cortedad de miras. Cuando arden Huánuco, Amazonas, Ucayali, San Martín, las llamas devorando el Parque Huascarán y los incendios activos en Huari y Huaraz significa que estamos dejando trampas en las puertas de entrada a las urbes que requieren de estas unidades geográfica proveedoras de recursos.
Es el momento de poner la lente y el control sobre los depredadores de todo pelaje y las extracciones ilegales que pululan sin control. Toda la maquinaria jurídica estatal totalmente enclaustrada y regimentada está imposibilitada de actuar porque carece de legitimidad. Es todavía peor, durante los últimos años, han sido cómplices de que el acceso a la justicia, la administración eficiente y el pleno derecho sea nada. Fantasía pura similar a los “relatos sobre el VRAEM”.
Son hechos contrastables, no son “relatos” para gastar espacio, acontecen en todos los ámbitos de la administración pública. Un Congreso encargado de torcer las leyes mientras que los “doctos” de ayer han perdido toda iniciativa y carecen de la iniciativa necesaria para para hacerles frente a tinterillos y matones asesorados por los que conocen el entramado legal que se urde. A la academia del “floro” y la academia de la “cutra” provoca hacer la pregunta de que si son intercambiables.
La burocracia errática, cuando se trata de tomar decisiones de interés nacional, después del incendio que no cesa, volverá a ocupar sus cómodos asientos en las oficinas del Estado. Es irónico y hasta trágico pensar que los bomberos están para apagar incendios sin siquiera imaginar los equipos, la maquinaria, los insumos, la logística general y la acción planeada consiguiente. No merece comentar las lamentables palabras proferidas por la pobre señora disfrazada para llegar a la hora convenida cuando llegue el nuevo inquilino.
Es urgente exigirles a los responsables de todos los organismos del sector público que evalúen los costos de las pérdidas debido a su complejidad y prioridad. De inmediato poner en acción todos los esfuerzos multisectoriales para mitigar los daños y sugerir medidas específicas contra la contaminación y la intoxicación respiratoria que más dañan a los niños. Tomar nota de la alerta de dimensión mundial que no debe ser desoída.