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La ultraderecha recorre América Latina

La ultraderecha surge en Europa como producto de elementos como la masiva migración asiática y africana, la precarización del trabajo o la deslocalización industrial y que hoy gobierna los Estados Unidos, el Salvador y la Argentina, y ha adquirido mucha fuerza en Chile, Colombia, Uruguay y el Perú.
Edgardo Manyari Villagomez
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Edgardo Manyari Villagomez
Analista político. Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad Complutense de Madrid.

Desde el cabo de Hornos hasta el estrecho de Behring, hay un fantasma que recorre América Latina. Es la ultraderecha, que surge en Europa como producto de elementos como la masiva migración asiática y africana, la precarización del trabajo o la deslocalización industrial y que hoy gobierna los Estados Unidos, el Salvador y la Argentina, y ha adquirido mucha fuerza en Chile, Colombia, Uruguay y el Perú. 

Comencemos, en términos generales, la derecha plantea que las desigualdades de todo tipo, son naturales y que el Estado no puede acabar con ellas, solo debe mitigarlas; por su parte, la izquierda sostiene que aquellas, son producto de las estructuras sociales y que el Estado debe intervenir activamente contra ellas. 

A su vez, siempre en términos generales, hay dos corrientes en la derecha, la derecha moderada y la ultraderecha. La primera defiende políticas públicas proempresariales, desarrolla políticas sociales conservadoras y respeta las reglas democráticas y los tratados internacionales. Por su parte, la ultraderecha comparte las dos primeras características, y respeta la democracia solamente cuando le favorece, por ello trata de copar toda la institucionalidad pública, inventa enemigos que “atentan” contra la patria, la familia, la sociedad o el mercado (en el Perú, “los caviares”), descalifica a toda personalidad u organización que no comulgue con sus ideas, rechaza todos los valores y prácticas progresistas y propone un casi absoluto aislamiento internacional. 

Por ello es que la ultraderecha concentra su discurso y práctica en aspectos sociales y culturales, sin cuestionar nada en lo económico, busca movilizar a las clases altas y bajas en temas morales y religiosos, promueve un retorno al punitivismo penal contra la delincuencia y la disidencia política, rechaza el reconocimiento y ascenso de minorías sociales, étnicas o sexuales, promueve la polarización política y social, recurre frecuentemente a las llamadas fake news, y no tiene ningún reparo en adoptar posiciones abiertamente populistas, cuando sea necesario; y son estas características, las que han convertido a la ultraderecha en un actor político relevante. 

Este fenómeno requiere una explicación, aquí daré algunos avances, primero, este auge de la ultraderecha es un castigo a las izquierdas que gobernaron durante la primera década del siglo XXI, que culminaron en crisis económicas y políticas, envueltos en escándalos de corrupción, mantuvieron sistemas económicos extractivistas, desarrollaron políticas redistributivas populistas y defendieron a gobiernos antidemocráticos y corruptos. 

Un segundo elemento que explica el auge de la ultraderecha latinoamericana es la desaparición o debilidad de los partidos de derecha moderada, porque también han ejercido gobiernos corruptos e ineficaces, porque han sido incapaces de crear programas políticos alternativos, porque han mantenido estructuras políticas, sociales y económicas obsoletas y por carecer de liderazgos políticos carismáticos.

Otro aspecto que expresa el desarrollo de la ultraderecha está relacionado con el incremento de la delincuencia y la inseguridad ciudadana, ante lo cual ha elaborado unas propuestas populistas, pero muy populares, como elevar las penas, suprimir los derechos de los procesados, crear regímenes carcelarios cerrados, intervenir el sistema judicial, fortalecer a la policía, involucrar a las fuerzas armadas, etc., lo que la ha legitimado entre los sectores populares, que son los más afectados.

Un cuarto elemento, de carácter global, es que la mayoría de los medios de comunicación globales y las redes sociales, han hechos suyos los discursos y las propuestas de la ultraderecha, es decir, han creado un “sentido común reaccionario” que reproduce sus lemas y posiciones, reconocen a sus líderes, y descalifican o silencian cualquier discurso o propuesta alternativa.  

Finalmente, hay un desarrollo de la ultraderecha a escala global, la cual gobierna o tiene posiciones políticas importantes en países como Francia, Italia, España, Alemania, Austria, Países Bajos, Turquía o India, y no tardará en aparecer una Internacional reaccionaria; y esto beneficia directamente a la latinoamericana, pues le permite comunicarse con actores políticos de alcance global, acceder a fondos de mayor envergadura, emitir sus propuestas y promover a sus líderes a nivel global, crear redes de apoyo internacional, etc.

En conclusión, nos encontramos ante un nuevo actor político regional, de indudable trascendencia y peligrosidad, al que debemos estudiar y combatir, porque pone el riesgo a la propia democracia, porque pretende poner en debate una agenda reaccionaria, porque busca fortalecer a los poderes fácticos en detrimento de las mayorías sociales y de las instituciones democráticas, porque pretende acabar con todo actor político o social que cuestione sus propuestas, y, sobre todo, porque la ultraderecha latinoamericana, pretende instaurar un modelo de sociedad y Estado muy similares a lo que proponían el fascismo y el nazismo.

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Esta es una columna
El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
Analista político. Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad Complutense de Madrid.
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